Shame


Después de ver Shame salí con la sensación de que no podía definir mi posición sobre la película. En principio esto puede ser una buena señal . Con los días me he ido decidiendo: Shame es una propuesta interesante que muestra en buena medida -y para bien y para mal- las contradicciones y motivaciones de nuestra época. Una película que sigue atentamente a Brandon (Michael Fassbender), al punto que prácticamente vemos la realidad desde su punto de vista. A veces tengo la tentación de comparar a Shame con un monólogo melancólico, lleno de arrepimiento. No obstante, el resultado no es igual en todos los sentidos. La cinta parece plegarse a ser radiografía de una época, y no de su personaje. No digo esto porque sea refractaria a justificar, como lo notan muchos críticos, los problemas de Brandon con base en su pasado-como si se tuviese que psicoanalizar inevitablemente a los personajes. No. Lo problemático se conecta con una realización que al estar a medio camino entre el video arte y el cine convencional, utiliza erronéamente algunos recursos de ambas formas cinematográficas. A su vez, la cinta a veces se limita a ese punto de vista de tal modo que, inevitablemente, se usará como advertencia sobre los problemas de un adicto al sexo, y no será entonces la expresión de lo que es un personaje que vive en el mundo de hoy obsesionado, parece, por el sexo. En todo caso, redacté unas notas para reflexionar sobre la cinta antes de este pequeño comentario. Llegué a mi conclusión con base en ellas. Estas notas son puntos de referencia que buscan reflexionar sobre distintos aspectos de Shame.



Primero: Brandon, protagonista de Shame, no es un Don Juan. Es un enfermo. La aclaración resulta relevante pues si se compara la imagen que socialmente se entendía por un Don Juan, y la que se puede percibir del adicto al sexo bien pueden mostrar cambios de interpretación sobre personajes afines en distintas sociedades. Don Juan pudo verse como un pecador, un rebelde; en tanto que Brandon es esencialmente un enfermo, o un adicto. Luego de ver Shame no pude evitar pensar que aquella cinta parece diseñada para las charlas preventivas en contra de aquella adicción. ¿Pero será la vida de un adicto la escenificación de un repertorio de síntomas? ¿Seremos simplemente pacientes que sufrimos de un distinto mal? Soy injusto. Shame va más allá de ello. 
Ahora, lo que quiero decir es simplemente que una interpretación oculta a otra. Una forma de conocer el mundo ilumina la realidad ocultando otros rasgos. El adicto al sexo oculta rasgos que se asociaban a un Don Juan. Aunque repito: Brandon y Don Juan si acaso son primos.



Segundo: Steve McQueen -en contra de todos los pronósticos su nombre real- devino de artista en cineasta. Sus largometrajes, sin embargo, no han estado tan cercanos al video arte et. al., sino que han sido concebidos como películas más convencionales con algunas peculiaridades. En la primera secuencia, tras salir de casa, Brandon observa fijamente a una pasajera. Entre ambos comienza un intercambio que no sigue el típico plano y contraplano, sino que es interrumpido por imágenes de Brandon por la mañana, o por lo que parecen recuerdos de Brandon. De hecho, incluso en una de las planos de Brando la imagen está completamente desenfocada, mientras que el contraplano de la mujer es convencional. La metáfora que puede implicar el fuera de foco se puede ligar a una idea más bien pedestre de lo que se llama poesía en el cine, pero McQueen no abusa de estos recursos y los subsume a la narrativa de su historia. Vistos en su conjunto estas imágenes no pasan de ser sino manierismos.
Otra cosa es algunas de los juegos narrativos que propone. Pero escribiré en otra nota sobre ello.


Tercero: No hace falta decir que el trabajo de todo el elenco, y muy en particular el de Fassbender es excepcional. Es su actuación la que concentra el interés del filme. Por eso fue ciertamente injusto que no se le nominara a los premios Oscar -lo que no pasa de ser anecdótico. Sin embargo, McQueen alegó que el motivo para dicha omisión residía en la pacatería e hipocresía característica de los E.E.U.U. Cierto o no, lo que me interesa es más cómo el confrotar abiertamente con el sexo produce reacciones desconcertantes. Comenzando por la del mismo McQueen, ya que si tiene buena razón en decir lo que dice, el no nominar a Fassbender se debe más bien, probablemente, al afán de atraer un público mayor a la ceremonia de televisión, y eso lo hacen las películas de mayor distribución y con actores más reconocidos en los E.E.U.U., algo que ni Shame es, ni Fassbender es todavía. Lógicamente lo de premiar lo mejor no es necesariamente una máxima para los Oscar -para ningún premio para ser sincero. Reclamar por ello es ridículo. 
Igualmente ridículas eran las prevenciones del algunos críticos ante las escenas de desnudez y sexo más abierto, pues escenas estimulantes podían mandar el mensaje "equivocado", como si nosotros los espectadores fueran a convertirnos en adictos al sexo después de ver Shame. Un argumento que desconoce entonces la gran publicidad asociado con el sexo, o el hecho de que la llamada industria cinematográfica ha conseguido buena parte de sus réditos vendiendo sexo. 
Ahora, Jonathan Rosenbaum, uno de los más lúcidos críticos de cine, despacha la cinta etiquetándole como homofóbica y definiéndola como una fatúa "psicologización" que supone una suerte de dignificación de la vulgaridad: o dicho más directamente, de las complacencias y brutalidades sexistas de McQueen. Si bien lo primero puede ser una inferencia muy sutil de una escena, lo segundo ya no lo comparto. Es verdad que la película se hace por ratos más grandilocuente y revela muy poco en comparación, e igualmente que la psicología del personaje, curiosamente no por la actuación sino la realización, parece dispersa e inconexa. Pero creo que este es un debate de mucho más fondo de cómo está evolucionando ciertas tendencias cinematográficas como el cine de von Trier: un cine que quiere cimbrar a las buenas conciencias camuflado ya sea en el cine de género o el cine de explotación. De por sí una propuesta estética no es buena ni mala, y esto se aplica para todos estas nuevas películas empezando por las de von Trier y por Shame. No soy defensor de la cinta de McQueen, pero creo que la exposición descarnada de la sexualidad de Brandon se conecta con la abierta exposición que cada vez tiene la sexualidad misma hoy. Rosenbaum está en lo cierto en afirmar que mucha de la audiencia se siente glorificada por la hipocresía que muchas otras cintas encubren ahora con una aurola de cine artístico y de explotación, pero Shame no se autocomplace tanto en el sexismo sino que intenta dar vida de unos días de un adicto -lo que hace bien a ratos. El posible sexismo y la homofobia hacen parte del mundo de un personaje, y en tanto tal se describen, pero no se ubican como una cualidad intrísenca del mundo en que se vive. Rosenbaum, en este caso en particular, es quizás muy desconfiado.


Cuatro: La estructura narrativa de Shame es esencialmente lineal. Brandon tiene una vida agitada por su adicción, pero la controla, hasta que aparece Sissy (Carrey Mulligan), su hermana, que lo va a llevar a una suerte de colapso. En sólo dos momentos McQueen altera notoriamente la secuencia lineal de eventos: al principio, cuando muestra a su  personaje cuando comienza el día y la ya mentada escena del metro; y, la noche en que pierde Brandon pierde el control. Ambas se presentan sin que en un primer instante sea evidente que algunas de las imágenes son el pasado -recordado- y otras el presente de la historia: Brandon golpeado en la mejilla viaja en el metro,  el siguiente plano muestra a Brandon sin el golpe coquetéandole alegremente a una mujer en un bar. McQueen parece estar convencido que el lugar perfecto para recordar es el metro -o el bus diría acá en Bogotá. Estos recuerdos resultan dolorosos para Brandon, se avergüenza de ellos. La fragmentación parece estar diseñada deliberadamente para  evitar un típico juicio moralista al estilo de la horrible Requiem por un sueño. Se quiere justificar hasta cierto punto el proceder de Brandon, sin darle por ello un tono ejemplarizante. La estructura narrativa sirve para evitar el moralismo en esta escena. Sin embargo, su uso es tan esporádico que inevitablemente parece por momentos gratuito, en particular en la primer secuencia que parece darle un tono a la cinta que sólo ha de recobrar en la secuencia central de la noche de descontrol. Esta ambivalencia hace de Shame una cinta irregular, un híbrido entre lo convencional y el video arte que no consigue encajar del todo sus piezas.


Cinco: Hay una reiteración en el modo en que McQueen filma las conversaciones entre Sissy y Brandon. En dos escenas, primero en el metro, y más tarde en el apartamento de Brandon frente a un televisor que muestra dibujos animados, ambos están de espaldas. Inevitablemente recuerdo entonces a Vivir su vida y su comienzo con primeros planos de espaldas que obstruían aquello que debía estar viendo -el rostro de los personajes. McQueen elige este tipo de plano para mostrar un tipo de relación problemática entre los hermanos, vemos con dificultad pues ellos se relacionan mal. En Shame algunos de estas decisiones son mucho más significativas que el mentado plano fuera de foco. Peio Aguirre interpreta el muy notado uso doble de la palabra "vintage", y elabora sobre ello. Los sentimientos entre hermanos como relación vintage, podía interpretarse también. Lo cierto es que la perspectiva que escoge McQueen resalta una dificultad, como si se estuviera entrometiendo en la vida de estos dos personajes. Recursos como este, sin embargo, no abundan como uno quisiera en Shame.


Seis: Peio Aguirre también comenta Shame elogiosomente describiéndola como una cinta que ayuda a entender  "la neurosis que invade el mundo civilizado" actual. Tiene razón al afirmar que Shame capta algo de nuestra propia época. Shame lo hace desde el punto de vista de Brandon, casi estoy tentado a escribir una palabra como perspectivismo -si se puede hablar de eso en cine. Ese mundo que tanto disgusta a Rosenbaum y que para Aguirre es un reflejo de una ansiedad es marcadamente el del protagonista. Por ello resulta incomprensible ver esas reseñas que señalan que la cinta es "objetiva".  Nada de eso. Shame se apega a tal punto de vista, casi como si fuera un monólogo de un ser agobiado por diversos fantasmas.  
Hace tiempo tenía una mal interpretación deliberada del Dr. Jekyll y Mr. Hyde de Stevenson. La historia era en realidad un relato sobre la adicción, sobre lo que significa tener un vicio. La transformación de Jekyll en Hyde era simplemente la transformación de alguien por su adicción -una clara interpretación moralista. McQueen nota certeramente que hay un problema moral entorno a la adicción, como lo había en mi mal interpretación de Stevenson. El único inconveniente que le veo a McQueen es que Brandon es demasiado Hyde y muy tenuemente Jekyll. Bien podía ser entonces una radiografía del estado moral -en un sentido más amplio- de las cosas. Pero la cuestión se queda corta en el film de McQueen. No puedo evitar pensar que el mundo de Brandon está dibujado sin piezas importantes, Shame se quea corta al final, repito, porque si bien retrata lo que es una adicción, a veces deja de retratar a Brandon.


La música y las Variaciones: La música compuesta por Harry Escott encaja idealmente con Shame: repeticiones envueltas en tonos que parecen sugerir una amenaza latente. La versión de New York, New York, por su parte, parece concretar la sensación de desolación que sufren tanto Sissy como Brandon. Otra cosa es el uso del Aria de las Variaciones Goldberg -en la polémica interpretación de Gould-, como los preludios y fugas interpretados por el mismo Gould tomados del Clave Bien Temperado. Por alguna razón que no comprendo del todo, las interpretaciones de Gould se han convertido en material para cintas cuyos protagonistas son enfermos o psicópatas -Hanibal Lecter oye con deleite a Gould. ¿Querrá esto significar que el gusto por Gould lo hace a uno enfermo? Espero que no. Debo admitir, entonces, que el uso de la pieza en Shame me molestó, aunque advierto no tengo una razón verdadera para decir por qué. A pesar de que Peio Aguirre señala que las Variaciones simbolizan "el carácter métodico del personaje", esa incomodidad continua: el personaje oye, por ejemplo, el Clave Bien Temperado mientras corre en la mitad de la noche pues su jefe se está acostando con su hermana en su propia casa. Demasiado construido para contrastar, diría yo. Esto muestra un conflicto entre un realismo crudo y una construcción excesivamente compuesta que uno asociaría más con un melodrama histérico.
Quizás haga falta decir que, según la leyenda, las variaciones fueron compuestas para curar el insomnio del conde Hermann Carl von Keyserlingk. ¿Hace lo mismo con Brandon? ¿Conmigo? Mejor no responder.

P.S.: La película fue traducida en Colombia como Deseos culpables. Por lo menos no fue Placeres culpabes.

Por amor a Bach, y a Gould, no puedo evitar terminar con el Preludio y Fuga 10 del Clave Bien Temperado. En la cinta Brandon corre oyendo esta música. Un contraste polifónico para una cinta tan homofónica.

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