Rachel getting married

Desde cuando John Cassavettes trataba de retratar fielmente la realidad norteamericana han pasado muchos años. Han pasado también muchas maneras en que un número también grande de directores y realizadores se han acercado (“a su manera”) a esa realidad. Rachel getting married es tal vez una versión harto más liviana de lo que Cassavettes perseguía. Aunque algo de ese espíritu pervive en la nueva película de Jonathan Demme. Una película más convencional de lo que parece. Convencional pues las intenciones de Demme están lejos de la realidad que Cassavettes quería captar. A una tortuosa “redención” es a lo que apunta Demme.

La historia: la cámara “presencia” los avatares que vive la familia de Rachel antes, durante y el día después de la boda de Rachel (Rosemarie DeWitt). El problema es la presencia de Kim (Anne Hathaway), la hermana drogadicta que está “desintoxicándose”, pero que por un permiso de esa institución puede asistir a la boda de su hermana. Los problemas no se hacen esperar, y para colmo son grabados como en un video casero familiar. Los dolorosos eventos del pasado van saliendo a la luz, los personajes sufren (o eso parece). Pero el espectáculo debe continuar. La reconciliación entre Kim (la típica joven problemática e inestable) con Rachel da paso a una larga boda, y, al final, a una especie de “redención” para aquellos malos hijos que, como Kim, tienen la fortuna de pertenecer a una familia que tiene unos cuantos miles de dólares para gastar en un boda.

Un referente algo más nuevo (al de Cassavettes) puede ser Celebración de Thomas Vinterberg. Otra película que con la excusa de una fiesta quiere describir a los personajes de una clase acomodada que no siempre enfrenta sus horrorosas verdades. Claro que Demme es mucho más condescendiente. Su intención no es escandalizar (como hasta cierto punto lo hacia primariamente la película de Vinterberg) , sino más bien mostrar lo que, al parecer, Demme considera la realidad: todo muy new age, muy multicultural, muy correcto también. De hecho a su manera la película de Demme es la antítesis de la de Vinterberg. Acá ya no hay lágrimas que no se puedan remediar. Sólo hay esposas que les importa más quedar bien en sociedad.

Es interesante considerar la película como juego de improvisación. Pero a la película le sucede, en mi opinión, lo que muchos actores dicen que pasa con los ejercicios de improvisación actoral. La película cae en lugares comunes a medida que avanza a trompicones (como está reseña). Y claro, también está la bella Anne Hathaway, que quería ganarse un Oscar (y uno se pregunta, ¿y por qué no?, al fin y al cabo se la ha dado a tantas otras actrices).

Rachel getting married se alarga más de lo necesario. Sin embargo considero que eso ni siquiera es un problema. Suena bien eso del título, hacer una película de algo que simplemente está sucediendo. Una fiesta, así sea una boda, que nunca se termina. El problema es que Demme está demasiado acostumbrado a filmar El silencio de los inocentes. De hecho resultaría más divertido que Clarice fuera Rachel y Kim una bella transformación de Hannibal Lecter. Resultaría más divertido, pero la realidad de Demme, lamentablemente, no lo es.

P.S. : El título en español de la película es : La boda de Rachel.

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