Relatos salvajes


Nadie sabe lo sencillo que es perder el control estos días, ni lo cerca que está. Falta un simple accidente, una desafortunada coincidencia, o una revelación inesperada y molesta, y con ello se tiene suficiente para explotar, para sacarlo a uno de casillas. Relatos salvajes, la tercera cinta de Damián Szifron, recoge una colección de 6 cortos con personajes enfrentados a situaciones que los empujan al límite; personajes al borde de perder el control, cuando no lo pierden del todo. El mundo que presenta Szifron satiriza de forma desenfadada a la sociedad argentina actual de un modo hábil, desigual e ingenioso. Relatos salvajes es un film repleto de humor e ironía. Mezcla en sus distintos episodios dicha comicidad con un retrato agudo de la sociedad argentina, si bien rayando el estereotipo fácil. De un modo inusual el film de Szifron demuestra vitalidad, un control notable para producir esa colección entretenida e incisiva, aunque también irregular. Con todo se debe reconocer lo meritorio de esta fresca antología.

 
Los 6 cortos que conforman Relatos salvajes sumerjen a sus personajes en un delirio violento y excesivo. Empieza con Pasternak, la fantasía vengativa de un fracasado que quiere saldar cuentas con todos los que lo han hecho daño dentro de un avión. Después, en Las ratas, el director ubica en un desolado parador a una mesera víctima (Julieta Zylberberg) por años del cruel señor Cuenca (César Bordón), y la dubitativa joven tiene ahora la posibilidad de vengarse. El más fuerte, mientras tanto, cuenta el duelo caricaturesco que por insulto enfrenta a Diego (Leonardo Sbaraglia), un adinerado conductor, con Mario (Walter Donado, uno sin dinero. Simón (Ricardo Darín) protagoniza el cuarto corto, Bombita. Relato de un hombre que se enfrenta a la injusticia del aparato burocrático, aún sacrificando su vida personal. El quinto corto, La propuesta, describe el modo en que Mauricio (Óscar Martínez) procura usar todo su dinero para ocultar la culpa de su hijo en un fatal accidente automovilístico. La cinta finaliza como las viejas comedias con un matrimonio cuyo título es Hasta que la muerte nos separe. La felicidad de Romina (Erica Rivas) y Ariel (Diego Gentile) se ve arruinada cuando un secreto sale a la luz, lo que convierte dicha celebración en un infierno. Desmesurados, estos Relatos salvajes constituyen un paisaje fascinante poblado de animales de la más diversa naturaleza.


Los films episódicos o de cortos ineludiblemente llevan a contrastar unos con otros, y a ese destino no escapa Relatos salvajes. Si en algo se le ha de criticar es que no todos los cortos mantienen el mismo nivel, y mientras unos se quedan en un mera anécdota o chiste fácil, otros son incisivos y críticos. Con todo su exceso y su delirio, Szifron es un narrador clásico, y en sus mejores momentos sabe construir una historia cuyo giro inesperado llevará al personaje a tomar decisiones inesperadas, o revelar una naturaleza que en principio uno no piensa imaginar. Horacio Benavides recuenta como las características de la narración clásica están presentes en cada uno de los cortos, así como sus recompensas. La cinta de Szifron está imbuida en una tradición narrativa antigua, e incluso su desenfreno puede ser citado la sátira con todas sus rasgos definitorios. Ya otros reseñistas han señalado la deuda que tiene el director con Hitchcock o Spielberg, y también con Buñuel y su visión entomológica de los comportamientos humanos. Benavides, que censura el episodio final, no ve en este la presencia tan palpable del cine de Fellini, desde la meticulosa selección de casting para todos los invitados a la boda hasta ese continuo alargamiento de una situación cómico-grotesca. Relatos salvajes sabe alimentarse de todas estos referentes para producir un conjunto original cuyo anclaje es la tradición, un conjunto que bien podía ser un mini-Decamerón de la sociedad argentina de principios de siglo XXI. Szifron es un satirista en todo el sentido de la palabra, afecto a un refrescante -¿y salvaje?- exceso, y tendiente de vez en cuando al chiste fácil. La cinta se sostiene, no obstante, por el control firme de su director, como el perfecto tono de levedad que le otorga al film.


 Los logros de la cinta quedan mejor iluminados, entonces, revisándola con la tradición. En el corto El más fuerte nos encontramos con la vieja narrativa del duelo. Este duelo, sin embargo, no tiene el tono épico del Martín Fierro, ni el irónico de ese inesperado duelo con que concluye El sur de Borges. El de Szifron parte de una diferencia social pero tiene los visos de una pura caricatura. El mismo Benavides resumía a este episodio como una versión gore del Coyote y el Correcaminos. Un insulto y un llanta pinchada son el comienzo para un enfrentamiento que se eleva hiperbólicamente. Casi que imitando a uno de sus productores, Pedro Almódovar, Szifron deja que su imaginación se desate sin límite. El más fuerte es una versión pop delirante del tema del duelo. La desproporción provee de un inesperado contenido al duelo, no solamente a partir de la comicidad inherente a esa exageración, sino a cambiar de lugar lo que conllevaba la idea de un enfrentamiento entre dos personajes en medio del desierto. La naturaleza de ese hombre sofisticado con que abre el corto, mientras suena la melosa música pop, se desvanece y se entrega furiosa a una violencia animal. Civilización y barbarie en el desierto, también podía ser irónicamente el título del corto. El notable control de la puesta en escena y la realización configura un entretenido episodio que al pie de su palpable humor, re-intrepreta toda una tradición.
 

Lo mejor es internarse en Relatos salvajes sin mayor prevención, en todo caso. Es una cinta accesible y entretenida que al mismo tiempo crea una perspectiva inusual sobre la sociedad argentina actual y sobre la realidad contemporánea. Si bien el conjunto de cortos es desigual, cada uno se complementa para contribuir a crear pesrpectivas distintas sobre la sociedad que describe. Szifron confecciona su cinta con esmero y cuidado a todo detalle en producción y realización, y sabe recrear con agudeza a personajes de un elenco que fácilmente podían haberse tornado en meros esteorotipos. El exceso y el delirio evitan también que los chistes fáciles de la cinta la hagan meramente anecdótica. Relatos salvajes es casi que un reconocimiento de la omnipresencia de la violencia en nuestra sociedad, y de lo poco civilizado que resultan las costumbres contemporáneas si se alteran o toman un giro inesperado. El exceso como parte de nuestra vida cotidiana, Szifron nos los cuenta de un modo muy clásico. Vemos con ojos abiertos a la faúna de esta sociedad contemporánea de un modo agudo y cómico desplegar toda su naturaleza, y eso es verdaderamente meritorio.




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