Lo que hay entre el principio y el fin del mundo (Sobre una crítica de J. Hoberman)

 
En el festival de Cannes de 2011 se exhibió, adredé, una película que recreaba la creación del universo (El árbol de la vida) dos días antes de otra que recreaba el final del planeta Tierra (Melancolía). La evidente conexión no pasó desapercibida, al punto que J. Hoberman, crítico de Village Voice durante más de 20 años,  reseñó Melancolía como si fuera una respuesta a El árbol de la vida. Hoberman elogiaba la cinta de von Trier, pues no se contentaba con la vacía metafísica de la película de Malick: von Trier no tenía piedad para decirnos la verdad y por eso es que era tan bueno el danés a comparación del norteamericano, decía Hoberman resumiéndolo groseramente. Aunque admita que mi forma de pensar esté más cercana al discurso que plantea von Trier que a ll de Malick, encuentro las afirmaciones de Hoberman erróneas. De hecho, en mi modesta opinión, El árbol de la vida resulta una cinta más interesante que Melancolía. Continuando con las citas de Wilde hay que decir que el misterio está en lo visible, y no en la invisible; y añadir también que a veces el discurso se confunde con lo esencial, y no se observa a la imagen, que en el cine va primero.



En primer lugar hay que notar las similitudes entre ambas películas. En buena parte de los metrajes de ambas cintas la cámara se posiciona cerca de los personajes, oscila junto a ellos, los sigue de cerca. Es raro verlos en conjunto, dentro de sus casas o mansiones -especialmente en El árbol de la vida. Asimismo hay que notar que ambas películas utilizan imágenes que muy burdamente hemos de etiquetar como simbólicas, en el caso de Malick partiendo de tópicos para de ellos alcanzar un grado de "inefabilidad" -que no siempre consiguen, y en el de von Trier quizás más juguetonamente, símbolos más transperentes y paródicos que se confunden con una idea de un Arte superior.


Si esto los une, el estilo los separa. Malick utiliza movimientos de cámara "limpios", dan la impresión que la cámara flota sobre -o junto- al personaje, como un punto de vista angelical. En tanto que von Trier -la mayoría del tiempo- utiliza esa cámara insidiosa, temblorosa, que utilizó por primera vez, si no estoy mal, en Breaking the Waves, pero que subrayó luego de firmar con otros directores daneses los mandamientos de Dogma. Una cámara, pues, que se involucra en el drama de un modo más violento, atravesando el espacio de los personajes para conseguir captar los conflictos que ocurren allí, de un modo relativamente similar al modo en que el camarógrafo aficionado lo hace con los videos caseros. Como contrapunto von Trier filma una serie de imágenes muy cuidadas, al punto de ser comparadas con "tableaux vivant", lo que en general subraya esa imagen simbólica (paródica) que presenta.


Ahora, en tanto que el modo en que Malick filma a sus personajes guarda relación con ese discurso que elabora sobre el Universo, von Trier sigue más sus propia evolución que en general ha derivado en un uso frecuente de esa cámara insidiosa, acompañado de imágenes muy cuidadas -ya en Dogville von Trier había mostrado, guardando las proporciones, una misma forma de aproximación visual. Malick filma su cinta consistentemente: su punto de vista se ve concretado en el modo de tratar la imagen. No así se puede decir de von Trier, quien, a pesar de algunas de sus experimentaciones -o de declarar con bombos y platillos que está experimentado-, sigue una suerte de estilo. Von Trier se acerca a su historia mediante un uso de cámara común a muchas de sus anteriores cintas, no hace sino utilizar ese estilo para contar otra historia. No es que haya nada inadecuado en el modo en que filma von Trier, pero tampoco hay una razón específica para hacerlo del modo en que lo hace.


En lo que prefiero la cinta de von Trier a la de Malick es en cuanto se refiere a sus simbolismos. Ya anotaba en mi reseña de Melancolía que el explicar en una escena una de la imágenes de su prólogo parecía un ejercicio torpe: a menos que uno entienda esta explicación como una broma en la que el director se burla de una idea del Cine Arte, como un cine prístino y edulcorante que apacigua las conciencias. De hecho la temblorosa cámara de von Trier tiene muy poco de prístino, y eso bien podía ser una razón para su constante uso. Si tan solo fuese que von Trier está desafiando las preconcepciones de lo que significa Arte, sería genial ver una cinta de von Trier. Claro está que ver repetido una y otra vez el mismo procedimiento es redundante, aburridor por decir menos.


En contraste, Malick utiliza símbolos obvios: el correr del agua por ejemplo, los reitera una y otra vez, e intenta no evidenciar significados muy concretos. Las imágenes aparecen en secuencias que no parecen responder a una idea narrativa, ni a causalidad alguna, y este montaje es lo que evita que las imágenes caigan en el tópico que de por sí ya son. No obstante, Malick, muy convencido de su plegaria a la maravilla de lo que es el Universo, termina por reiterar tanto el uso de esas imágenes-símbolos que los convierte en otra suerte de tópicos. Tanto así, que no sé que pensaré cuando vea a otra corriente de agua en cualquier otra cinta. Por lo demás, el mostrar una imagen de Mrs. O'Brien levitando es simplemente desafortunado, y este es solo un ejemplo de imágenes que no hace falta poner en una cinta, y que están en El árbol de la vida.


Hoberman dice sin rubor que la diferencia entre las dos cintas es aquello que media entre Arte y Kitsch. Ciertamente pisa terreno pantanoso, confuso -para no ir lejos, este mismo blog puede ser muestra de ello. La diferencia no parece muy relevante, por demás discutible. El endilgar a la cinta de von Trier el adjetivo de Arte es quizás no entender la posición provocadora de muchos de los ejercicios del realizador danés. En tanto que afirmar que Malick es Kitsch bien puede ser un adjetivo para ciertos usos de la imagen -como algunos de los símbolos, repito: una mujer levitando-, pero minimiza todo el conjunto de El árbol de la vida.Además, hay tanto Kitsch en Malick como en von Trier, quien no teme terminar su cinta con una escena sensiblera. La cuestión es irrelevante en cuanto a las cintas se refiere, pero iluminadora sobre la posición del crítico. Tal vez haya también sedimentación de conceptos en la crítica, y en el galimatías que nos ofrece ese amplio espectro del comentario sobre el cine, o cualquier otro arte, términos como Arte y Kitsch ya no sirven como guía para comprender las obras. En definitiva Hoberman muestra que categorías que algunos discursos consideran caducas, aún tienen vigencia para algunos.


Todavía falta hacer explícito el porqué considero la cinta del norteamericano que la del danés. Malick concibe su narración con varios níveles, e intenta conjugarlos para mostrar una exaltación del Universo, que es, en buena medida, una simple exaltación de sus propias creencias. Sin embargo, Malick narra también el pequeño drama de una familia del sur de los Estados Unidos, lo que permite contrastar la grandilocuencia del discurso del mismo Malick. La narración comprensible como antídoto del delirio sideral. Von Trier, al contrario, amplifica las catástrofes domésticas con una catástrofe sideral: una espejo de la otra, lo que da un sentido bastante comprensible de la situación. Creo que Hoberman se equivoca al señalar que Von Trier nos molesta -en el sentido que le quiere dar. Melancolía es una cinta que deja todo en su lugar -o en el lugar que von Trier lo quiere dejar. El árbol de la vida promulga un sentido, casi que hace proselitismo de él, y sin embargo, cuenta un drama que va en contravía con ese sentido. Es cierto que en buena medida la idea de Malick es mostrarle a su propio protagonista un sentido el universo como para validar el sinsentido del drama pequeño, pero en últimas un final feliz no borra una vida incómoda en la que el sentimiento de inadecuación permea tanto a Jack como a su padre. Todo esto para decir que es Malick quien realmente está provocando las creencias de nosotros, los espectadores, quien quiere dialogar con ellas planteando las suyas. Von Trier parece, en su Melancolía, dictar un diagnóstico que no deja un resquicio de duda, y por eso su película es más bien un calmante.

 
Lo que hay entre el principio y el fin del mundo es la vida de estos pequeños personajes -entre otras cosas. Lo verdadero que se pueda reflejar de ello es quizá lo que más nos interesa -mejor digo que me interesa, de ambas películas. Prefiero El árbol de la vida, aún con todo su discurso místico y su endeble simbolismo, pues representa unas vidas más genuinamente que el teatro repetido y atenuadamente histérico de alguien que dice estar curando su melancolía.



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