La duda


La duda intenta ser una película arriesgada, una película que logra sortear algunos de esos riesgos, pero que se ve desbordada por otros. Lo primero a tener en cuenta es que no es una película que se encuentre dentro los esquemas más comunes en Hollywood: la razón, La duda es una cinta que propone un conflicto que no se resuelve. Por eso cabe suponer que a su director John Patrick Shanley le interesa más el modo en que se desarrolla este conflicto en sus personajes, la forma en que ellos evolucionan, incluso las implicaciones que tiene aquella duda en el entorno que circunda la historia del filme. Le interesa, además, más relatar sugiriendo y por medio de sobreentendidos, operación que no siempre me parece exitosa (aún cuando algo de eso es deliberado).

La historia: El padre Flynn (Philip Seymour Hoffman) es un padre progresista en una comunidad del Bronx a finales de 1964. Sus maneras molestan a la hermana Aloysius Beauvier (Meryl Streep), la típica monja estricta de ceño fruncido. El conflicto se concreta cuando una joven e ingenua monja (Amy Adams) sospecha que el padre Flynn abusó a un niño, el primer estudiante negro del colegio. Sin ninguna certeza sobre el posible abuso la hermana Beauvier trata de demostrar la culpabilidad del padre, el padre se defiende inevitablemente. Finalmente el padre pide su traslado a otra curia dejando las sospechas en el aire, pero sin ninguna certeza. Incluso al final, un increíble cambio de parecer, la hermana Beauvier empieza a temer, al final repito, que sus sospechas eran infundadas.

No es tarde para anotar que la cinta es la adaptación de una obra teatral escrita y dirigida por el mismo Shanley. Por este motivo en el filme parece pervivir algo de su origen teatral. Por eso tal vez Shanley se esfuerza por mostrar actuaciones que cultiven elogios. Por eso se presume que las falencias formales de la película se deban a su impericia como director de cine (aunque esta película no sea la primera de Shanley).

En todo caso me parece que se debe resaltar el riesgo que toma la cinta al desarrollar una historia cuyo conflicto no se resolverá finalmente. Algo peculiar e inusual en Hollywood. En todo lo demás, la película es bastante convencional.

Sin embargo hay que resaltar algunos aciertos de la dirección de Shanley. En una de las primeras escenas del filme se vera como el niño involucrado en el posible abuso, Donald, preparándose como acólito para entrar en una misa celebra por el padre Flynn. Uno de los planos es tomado tras la baranda de una escalera (algo picado), la figura se ve al fondo en el primer piso (más tarde un plano idéntico mostrará al padre Flynn), como anunciando que algo terrible se prefigura.

También están los fallos: Shanley hace un uso desordenado y casi irracional de los planos inclinados (u holandeses, o aberrados, o cómo se les quiera llamar). Esta imagen que supone cierto grado de tensión, o que en palabras llanas dice: las cosas están mal. El efecto no se produce en realidad y el plano no transmite ninguna sensación (ni siquiera mareo).

Otra de las ideas que parecían rondar a Shanley es hacer de la cinta una cuestión más atmosférica, una cinta que por su tratamiento sumergiera al espectador en la tensión que se produce por todas esas dudas. El resultado es irregular. Como dice una reseña en The Guardian, sin ningún aviso estamos ante una película de terror. También es cierto lo que dice la reseña del N.Y. Times, la interpretación de Streep no está acorde a las otras: mientras ella exagera terriblemente, los otros están algo más contenidos (pero no tanto, una escena de Duda parece un concurso a intervalos para conocer quién es el actor que lagrimea más, una escena que me recordó esa absurda y divertida competencia que entre cantantes de ópera filmaba Fellini en Y la nave va). Estas son señales claras de que a Shanley se le sale el filme de la manos en más de un sentido.

De cualquier manera La duda permite suposiciones espléndidas: la de ver como las personas con una visión muy cerrada del mundo pueden ir creando dramas en donde no necesariamente los ahí. O el de como ese conflicto entre formas de ver el mundo a veces trasciende por las menores sospechas, o también el de como no es necesario hechos concretos para combatir aquello que parece dañino o peligroso.

La fecha en que se sitúa el drama tampoco es casual. No sólo porque son tiempos de cambio, no sólo porque ocurre poco después de la muerte de Kennedy; también porque el siguiente año (1965) se clausura el Concilio Vaticano II, que introducirá algunas reformas en la iglesia Católica. Es decir, los muy populares tiempos de crisis es lo que hace parte de las intenciones de Shanley, quiere mostrar el choque (más o menos esperado) entre distintas formas de ver la religión y la realidad. Este, como tantos elementos, queda truncado. Y cabe también volver a las reseñas ya citadas al decir que no son representaciones necesariamente fieles de los conflictos de la iglesia de ese entonces (más bien fieles a los conflictos del cine y el teatro).

Con todo en La duda se logran atisbar esos temas, la cinta logra llegar al final y no dar respuestas fáciles. Incluso es estimulante ver una cinta con tales presupuestos entre tanta cinta parecida. Pero todas las posibilidades abruman a La duda. Tal vez la impericia de Shanley, o la falta de un discurso más sólido del autor, o tal vez su acomodo a las mismas convenciones dramatúrgicas que la irresolución reta; tal vez todo ello sumado hace que los méritos de La duda se eclipsen notablemente. Aún siempre queda la duda que nuestro comentario esté equivocado, pero eso no hace ni falta anotarlo.

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