Algunos malentendidos sobre "El artista"


¿Qué se puede decir hoy de El artista?¿Qué puede añadir esta reseña marginal? ¿Hacerlo ya no es de por sí redudante? ¿Para qué escribir sobre El artista si al fin y al cabo ya otros han afirmado sus visiones más informadas, lúcides y perspicaces? 

Para aclarar algunos malentendidos -considerando que uno mismo no está malentendiendo.

Sin ser precisamente un experto en cine silente -o mudo- es importante señalar que la cinta formalmente no es una replica precisa de lo que era el cine silente. Mucho menos de las películas de Hollywood a las que se supone homenajea. Hay que preguntarse qué tanto atractivo tendría hoy una cinta que mantuviese el formato exacto del cine de aquel entonces. El artista no respeta el formato del cine silente sino de un modo más bien superficial. El que la película no tenga diálogos en casi todo el metraje, y el que esté filmada en blanco y negro no implica que sea igual que el cine de los años 20 del siglo pasado. De ahí un malentendido: El artista quizá se plantee como un homenaje liviano al cine de aquel entonces, imite superficialmente sus características. Pero esto no significa que sea una película igual que aquellas, es una actualización nostálgica de una época. Mejor poner un ejemplo:

Se comenta que entre los guiños se encuentra una escena que replica otra de El ciudadano Kane. Del mismo modo que la cinta de Welles, Hazanavicius muestra cómo el matrimonio del protagonista, George Valentin (Jean Dujardin), sucumbe al tedio y el aburrimiento de la rutina. Para mostrarlo Welles fue lo bastante innovador, para la época, como para mostrarlo con los desayunos que toma la pareja. En cada plano vemos cambios de aspecto y de atuendos. En cada plano los personajes aparecen paulatinamente más aburridos del otro, más distanciados.

En El artista Hazanivicius pone en escena una replica. Con la diferencia en que el matrimonio de Hazanavicius no parece vivir un solo momento de felicidad o empatía. La esposa de George (Penelope Ann Miller) siempre alza sus cejas, suspira y se dedica a caricaturizar las fotos que en el periódico aparecen de su esposo. Ahora, una narración tan ágil, por el uso constante de la elipsis, resulta inencontrable dentro del cine silente -si mal no estoy. De hecho en buena medida los méritos de El ciudadano Kane estriban en la manera en que cómo amplio los recursos narrativos del cine en general. Hazanavicius copia muchas estrategias, pero no tiene un afán particular por hacer una película silente hoy.


Un segundo malentendido es ver la cinta como una reconstrucción de lo qué ocurrió con el paso -traumático- de cine silente al sonoro. El artista es principalmente una fábula. No hay historiografía alguna en esta película. Un elemento que evidencia esto es que la razón por la que George Valentin no se decide a aceptar el cine sonoro es puro orgullo. Si se comparar la caída de Valentin con la de muchas estrellas del cine silente que no pudieron adaptarse al cambio, se caricaturizaría sus fracasos. En eso resulta más aleccionador ver Sunset Boulevard que de hecho rescataba del olvido a figuras que con el paso al cine sonoro habían caído en desgracia como Gloria Swanson, Eric von Stroheim o el mismo Buster Keaton.


Dicho esto se puede comentar que El artista es una película que consigue emocionar genuinamente. Utiliza historias manidas, mecanismos ya inventados -como el del Ciudadano Kane-, y hasta la música de Vertigo. Todo para contar, una vez más, la historia de la caída de un ídolo y la historia de un amor que resiste las crisis y el tiempo. El artista no es una película genial, ni el epítome de la perfección cinematográfica, como se ha repetido -y esta me parece el último y más grave de los malentendidos. Es simplemente una buena película. Un buen divertimento que lo sostienen principalemente las buenas interpretaciones de todo el elenco, con un sobresaliente trabajo de Dujardin y de Bérénice Bejo como Peppy Miller.
Ahora bien, podría imaginar cómo El artista sí es comparable a las miles de películas  que se hicieron en los años 20 del siglo anterior sólo para entretener un rato. Y no sólo divierte, sino emociona. Pero no es eso algo descomunal, ni un hito en la historia del cine, ni el momento en que se ha de producir un revival del cine silente (en ese caso la propuesta de Juha de Aki Kaurismaki era mucho más atrevida y prometedora).

Claro que no sé si finalmente redundo. Ya hay unos que la elogian en un rapto de éxtasis, y otros que la denigran al punto de rabiar. Sí, todo debe tener que ver con nuestros amigos los premios. Ellos que honran a lo mejor de lo mejor, dicen. Es cierto que entre las cintas que han sido lauredas en festivales y galas de premios hay mucho mejores que El artista, pero también lo es que las hay mucho peores. El artista es una cinta divertida y nostálgica, y en eso se acaba para mí.

 Sin embargo, prefiero terminar señalando, como alguien más debe haberlo hecho ya, el momento en que aparece El artista. Hoy que el cine parece ir muriendo frente a la tecnología digital, ya no sólo pierde terreno frente a la televisión, sino frente a muchos otros medios, El artista es una fábula que pareciera darles (darnos) la esperanza de que ese espéctaculo puede pervivir, puede transformarse por años y años. Y para colmo, la película toca de rebote la terrible crisis del 29 que encuentra hoy también una suerte de repetición -menor- con la crisis actual de las economías de los Estados Unidos y de Europa. Tal vez lo premios se deban a que hoy hay muchos más nostálgicos que en otras décadas. Las transformaciones de la tecnología y el cómo afectan las llamadas expresiones artísticas no se ven reflejadas en El artista. Me atrevo a decir que la cinta resulta más bien un anacronismo, un anacronismo antes de nacer, en el mundo de hoy. ¿O me equivoco? ¿O es que el cine es cada vez más un pasatiempo de nostálgicos?


Sin quererlo El artista podría presentarse como las antípodas del verso de Baudelaire: al fondo de lo Conocido para encontrar lo viejo.

PS:


Cabe anotar una polémica absurda producida por la película. Kim Novak se quejó de la cinta porque utilizaba parte de la música utilizada en Vertigo. Esto no sorprende si tenemos en cuenta que la viuda de Borges, también el año pasado, hizo salir del mercado un libro de Fernández Mallo titulado El hacedor (remake). El alegato por parte de la viuda de Borges es más que una ironía. Generalizando, la posición de Novak y María Kodama bien puede ser un zeitgest del arte en los estrados.

Para terminar la pieza que para Vertigo compuso Bernard Hermann:


Y la pieza que se utilizó en El artista:




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