Los vengadores

 
Cuando todavía era adolescente, me convertí en un aficionado de los cómics. Compraba los escasos números que de vez en cuando aparecían en la Librería Nacional del centro. Escasos y sin ninguna hilación, los compraba cuando podía. Pero fui dejando de comprarlos por la falta de plata, y por la imposibilidad de seguirlos realmente. Intentaba seguir las series de mis héroes favoritos en la televisión también, a Spider Man en particular, sin mayor éxito. Cuando no era un inesperado cambio en la programación de la televisión nacional, yo mismo abandonaba a mi héroe a su suerte, como si no fuese capaz de un fervor sostenido. Supongo que debe haber una conexión entre mi inconstancia y mi incapacidad para convertirme en un verdadero fanático, por lo menos en lo que a cómics se refiere. Supongo que justifica, además, el que no sienta entusiasmo alguno cuando vaya a ver una cinta de superhéroes. Ni siquiera el Hulk de Los vengadores me hace añorar los tiempos en que veía en televisión a El hombre increíble. Mi primera pasión por los cómics yace dormida, por no decir muerta. Los vengadores no ha hecho nada por resuscitarla.


Los vengadores cuenta la conocida historia de cómo un grupo de superhéroes unen sus fuerzas para salvar al mundo. La amenaza está representada por lo que pueda hacer Loki (Tom Hiddleston), sí, el dios nórdico, al robar el Tesseract -la etimología griega se refiere a la figura que se deriva del cubo en la cuarta dimensión, aunque en la cinta sea llanamente un cubo en 3D-, para con él abrir un portal que le permita una invasión extraterrestre a la Tierra y lo convierta así en rey de los humanos. Para impedirlo Nick Fury (Samuel L. Jackson) debe juntar a una grupo de superhéroes, Los Vengadores: Iron Man (Robert Downey Jr.), Capitán América (Chris Evans) y Hulk (Mark Ruffalo), que se suman a los ya reclutados Haweye (Jeremy Renner) y Viuda Negra (Scarlett Johansson). Además, mientras unen fuerzas, se suma otro dios nórdico al bando de los buenos, Thor (Chris Hemworth), que no acepta que su hermano Loki esté formando problema. Fury quiere impedir dicha hecatombe, más cuando el Tesseract le fue robado mientras indagaba por su posible uso -lo que parece curioso es que la misma palabra, según Wikipedia, también se traduce como una "arruga" que permite los viajes en el tiempo.


Pero salvar al mundo es un negocio costoso. Merece un pequeño reconocimiento, y los egos de todos estos superhéroes unidos puede conspirar contra el propósito inicial. Fury tiene que guiar a todos estos desadaptados, debe hacerlos entender que la unión hace la fuerza. Y cuando por fin lo entienden, los superhéroes son capaces de acabar con la destrucción computarizada que tiene lugar en pleno Manhattan. Todo es muy estruendoso y largo. Los vengadores anuncia salirse un poco del libreto; no mucho sin embargo, nada de sorpresas desagradables por favor.


No se entienda mal. Los vengadores entretiene, a ratos. Para eso fue hecha. Puro espéctaculo. Alineado con las tendencias que dominan otros espéctaculos: es decir, un acercamiento menos solemne a esa lucha entre el Bien y el Mal. Por eso vemos hoy  a un James Bond más vulnerable, o a un Batman que implica dilemas un poco más complejos -pero un poco nada más. Los vengadores introduce un humor que parodia a sus propios héroes -de modo similar al que Whedon lo hacía en sus series de televisión. No obstante, ese humor es un aderezo sin mayores efectos, casi que añadido a gachas, para no salirse del libreto, repito.


Al mero principio de la cinta Loki nos anuncia sus intenciones: ha venido a regirnos para liberarnos de la Libertad. Y luego, para subrayar el hecho, en Alemania Loki intentará hacer hincar al pueblo alemán para que cumpla bovinamente con sus deseos. Sólo un hombre entonces se levantará para desafiar al malvado dios -aunque anotemos que todo el diálogo se realiza en conveniente inglés. Loki ante la insurrección tratara de frenarla en seco, para ser detenido por los superhéroes, aquellos que sí pelean por la Libertad. Recordemos, sin embargo, que ellos no pelean sino por razones más bien vagas, pero que suponen encomiables. La parodia que introduce inicialmente Whedon podría sabotear el contenido ideológico que se debía estar transmitiendo. En realidad no hay sabotaje alguno. El contenido sigue siendo el mismo, y los cambios se ajustan a los espectadores de sus tiempos. Si hoy hay una tendencia a la parodia, a la falta de solemnidad, esto no cambia en nada el libreto: el bien de aquellos ciudadanos que aman la Libertad debe ser defendido de las amenazas externas,  defendernos de aquellos que sólo nos quieren dominar.


J. Hoberman observa acertadamente que Los vengadores supone una declaración de cómo Hollywood, y sobre todo la audencia de E.E.U.U., ha superado el trauma que significó el 9/11. Como anota no es que durante la última década ya no hubiesen cintas que convirtiesen al terrorismo en material para cintas que servía de excusa para el entretenimiento. En todo caso, la buena recepción de la cinta de Whedon supone también que ya los temores que aún generaba los eventos de ese 9 de septiembre parecen haberse desvanecido. Si la gran pelea final puede ser ubicada en pleno Manhattan, implica que los directores de Hollywood están en vía libre para demoler el mundo y transmitir el libreto "correcto". Anthony Lane, en una reseña positiva, y A. O. Scott, en otra negativa, ya usan algunas frases sarcásticas para referirse a la actitud gregaria que promueve ser un fanático de estos superhérores, pues inevitablemente los héroes de los Vengadores son seguidos tan bovinamente como Loki intenta hacer que lo sigan. Evidentemente la Libertad no es el problema.


Casi cuando se termina la cinta hay una escena que bien podía ser central para una interpretación alterna de Los vengadores. Las descontentas autoridades al ver el desastre que se produce en Manhattan quieren enviar una bomba nuclear para extirparlo todo, y así resolver el problema. Nick Fury se niega. Sin embargo, un par de pilotos a su mando deciden cumplir la orden. Mientras despegan, Fury toma una bazuca y vuela a uno de los aviones. El otro alcanza a salir. Ahora, quiero recalcar cómo Fury no tiene empacho en eliminar a uno de sus hombres para que sus planes se desarrollen tal cómo piensa, aún a costa de desacatar las órdenes de sus superiores. ¿Una invocación al caos? ¿Una oda a la Libertad? Ninguna de las dos. Una evidencia de cierta desorientación. El Bien y el Mal como entes personalizados son fácilmente comprensibles, pero cuándo no es así las cuestiones se complican. Sin quererlo, en mi opinión, la cinta de Whedon toca una fibra delicada, una contradicción inesperada. Para salvar al mundo hay que sumirse a la voluntad del líder, o sacrificar a los disidentes. Lo preocupante me parece que se halla al notar cómo espectadores aceptan tales actos como los más naturales.


Más allá de mis interpretaciones y de las ajenas, Los vengadores intenta encajar en lo que es, un producto de entretenimiento. Para mí la escena que podía resumir la cinta muestra a Loki en Sttugart. Se realiza una recepción con objetos de diversos culturas y lugares. El anfitrión, u homenajeado, es una suerte de mecenas, suponemos. Loki necesita del ojo de ese anfitrión para robar iridio, pero decide no secuestrarlo, ni cortale la cabeza. Lo lleva hasta un altar con vagos motivos egipcios y allí, con su báculo, se lo quita. Un sacrificio empobrecido y descontextualizado. De eso se trata en realidad Los vengadores.


Ahora, imagino que de haberme convertido en un fanático de los cómics, quizá todas las interpretaciones que doy me parecerían fuera de lugar -como hasta cierto punto lo están. Pero no fue así. La realidad se limita a darle un lugar distinto a todo ello que a veces uno supone tiene un estático lugar en el mundo. Y así supongo pasará con Los vengadores. 


P.S.: Casi como si estuviese en sintonía con ese dilema de la libertad o el seguir gregariamente una causa, se produjo una polémica inane: Samuel L. Jackson usó el Twitter para descalificar la crítica negativa que publicó A. O. Scott en el New York Times. Incluso algunos de los seguidores de Jackson trataron de moderar las afirmaciones del actor, que sin embargo continuó con sus críticas y su llamado a vituperar al pobre Scott. Lo que más me llama la atención era el llamado de Jackson para enfilar sus filas contra Scott. Lógicamente dentro de la prensa sus colegas han apoyado a Scott. Paradójico asunto para uno de los defensores de la Libertad, claro que si se tiene en cuenta aquella escena de bazuca, ya no parece tan paradójico. 

 

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