El topo (Tinker Tailor Soldier Spy)


La dificultad de ver. Cada día es más difícil. La concentración se escapa y como sonámbulos se necesitan más reiteraciones, que se repita una y otra vez para comprender. Y también está ese tedioso asunto de la Verdad. Una cuestión que no hemos acostumbrado a ver o no ver. Como si la metáfora ilustrara una relación inextricable entre visión y Verdad. Con el paso de los años las cintas que veo han pasado a ser más y más explícitas -en todo el sentido de la palabra, y en especial más y más explicativas. No se debe dejar lugar a dudas, ni puede haber un ápice de duda, ni el más leve atisbo de ambigüedad. En especial en esas películas que hablan sobre la Verdad.  Tinker Tailor Soldier Spy (El topo) es un buen remedio para ello. Es una película sobre espías nada más, pero está muy lejos de aquella narración hiper-explicativa a la que se ha ido decantando buena parte del cine. De la dificultad de ver, repito, podía titular un pequeño comentario sobre la nueva cinta de Tomas Alfredson.


Tinker Tailor Soldier Spy es una nueva versión de la conocida novela de John le Carré, que ya había sido adaptada para televisión en el 79. La enmarañada narración de Le Carré pasa a ser un relato oblicuo que tiene como motivación la de una película de espías al uso, pero que prefiere contar, al mismo tiempo, la triste vida gris de los espías que parece, en general, no distar mucho de la triste vida gris de los burócratas. De eso se trata, finalmente, de conflictos pequeños que ocurren tras ese telón plomizo que cubre ya sea Londres o Budapest. En otras palabras: es un film sobre la búsqueda de un infiltrado ("topo") soviético en la cúpula del servicio secreto británico (MI6) en la superficie, aunque interiormente es sobre la (frustante) vida de los espías envueltos en dichos eventos. Más allá de la inspiración que Le Carré, que también fue espía, obtuvo del caso de Kim Philby -infiltrado soviético entre los espías británicos-, hoy, tantos años después del final de la Guerra Fría, estas tensiones parecen haber dejado de ser tan importantes; y en Tinker Tailor Soldier Spy el discurso ideológico, que inevitablemente acompaña este tipo de libros, se ha oscurecido, como la Verdad.


El reconocido crítico Roger Ebert se quejaba, junto a otros, de lo abtruso del filme. Decía que era muy difícil de seguir, pues no recordaba que hubiese aquellas escenas en que un personaje recapitula la situación. David Bordwell realiza un detenido análisis para describir como las estrategias narrativas del film de Alfredson un tanto más oblicuas que la de los thrillers tradicionales, pero que en definitiva seguía manteniendo las convenciones de los thrillers: un ejemplo claro que Bordwell da es que la presentación de un lugar, Paris, se hace por medio de una imagen que ya nos ubica en lugar; si bien los thrillers -y muchas otras- películas de hoy reiteran con varios planos dicho tipo de localización. Incluso, si el sitio no es claramente distinguible -la base del MI6-, se suele colocar una leyenda que lo identifique en su primera aparición; Alfredson no lo hace. Alfredson no reitera la información, y por eso seguir la cinta es algo más demandante que la de un thriller tradicional. Lo que Ebert ve como un rasgo negativo, creo yo es una virtud hoy, cuando hay filmes que redundan tan excesivamente que para dar una pequeña información la repiten una y otra vez.


Más allá de ese problema con la información hay algo más: en el momento en que se resuelve quién es el Topo, no llegamos a una escena climática en que un detective al estilo Poirot explica con pelos y señales cómo ha resuelto el caso. Alfredson muestra simplemente la resolución, deja que el espectador llene los huecos con la información que ha dado durante el resto del filme y con una imagen en la que George Smiley (Gary Oldman) le apunta al topo. Bordwell califica esto de una especie de anticlímax, evitar intencionalmente aquella escena que supone distiende el conflicto y lo resuelve. Hay que subrayar que esta solución es consistente con todo el modelo narrativo que plantean Alfredson y los guionistas Bridget O'Connor y Peter Straughan, y que es importante para denotar una ambigüedad de la que carecen la novela, y si nos atenemos a las palabras de Bordwell, la serie de televisión.


También el trabajo actoral de Gary Oldman como Smiley refuerza el aspecto indescifrable de los acontecimientos. Su rostro suele no expresar sino atención, cuidado. Sus gafas de lentes opacos se conjugan para no dejar traslucir aquello que ocultan. Inevitablemente se ha comparado la interpretación de Oldman con la que realizó Alec Guiness para la serie televisiva, y esto pueda dar lugar a análisis e ideas, pero dado que no conozco la serie prefiero centrarme en el hecho que la actuación de Oldman. Esta interpretación es funcional dentro del conjunto. "Oldman es una esfinge" dice Bordwell, y tiene razón en que no conocemos muy bien qué lo motiva, cuáles son sus sentimientos. Ahora bien, es esta incertidumbre la sensación que produce la cinta. El espectador debe llenar los huecos y explicar las motivaciones de los personajes. La novela de Le Carré, donde todo tiene explicación, deviene en una cinta oscura en la que no se distingue bien las razones, y eso es lo que la hace sobresaliente.
Uno puede aventurar hipótesis, como por ejemplo el mismo Bordwell lo hace para justificar a Smiley como un personaje que busca una suerte de venganza. O uno puede simplemente leer la novela, o ver la serie, y quedarse contento con dicha explicación. Alfredson hace algo más arriesgado y estimulante, más juguetón, borra huellas y deja que el espectador los llene como a bien tenga.


Al principio anoté que interiormente la cinta exploraba las frustraciones de los personajes. Aunque parece contradictorio, finalmente lo que cuenta Alfredson es más los conflictos de sus personajes, y no tanto una cinta sobre el orden mundial, o sobre cómo salvar al mundo (¿?). Tinker Tailor Soldier Spy es un filme circunstancialmente centrado en la Guerra Fría. Oblicuamente. Lo que trasciende es que un espía tenga que soportar las infidelidades de su mujer, o que un par de espías homosexuales terminen separados por el motivo de su trabajo. Esto bien puede ser indicativo de cómo nuestro mundo contemporáneo ha cambiado de unas prioridades a otras, y en ese sentido es una cinta muy contemporánea. Las frustraciones también se asoman, simplemente, y es lo que al final resalta el director mediante una escena que como un ritornello vuelve una y otra vez: la fiesta de navidad en el momento en que todos esos espías todavia podían celebrar. Dicha escena adquiere un valor central en la cinta dado que el filme no es tanto sobre el mundo de los espías, sino sobre los espías mismos.


Cuando el sub-secretario Oliver Lacon (Simon McBurney) encarga al recientemente retirado Smiley de investigar si hay un topo en el MI6, le intenta incitar a investigar diciéndole que al fin y al cabo esta agencia es resultado de su generación. En la cinta de Alfredson hay una sensación, además, de derrumbamiento y ruina, de decadencia. Algo se acababa. Tinker Tailor Soldier Spy es nostálgica, pero también alude a una especie de caída, de vejez si se me permite. Sin embargo, la historia continúa, no hay tiempo sino para desenrrollar los viejos enigmas y resolverlos. Hay persistencia. Me aventuro a decir que la cinta de Alfredson podría ser un ejemplar más de aquello que Said llamó, con base en Adorno, el estilo tardío.Un filme con un grado de solemnidad, pero solemnidad ironizada, que recuerda a la muerte una y otra vez. Seguramente es exagerado, pero la idea necesita más elaboración en todo caso.


Por otra parte, los críticos y comentarista han reiterado que la cinta es anti-Bond. Lejos del lujo y el glamour, de las aventuras descabelladas y los conflictos por la salvación del mundo, el filme se mueve en un mundo mucho más estático, burocrático. Es inevitable asentir. Por mi parte recuerdo el final: en la fiesta de Navidad sonaba "La Mer" interpretada por Julio Iglesias,  dos espías homosexuales se sonríen, más tarde uno tendrá que matar a otro para que el otro no sufra la ignominia. Al momento de matarlo la bala le perfora una mejilla, y al tiempo que la sangre mana rueda una lágrima. Todo al ritmo de "La Mer". Un final que no encajaría en modo alguno en una película de James Bond. Qué raro que lo más anti-Bond no sea todo aquello que se señala, se me ocurre a mí, sino este final. Esta secuencia no encajaría en mi descripción de la cinta, pero tal vez si lo haga si suponemos que Alfredson realiza una cinta en un estilo tardío.


Tinker Tailor Soldier Spy es una cinta sobresaliente, y especialmente sana entre tanta redundancia. Es verdad que sólo es una cinta de espías, y que un últimas no deja de ocurrir aquello que ocurre en las demás, pero tal vez hace falta un uso narrativo un poco más sofisticado hoy, y sobre todo hace falta que el cine le permite jugar al espectador un poco más. Así solamente sea para llenar hoyos.
 
P.S.: La banda sonora de Alberto Iglesias es notable también.
 







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