Todos se van


Hay unas notas que suenan terriblemente falsas en Todos se van. No son ellas las relacionadas con el esmerado esfuerzo con que se logró revivir a la Cuba de finales de los 70 en locaciones colombianas. Más bien son aquellas relacionadas con el drama emocional y doloroso que cuenta la película, la historia que a Nieve le es dado vivir en su infancia. Por más que la cinta tenga una narración clara y carente de tacha, Todos se van está muy lejos de provocar la genuina emoción que implica el complejo relato original. Infortunadamente el cambio de tono y enfoque no le han hecho bien a Sergio Cabrera. La adaptación de la novela de Wendy Guerra transforma al original en una cinta sentimental que no consigue transmitir ni el corazón del drama, ni sus más sutiles matices. La cinta es una larga sucesión de escenas en tono sensibleros que cuenta eventos con fidelidad, llenos de lágrimas y efectos, si bien ausentes del contenido que produzca una emoción genuina o que den pie a una reflexión compleja sobre el momento que se retrata de la historia cubana. Por momentos, uno percibe que el film puede alejarse de esos tópicos y revelar una historia vívida que desde la intimidad logre alcances a otros níveles, políticos y de reflexión sobre una sociedad. No llega a suceder con Todos se van con frecuencia, una cinta que prefiere navegar por aguas mucho más conocidas.


La cinta comienza con una escena idílica en la playa. Nieve (Rachel Mojena) juega con Dan (Scott Cleverdon), su padrastro sueco. El lugar tiene mucho de paradísiaco. Sin embargo, poco dura la felicidad. El comportamiento de Dan, que escandaliza a muchos, como la resistencia de Eva (Yoima Valdés), madre de Nieve, por seguir al pie de la letra los preceptos del régimen van a ser las piezas que ayuden a Manuel (Abel Rodríguez), el padre, a recobrar la potestad de su hija. Al conseguir esta potestad, Manuel promete cambiar, no ser ya el alcohólico escritor atribulado por no poder dedicarse a obras que realmente lo interesen. Con su hija va a poder concluir la obra que le encargaron para celebrar una fecha especial para el régimen, por otra parte. La llegada de Nieve, sin embargo, no cambiará su carácter, ni sus hábitos. Manuel la hará sufrir indeciblemente, ya sea física o psicológicamente. Pronto es evidente para todos los que viven cerca de Manuel que es mejor que la niña regrese con su madre; pero no hay soluciones sencillas para unos personajes que son víctimas en un mundo en que impera una rígida burocracia. Todos se van rehuye del final feliz y prefiere uno más acorde con la gris realidad. Si bien mi recuento puede sonar a un melodrama intenso, la cinta lamentablemente navega por aguas sensibleras. Aunque el film mantiene giros y vislumbres de una historia más contundente y rica, la película se pierde en una narración que tiene mayor afinidad con las telenovelas corrientes que con los dramas íntimos.


Todos se van es un triste fracaso. Su fallo se encuentra en que no logra dar un enfoque concreto que le dé una dirección precisa a la cinta. La película no es el drama de una niña que vive los efectos de una separación contada desde su punto de vista, ni el drama de dos padres que cuenta sus intentos por imponer su voluntad sobre su hija con las problemáticas de cada uno como trasfondo. Ni siquiera la cinta es un examen oblicuo de un momento histórico de Cuba, como por momentos parece anunciarse. Todos se van intenta contar esos tres enfoques de la misma historia en uno solo, pero no logra concrentar ninguno, lo que provoca una sensación de falta de unidad. La imagen que queda al final de la proyección es la de un film inconexo y descoyuntado. Ciertamente debe reconocerse méritos que matizan mis afirmaciones. La realización de la cinta es púlida, las interpretaciones de casi todo el elenco suelen ser más que aceptables y la recreación de Cuba en Colombia tiene absoluta veracidad. Por momentos, mientras avanzaba el metraje, uno ve vislumbres de una poderosa historia en un giro dramático o un fragmento del relato. No obstante, la cinta se queda principalmente en lugares comunes más propios de los dramas sensibleros. Todos se van desperdicia un estimulante relato original para transformarlo en un insípido culebrón. Esperaba que la cinta fuera una oportunidad para que el talento de Cabrera buscara una notas a las que no estaba acostumbrado. Lamentablemente, con todas las salvedades del caso, Todos se van es una cinta mucho menor de la que pudo haber llegado a ser.


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