Orfandad y Trenes en "Hugo"


A primera vista Hugo resultaría un filme atípico para Martin Scorsese. Una cinta protagonizada por un huérfano que descubre cómo superar no sólo su orfandad, sino como enmedar las heridas de un viejo que siente haber fracasado. No parecería ser una cinta del director que antes hiciese Taxi Driver o Good Fellas. Pero eso es simplificar la misma trayectoria fílmica de Scorsese, y principalmente, simplificar la historia de Hugo.
Hugo bien puede ser la cinta más Dickensiana de Scorsese, y dicho esto, debo también subrayar que el mundo en el que crecían los huérfanos de Dickens no se aleja tanto, como se podría suponer, de las calles sucias en las que Travis Bickle vagabundea. Todo esto para decir que Hugo es la cinta para niños que más probablemente habría filmado alguien como Martin Scorsese.


Hugo es esencialmente un cuento sobre la redención. En esto sí difiere con una buena parte de los filmes de Scorsese que se centraban en personajes que no podían redemirse. Hugo Cabret (Asa Butterfield) tiene el talento y la buena suerte para superar la difícil vida que ha tenido que enfrentar desde la muerte de su padre. La superación de la orfandad, sin embargo, es sólo el primer paso que usa Scorsese para homenajear al cine y reiterar su ya conocida cinefilia. Hugo ayudará a enmendar la decepción y frustración que sufre el viejo Georges Méliès(Ben Kingsley), un hombre viejo que se siente derrotado. El cine -arte- como medio para curar las heridas, un argumento viejo presentado con el oficio de Scorsese y con el amor que siente por el mismo cine. Por eso la película resulta satisfactoria en general, aunque implique también una especie de declaración sobre el mismo Scorsese y su trayectoria: un paso de una orfandad que se llena con el alivio del invento de los hermanos Lumière al filmar la llegada de un tren a la estación de la Ciotat.

1. Orfandad


La orfandad de Hugo Cabret no sólo me hizo recordar a los personajes de Dickens, sino también a Antoine Donel en Los 400 golpes. Antoine (Jean-Piérre Léaud) era el alter ego de Truffaut, que de joven vivió en la marginación y que gracias al apoyo de André Bazin encontró en el cine un lugar dentro de una sociedad a la que él parecía no pertenecer. Es verdad que Antoine no es propiamente un huérfano, pero hasta cierto punto el tipo de vida que lleva conjuga problemáticas que suele relacionarse con la de las historias de huérfanos: esencialmente con la inserción de una persona en todo el entramado de una sociedad. Antoine parece no encajar, la vida que empieza a llevar es un intento por encontrar un lugar dentro de una sociedad que parece cerrada para él. Tanto así que al final Antoine llega a la playa, y ahí parece terminar su aventura, sin haber encontrado un sitio claro donde encajar. La imagen final muestra a un Antoine que mira abiertamente con un gesto que denota asombro ante la incógnita del porvenir.


Hugo Cabret es un huérfano más sencillo. Sus robos y marginalidad sólo se corresponden con las desafortunadas circunstancias que lo han hecho vivir sin un norte. Pero Hugo tiene, a diferencia de Antoine, una pasión muy claramente definida: el arreglar un autómata que escribe, y que Hugo piensa le enviará un mensaje de su difunto padre. Antoine y Hugo no comparten sino rasgos superficiales. Lo que sí comparten es que tanto en el trasfondo de Los 400 golpes como en el de Hugo, ambas cintas describen precisamente la problemática de ser un marginal. En la película de Truffaut se percibe en la desadaptación que sufre Antoine, por la que el personaje intenta encontrar un lugar en la que pueda sentirse adecuadamente -en su hogar, me atrevo a decir. En la de Scorsese la marginalidad se presenta como el peligro que en la sociedad de los 20 supone para Hugo ir a un orfanato.



Y hay algo más, la sensación de inadecuación de Antoine se encuentra también en Hugo, en la medida en que al principio se le etiqueta como un ladrón. No hay lugar para él. Aunque claro, Hugo nunca es ladrón sino por necesidad, estamos en un mundo de fantasía. Antoine al contrario a veces si roba sin necesidad, el mundo de Antoine se parece más a la realidad. Quizás por eso es posible para Hugo redimirse, y no para Antoine. 



Es importante recordar, ahora, una escena de Hugo. Isabelle (Chloe Grace Möretz), ahijada de Georges, se ha convertido en amiga de Hugo. Lo acompaña a los ductos por los que Hugo da cuerda a los relojes de la estación. Ya en la noche, observando a la Torre Eiffel iluminada, Isabelle entristece pues como Hugo es huérfana también. Para consolarla, Hugo empieza a discursear. Le dice que todos debemos tener un lugar en el mundo, pues el mundo es como un mecanismo, y cada uno de nosotros somos una pieza necesaria para que el mecanismo funcione bien. Las implicaciones de un discurso así son muchas, algunas peligrosas. Pero intentan resolver ese problema de cómo insertarse en la sociedad. Hugo cree firmemente no sólo que es posible, sino que es más bien inevitable. Todos somos piezas de una misma máquina.  Este discurso es, reitero, peligroso; pero es comprensible si lo entendemos como una declaración de Scorsese y su propia trayectoria.

 

En contraste, Los 400 golpes no reduce de tal modo dichas problemáticas. La marginalidad no es simplemente un problema de encajar esas piezas remisas al todo. No obstante, es injusto asumir que la posición de Scorsese es la de su personaje, y más cuando esta cinta ocurre en un mundo de fábula. En todo caso la conexión entre las cintas radica en que ambas son un acercamiento a historias de personajes que viven en una sociedad que les es hostil, y que en una encuentran el modo, algo azaroso, para incorporarse a esa sociedad (Hugo) y en la otra queda abierta (Los 400 golpes).
 

Podía imaginar que Truffaut coincide, por lo demás, con Scorsese en su profundo amor por el cine, y que Hugo resulta cercana al Truffaut que tiempo después filmaría esos homenajes sentimentales como La noche americana.  Porque para ambos el cine supone el medio de inserción a una sociedad, el objetivo de sus vidas. Y por eso es natural que lo proyecten en sus ficciones. Es inevitable ver en Hugo al Scorsese de hoy absorbido por la industria fílmica, en la que por fin ha sido aceptado, y es comprensible su actitud. El que esa industria marginalice mucho otro cine es otra historia, y quizás una razón suficiente para empezar a temer cuando Hugo elabora ese discurso sobre piezas -nosotros- y las máquinas -¿la industria?. Esas ideas subyacen en la película, y creo que en ello es mejor apartarse.

Aun, lo central en Hugo es ver cómo la orfandad resulta aliviada al encontrar ese sustituto que para los personajes es el cine. Scorsese no intenta negar la complejidad de una realidad más dolorosa, esa realidad que ha vuelto tan melancólico al Sr. Méliès. Pero a esa realidad le antepone el cine como forma de expresión y realización, que es algo que quizás todos los que están involucrados en el cine -incluyendo a espectadores asiduos como yo- tal vez aceptamos como pequeño consuelo.

2. Trenes

Varios reseñas y comentarios han notado como el uso del 3D en Hugo es más que un gancho para atraer el público a base de efectos. Scorsese muestra que un cambio en la tecnología puede explorarse estéticamente, y no simplemente para aturdir espectadores impresionables. Apenas empezando la cinta, Hugo se dirige a la tienda de juguetes del Sr. Méliès para robar unas piezas con las que pinesa arreglar el automáta que le dejó su padre. Para mostrar cómo se acerca Scorsese utiliza un travelling desde el punto de vista de Hugo. Cuando se acerca al mostrador vemos la mano que se busca el objeto a robar. La sensación de profundidad en el 3D es mayor a la que hubiera conseguido en una cinta convencional. Cuando Hugo es sorprendido por Georges, el sobresalto es mayor al que hubiese conseguido sin el 3D.


Lamentablemente la cinta comienza con unos largos travellings que parecen más salidos de una cinta de Spielberg, y que parecen simplemente querer asombrar -como aparentemente se quiere asombrar al espectador cada vez que se utiliza el 3D. No obstante, en general Scorsese utiliza esta tecnología de un modo más ingenioso, y sobre todo mucho más significativo, de lo que resulta en la gran mayoría de cintas que la industria exhibe.
Pero el uso más estimulante del 3D es en que le asigna una relación intertextual. La película es principalmente un homenaje a Georges Méliès, pero también un homenaje a muchos de los pioneros del cine, y a los realizadores del cine mudo. Entre esos pioneros la película incluye imágenes de la película que exhibieron los hermanos Lumière: la llegada del tren a la estación de la Ciotat. 


Scorsese de modo inteligente conecta esa nueva tecnología con la que utiliza en Hugo. Por un lado cita directamente, una referencia a la cinta es una excusa para colocarla dentro de la película. Pero por otro rehace esa primera cinta dentro de la cinta: 


En algún momento Hugo sueña. Se encuentra en la estación, camina tranquilo. De repente cree ver una llave de Isabelle dentro de las vías del tren. Hugo baja para recuperarla. Al cogerla se concentra en ella sin percatarse de que se acerca el tren. Como se recuerda, la primera exhibición de la cinta de los Lumière produjo pánico entre  su público que creyó que el tren se abalanzaba sobre ellos. El sueño de Hugo permite que la angustia de esos primeros espectadores se genere en los nuevos, amplificada por la nueva tecnología del 3D. Es la reconstrucción de esta vieja cinta inserta dentro del filme en una nueva tecnología. Un juego intertextual que describe la evolución del cine de modo más efectivo que muchos libros de cine. Además, le sirve a Scorsese como anticipación de una futura escena con importancia en el desenlace. 


Creo que la conjunción de estos elementos hacen de Hugo una película sobresaliente. Más, cuando tenemos en cuenta que esa pesadilla de algún modo revela una complejidad que no se encontraría casi que en cualquier otra cinta hecha para niños. Scorsese encadena dos pesadillas dentro de la historia como si mostrara que tras el mundo de fantasía de Hugo siguen perviviendo los infiernos que en otras cintas ha mostrado. De hecho, suena casi a declaración propia el que Georges Méliès diga que para el contexto de la Primera Guerra Mundial se necesitaban realizadores que mostraran dicha realidad: algo que podía entenderse como una confesión de Scorsese mismo y sus cintas. Hasta cierto punto el cine de Scorsese funcionó para parte de los espectadores de Estados Unidos como ese tren que los sobresaltaba. 


Hugo es una muy buena película que quizás se conforme demasiado con el estado de cosas del cine de hoy -especialmente con eso de la industria. Aún con eso, Hugo es una experiencia reconfortante.

P.S.
En una imagen aparecen Joyce y Dalí, probablemente. Uno podía resumir otra tipo de historia: De Macintosh al Cameo. En Hugo no sólo hay homenajes cinematográficos.

La cinta se ha traducido siguiendo el título de la novela en la que se basa: La invención de Hugo de Brian Selznick.



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