La delgada línea roja

Mientras escribo sobre los sentimientos encontrados que me produjo El árbol de la vida, prefiero recordar una película a la que puedo llamar sin pena obra maestra.


La delgada línea roja recrea un momento de la cruenta batalla de Guadalcanal durante la XX Guerra Mundial. Uno de los puntos a resaltar -en general del cine de Malick-, es cómo este director se esfuerza por plasmar las mentalidades de sus personajes, sin temer por ello caer en tópicos. Se debe a que en buena medida la trama sutilmente destruye el tópico que, sin embargo, sirve para entender mejor a los personajes que Malick pone en escena. Por ejemplo: el soldad Bell (Ben Chaplin)  dice -y piensa- sobrevivir por la amada que dejó en su hogar. Durante la cinta vemos imágenes cercanas casi a esos comerciales dulzones, recuerdos del anhelante soldado que efectivamente sobrevive a los combates. Al final su amada le escribe para anunciarle que se ha casado recientemente con un miembro de la fuerza aerea. Y en eso se termina aquella historia. Una ruptura de las expectativas.



Por lo demás Malick no reserva nada. La guerra es un espectáculo horroroso y sinsentido. Sus personajes se preguntan si tiene sentido existir en dicho mundo. Y es que a pesar de las idílicas imágenes iniciales, o de la esperanzadora imagen final, la cinta no da pie a los comentarios edulcorados con que se suele tratar de exorcizar los males que se ven intesificados en la guerra. 



Esto no le impide recrearse con la belleza de sus imágenes, casi esteticistas se puede decir.



Toda esta semana estas imágenes me han estado acompañado. Colinas verdes  y amarillas sembradas de cascos azules.





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