Carnage

 
El hombre es el lobo del hombre, dijo Plauto, dijo Hobbes, y también dice Polanski. Por más ideales civilizados, por más corrección política que se promulgue y se patrocine, el ser humano no deja de ser un animal. Un animal que se devora además, y al que ante el menor desliz es capaz de despedazar a sus semejantes. Suena dramático, pero el catálogo de crímenes que carga la humanidad a cuestas parece darles la razón. Carnage es una revisitación de estos temas en tono leve, rayando con lo anodino. Polanski, que ya ha mostrado hasta la saciedad el modo en que unos personajes devoran a otros de un modo perturbador, vuelve a concentrar su mirada en ese espectáculo. Con Carnage uno siente liviandad, sin embargo. Personajes que se insultan unos a otros de un modo casi alegre, casi entusiasta. No es una crítica esto, sino más bien un reconocimiento de como en esta película menor, utilicemos ese modo de aplicar los juicios por una vez, Polanski sigue consistentemente contando una misma historia. Historia en la que demuestra su hábil oficio para contar un relato que es más divertimento en esta ocasión, una juguetona revisión de temas y tramas que ya Polanski ha contando soberbiamente.


El motivo que inicia Carnage, traducida inexplicablemente en Colombia como ¿Sabes quién viene?, es menor. Dos ñinos de once años, Zachary e Ethan, se enzarzan en una discusión que termina cuando Ethan pierde un par de dientes al recibir un golpe de Zachary con una rama. Sus padres deciden zanjar el problema civilizadamente: se reúnen en la casa de la víctima para decidir cómo se han de compensar los dientes perdidos. Así, son Penelope (Jodie Foster) y Michael (John C. Reilly) los anfitriones que reciben a Nancy (Kate Winslet) y Alan (Christopher Waltz). Tantos unos como otros quieren salir rápidamente del asunto, tanto unos como otros quieren ser amables y razonables, y mostrar cuánta razón tienen. Pero por una u otra nimiedad Nancy y Alan no pueden irse, y por una u otra nimiedad la discusión se prolonga hasta que ya ni unos ni otros son tan amables y razonables, sino que muestran lo que realmente son, unos pobres seres humanos.


Carnage es la adaptación de la obra teatral Un dios salvaje de Yasmina Reza, quien firma el guión de la cinta junto con Polanski. Parte de el mencionado asunto, casi trivial, para mostrar la consabida hipocresía y superficialidad de la correción política imperante, como de unos valores que no son más que meras formalidades. Una premisa prometedora con la que no podía estar más de acuerdo. Claro está que Reza apunta a los blancos más obvios -la mujer que no deja de sufrir por la suerte de África- para no darle un  peso suficiente a su sátira. A.O. Scott crítica severamente el que hasta cierto punto cada uno de los personajes representan estereotipos que no tienen mucho que ver con los verdaderos ciudadanos, personas que son el centro de la sátira. Tiene razón Scott hasta cierto punto, si bien tal facilismo no entorpece a Carnage, aunque si la limite a ser un mero divertimento que no crítique agudamente a la sociedad que los personajes de la obra -y la cinta- representan.


No obstante, lo que salva precisamente a Carnage son las acertadas interpretaciones de sus actores como la balanceada dirección de Polanski que hace de la cinta una rápida sucesión de eventos que van desnudando a cada uno de sus personajes. Puede que la obra original -que no conozco- tenga como intención ser una sátira incisiva y caústica, pero el filme tiende más a mostrar a 4 personajes y sus pequeñas y mezquinas tribulaciones. No hay sino que oír los lugares comunes que uno y otro personaje sueltan frecuentemente para notar que más allá de lo que digan, lo importante es lo que vemos, su desmoronamiento ante una situación inesperada, el prolongamiento de una reunión indeseada. El encierro es la razón para que los personajes se salgan de sus casillas. Polanski lo anota constantemente, casi siempre hay una ventana o una vía de escape, de tanto en tanto existe la posibilidad de que Alan y Nancy salgan. Pero no se puede salir, y Polanski, al tiempo que está siendo estallar a sus personajes, asfixia a su público con una posibilidad que nunca ocurrirá.


El encierro -físico o no- ha sido casi una constante en la filmografía de Polanski. Personajes abocados a experimentar situaciones de las que quieren salir desesperadamente. Carnage es pues territorio conocido para el director. Pero este encierro es también similar a otros encierros como el del El ángel exterminador o el de ¿Quién le teme a Virginia Woolf?. Uno en que personajes encerrados se ven abocados a mostrar quiénes realmente son. Ahora, más que encontrar similitudes es iluminador ver las diferencias para distinguir mejor qué es Carnage. En la cinta de Buñuel el encierro le permitía -como más tarde la imposibilidad de cenar en El discreto encanto de la burguesía- hacer una radiografía de una clase al tiempo que ponía en duda el discurso con que se justificaba la clase misma. En la obra de Albee la sátira era un camino por el que se introducía una exploración a la psicología de sus personajes. Polanski no se centra en ello. Carnage parece, de hecho, más compasiva con sus personajes. Es una comedia sobre el ridículo evidente de ellos, y es una constatación de lo frágiles y mezquinos que son. Parece casi una versión amable y optimista de una historia sórdida y deprimente.


Sin embargo, es tan sólo aparente compasión. La comicidad de Carnage parte, canónicamente, del vicio, del defecto. Polanski se regodea encerrando a sus personajes, haciéndoles sufrir al despojarse de sus apariencias y quedar reducidos a 4 personajes sin gracia. Exponer a escarnio lo limitado y obtuso que somos, a pesar de nuestra ínfulas de personas civilizadas y progresistas, sería una forma de resumirlo. Ciertamente Carnage se circunscribe a nuestra época, y es en ello en lo que se nota sus limitaciones también. No hay ni la agudeza psicológica de Albee, ni  el lúcido delirio de Buñuel. No hay sino unos personajes que aparentan y que bajo esa apariencia son muy poco. Hombres y mujeres frustrados con anhelos sin cumplir. Carnage pela una fruta bajo cuya cáscara no hay sino un fruto insipido.


Para despojarse de las apariencias en Carnage se "carnavaliza" a sus personajes. Uno puede notarlo claramente con ejemplos. Al principio Michael es un hombre abierto al diálogo ante cualquier problema, que intenta limar toda aspereza, y con el pasar de los minutos se convierte en un tipo intolerante al que le aburre las ideas liberales de su esposa. O Alan que parece tan seguro de sí mismo, y que tan felizmente dice cree en un dios salvaje, se desmorona cuando su celular deja de funcionar. Los motivos y actos son nimios en concordancia con sus personajes. Bien puede ser que ya no se trate de que el rey se convierta en siervo, pero hay que adequar los carnavales a su tiempo. Hasta cierto punto, como los lugares comunes, algunas de las bromas son evidentes y eso uno lo pueda lamentar. Pero aún esto contribuye pues tal es el entorno que la película quiere mostrar: uno chato y limitado en el que se puede mirar a un horizonte más amplio, uno que curiosamente nunca se llega a cruzar.


Es por eso que el sabio manejo de Polanski permite que se resalte la nimiedad de lo que cuenta. La primera escena, uno de los de los dos planos exteriores de la cinta, es la del parque en que ocurre el incidente. Polanski toma un plano general distanciando al espectador del incidente. La intención es desdramatizarlo, ponerlo en una perspectiva más amplia. Del mismo modo la cinta cierra con el otro plano exterior en el que en el mismo parque se ve a hamster que produce una discordia entre algunos de los personajes. Como contraste en toda la cinta estaremos pegados a los adultos, una imagen que no los suelta y no podemos de dejar de ver. Este posible drama que para algunos sería tomado tan seriamente, no lo es en lo absoluto, nos dice parcamente Polanski. Notar tal organización cinematográfica demuestra lo obtuso de algunas críticas que asumían que Carnage no era sino otro ejercicio de teatro filmado,  sobre la que Glenn Kenny comenta más lúcidamente.Carnage es mucho más cinematográfica que otras películas estruendosas y llenas de acción, pues utiliza los medios del cine significativamente.

 
Así, lo que consigue Carnage es mostrar una comedia leve sobre 4 horribles personajes. Su mundo y sus intenciones son chatas y mezquinas, pero hay un marco más amplio en el que se pueden ver que el acaloramiento al que casi todos se vencen no podía ser más anodino. Darle siquiera un cierto tono de solemnidad o seriedad habría desvirtuado el propósito del film, exhibir la pequeñez de ellos ante un evento pequeño. Es verdad que quizá le falte filo a Carnage, y que incluso la comentada escena del vómito de Nancy parece la ineludible transgresión a las buenas costumbres. Pero el objetivo de Carnage no se encuentra allí, sino en mostrar cruelmente a unos personajes que no les gustaría verse en el espejo. Polanski lo consigue muy bien aún con un material un tanto dudoso, al parecer. Hay que celebrar Carnage entre tanta correción política vacía -el adjetivo sobra, por lo menos es podía servir de momentanéo revulsivo.











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