Una separación

 
Un hombre y una mujer. Ambos deben estar en sus cuarentas. Sus semblantes se muestran relativamente tranquilos, sólo intentan controlar su desesperación. Ser racionales.  Ella todavía es atractiva, él parece en control de su situación. Hace falta muy poco para que empiecen a discutir. Esa es la primera imagen. Las apariencias nos engañan, lo sabemos, pero no podemos sino rendirnos a ella. Inferimos que ocultan la causa de sus frustraciones - no puede ser más correcto. Otras apariencias son más persistentes, sin embargo. Aquella de que quienes  viven en Irán -en un estado teocrático- deben estar sufriendo lo indecible, o que no se puede ser sino infeliz siendo musulmán. No hace falta recordar lo errado de estos prejuicios, de esas imágenes que de ellos que se repiten en tantos medios. Y aún uno lee que en Una separación hay críticas para este régimen, como si eso fuera el centro de la cinta. Ese no es el centro de la cinta. Supongo que de hacerse un filme sobre una separación en nuestras tierras se podría argüir sobre la inherente crítica a nuestras instituciones y constricciones, con razón también. Centrarse en ello resulta equívoco, como cuando nos dejamos llevar por las apariencias. Y esto sí que es esencial en un filme como Una separación.


Volvamos a la primera imagen: Nader (Peyman Moadi) y Simin (Leila Hatami) explican las razones por las que ella pide el divorcio de su marido. Mientras Simin está ansiosa por aprovechar el visado que han obtenido para vivir en el extranjero, Nader no quiere irse ya, pues no quiere dejar a su padre que sufre de Alzheimer. Discuten frente a la cámara, frente a su juez. Evidentemente hay una hija de por medio, Termeh (Sarina Farhadi). La decisión del juez es no aceptar la demanda, lo que obliga a Simin a irse temporalmente a casas de sus padres por los días que de validez le queden al visado. Simin parece esperar que antes de que se venza el plazo su marido acepte su decisión. Nader espera que su esposa desista. Termeh quiere que sus padres vuelvan a vivir juntos y para ello cree que por el momento lo mejor es quedarse con su padre. Hasta aquí la situación inicial.
El director Asghar Farhadi filma esta primera escena con esa cámara subjetiva que subraya aparentemente una responsabilidad que le ha dado al espectador: juzgar a sus personajes. No es así de sencillo; la realidad es opaca, no hay sino matices por los que es díficil distinguir. La claridad de los códigos, rígida en su aplicación, no permite comprender la compleja suma de azares e intenciones que pueden provocar un conflicto. Pero es apariencia. Esa responsabilidad nos ha sido cedida, la decisión de mostrar así a este par de personajes es una invitación a compartir sus perspectivas, a acercarse a ellos. Una separación intenta poner en escena las circunstancias que pueden dar fruto a una separación, intenta dar luz sobre el por qué todo se puede arruinar aunque nadie lo desee.


De la situación inicial surgen otros problemas. Para cuidar al padre de Nader no se encuentra sino a Razieh (Sareh Bayat), una mujer que sigue fielmente las directrices del Corán. Razieh está en una situación desesperada, embarazada y con un esposo que lleva desempleado mucho tiempo; endeudada y con la necesidad de trabajar aunque ello sea de por sí una cuestión mal vista según la ley religiosa. Razieh acepta para aliviar su propia situación. Pero claro, pronto todo empeora. Al punto que se producen nuevos alegatos, denuncias, litigios. La primera separación de Nader y Simin producirá nuevas desgracias que terminarán justificando una separación definitiva, ya anticipada desde el título. Casi que uno se siente tentado a decir que el filme intenta justificar por qué se separan Nader y Simin. No hay nada más errado que ello, pues las causas estaban determinadas de antemano. Lo que nos pone en evidencia esta serie de circunstancias es cómo cada personaje se aferra, o no, a lo que considera un imperativo moral. Todos quieren actuar muy bien, aparentemente; no siempre lo hacen.


Farhadi presenta el drama cómo si se estuviera en medio de él. Los personajes se ven encerrados en lugares pequeños, no se ven grandes panóramicas en Una separación. Tan sólo están los personajes que van de una habitación a otra, que suben unas escaleras, que corren por calles atestadas. Tampoco parece que haya espacio para el artificio, todo se ve natural y cotidiano. Las apariencias engañan. La narración de Farhadi dosifica la información, oculta momentos claves. El espectador es invitado a inferir, a atar hilos que llevan a pistas falsas. El melodrama que suponíamos habría de narrar la separación de una pareja es sustituido por la narración detectivesca, por el drama de los estrados -si bien en Una separación no puede hablarse propiamente de estrados. Exitosamente Farhadi plantea un aparente drama de todos los días en términos de género con una conjunción balanceada que mantiene el interés hasta el final. El género es usado aquí como mecanismo que permite la exploración de las fortalezas y debilidades de unos cuantos personajes, exploración de las flaquezas y fortalezas de su actuar en correspondencia con su propia moral.


El género provoca el ritmo. La historia avanza sin mayores pausas, cada escena con un fin dramático claro. Así una aparente escena en que los personajes alegres juegan es un simple distractor para que un nudo quedé desatado temporalmente, hasta cuando esa información se presente casi al final. Estamos en un terreno conocido, el de la dramaturgia más canónica. Farhadi exprime su uso para poder iluminar la evolución de los personajes, para a su vez dar una sensación de inevitabilidad a todo lo que ocurre. Es verdad que hasta cierto punto los personajes son un tanto esquemáticos: Razieh es una mujer religiosa y sumisa que únicamente está intentado dar solución a sus problemas, Termeh es una hija tímida que ansia la reunión de sus padres. Por ende, los dilemas morales resultan un tanto esquemáticos también. Aún con ello, cada personaje tiene una visión propia de la realidad, y así lo que nos presenta la cinta es una pluralidad de voces que reaccionan de modo distinto a una misma situación.


Lo más sobresaliente de Una separación es cómo propone un diálogo con el espectador. Vuelvo una vez más al modo en que filmó la primera escena para subrayar ahora el establecimiento de un nexo con el público, se la hace partícipe de la historia de modo directo, abierto. Las interpretaciones o valoraciones que luego se hacen de la cinta están inevitablemente mediadas por cómo cada quien se identifica con un personaje, o voy más lejos, como cada persona se identifica con una posición ética en el mundo. Los críticos que han visto un lamento en contra de la idea de teocracia fallan al ver solamente aquello que se ajusta a esa idea en la cinta. Razieh se inhibe de ciertos actos por sus creencias, pero estas le dan un consuelo a su propia existencia, y además, no son esas creencias las razones de su desgracia -que acá son más algo similar a un destino, a una fatalidad, a un sino como el de las tragedias. Anoto esto sin compartir la idea de una teocracia -ni siquiera soy religioso, ni las actitudes que conlleva esta en particular; pero tampoco condeno a otros por creer en ello.
El diálogo de Una separación reside en que articula puntos de vistas divergentes sobre una misma situación sin excluirlos, ni dar preeminencia a ninguno. No es una cinta que abogue por una idea en particular. De alguna manera me recuerda esa idea de Bajtín sobre la polifonía en las novelas de Dostoievski, aunque aquí de un modo harto más esquemática.

 
Nader y Simin se separan. No podía ser de otra manera. Una separación produce aquella vieja sensación de piedad y miedo que la tragedia debía provocar. Nader y Simin parecen abocados a separarse. Pero recuerdo que únicamente lo que ocurre en la cinta aflora aquello que se escondía al mero principio de la cinta. Uno desea pensar que son las circunstancias las que han llevado al desastre, como por ejemplo el personaje de Termeh podría pensar. Repito, las apariencias engañan. Los prejuicios también. Una separación no es (sólo) una crítica a ciertas limitaciones del régimen iraní, como tampoco es sólo la crónica de la inevitabilidad de los sucesos. Ni siquiera es la narración de como unas circunstancias dan punto final a algo que ya estaba acabado, como he dicho yo. Una separación es una narración que permite que las posiciones de varias personajes y las nuestras como espectadores converjan sobre una misma serie de eventos. Las interpretaciones son nuestras, pero la película da espacio para que todas ellas coexistan. Es por eso que Una separación es una película importante.  


P.S.: El título completo es Nader y Simin, una separación.


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