Blue Jasmine


Blue Moon era su canción. No se cansa de repetirlo, así la conquistó. Pero ya ni recuerda la letra. Jasmine (Cate Blanchett), la mujer que lo repite, debe haber cruzado ya más de una crisis y parece estar cercana al colapso definitivo. Blue Jasmine es el relato previo a ese terrible final, uno que mezcla convincentemente el humor y el drama. Se trata del efectivo retrato de un derrumbamiento, aunque en su superficie narre tanto una supuesta segunda oportunidad como las causa del colapso. El largometraje deja una honda impresión debido a unas soberbias interpretaciones y, en particular, a la potente presencia de Cate Blanchett. No es una cinta novedosa, es verdad, y, además, por segmentos cae en cierto esquematismo. Sin embargo, Blue Jasmine tiene toda una vitalidad que es difícil encontrar en muchos otros dramas de moda. Expone resueltamente el colapso de una persona desepreciable, si bien llegamos a sentir simpatía por ella. La cinta sabe narrar este fin con todo lo que tiene de doloroso y humorístico, cumple de lleno con su objetivo central. Sin caer en un moralismo fácil, ilumina a Jasmine con una conveniente ambigüedad para darnos un retrato fiel de sus debilidades y fortalezas.  Blue Jasmine es, pues, una cinta satisfactoria, así sea una obra menor.


En 2013 la cinta fue saludada como un regreso del mejor Woody Allen, mientras supuso el segundo premio de la Academia para Cate Blanchett. Blue Jasmine narra el descenso de una socialité caída en desgracia. Sin dinero, Jasmine se ve obligada a mudarse a San Francisco con su hermanastra Ginger (Sally Hawkins), quien vive como cajera de un supermercado. El cambio es traumático para una mujer que ha construido su vida alrededor de una posición privilegiada y las comodidades que esta entraña. Sin embargo, con el supuesto de que puede reconstruir su vida, Jasmine intenta empezar de nuevo. No resulta porque ella, en buena medida, vive anclada en el pasado, cuando no son las personas de su pasado las que no le  permiten dejar sus faltas atrás. Con evidentes resonancias de la obra de Tennessee Williams (en particular de Un tranvía llamado deseo), Allen conecta ese mundo con el de los escándalos de las estafas de Bernard Madoff. El drama íntimo es suficientemente fuerte para que incluso el humor, cuya raíz son discutibles estereotipos, tiña de acidez y un aire sombrío el recuento de la caída de la socialité. Blue Jasmine es un ejemplo de cómo Allen asimila una tradición y crea un drama que con acierto retrata la autodestrucción de un personaje. No se trata precisamente de una cinta al nivel de sus mejores trabajos, pero es lo suficiente como para narrar un notable drama con un centro verdaderamente conmovedor.


A pesar de ser recibida con elogios por la mayoría de críticos, algunos expresaron su escepticismo. Jonathan Rosenbaum interpreta la cinta como una concreción de la "ansiedad frente a las clases altas" que siente el director, y que ha sido, según el crítico, uno de los motores de su obra artística. El director neoyorkino retoma esta obsesión para leer de modo inofensivo a Williams, o a obras como Una tragedia americana de Theodor Dreiser, de acuerdo al crítico norteamericano. Aunque estas afirmaciones sean discutibles, Rosenbaum sabe delinear una genealogía a la que el director se sumaría, quizás sin la perspicacia de sus predecesores, pero con suficiente autonomía como para crear, en el caso que nos ocupa, un drama estimable. Paradójicamente, Pablo Muñoz, autor de una muy negativa reseña sobre la cinta, controvierte las afirmaciones de Rosenbaum al decir que si hay algo que rescata de Blue Jasmine sería esa "ansiedad", porque la lee más como crítica que como fascinación. En tanto que convengo con Muñoz que Rosenbaum minimiza la visión satírica de Allen sobre las clases altas, debo admitir que algo de esa fascinación por las clases privilegiadas sí ha permeado la filmografía del director. Es más, esto es más notorio en la caricaturesca versión que tiene Allen de la clase trabajadora, así, por ejemplo, uno encuentra matices en Jasmine que ya no ve en Ginger. Ahora, Muñoz desestima muy rápidamente los ácidos señalamientos de Rosenbaum por su clara intención de provocación, y pasa por encima de quizás la más aguda afirmación al situar a Allen como autor de clase media que ha ganado su popularidad por eliminar  cualquier atisbo de provocación o irreverencia al tratar los temas de clase. Lógicamente aplicado a toda una obra tan extensa como la de Allen, el juicio es injusto e incorrecto. Pero puede bien ajustarse a muchas de las cintas recientes del director, incluida esta (no puede decirse eso de una cinta irregular pero interesante como Hombre irracional).  De cualquier manera, Rosenbaum es uno de las voces más importantes de la crítica por su visión personal e independiente que ha iluminado e ilumina el cine con una perspectiva distinta, y así lo hace con Blue Jasmine, si bien yo discrepe de su desaprobación de la cinta.


Aun cuando se pueda aceptar la visión blanda de Allen en algunos aspectos, Blue Jasmine, debe señalarse, es un ejercicio demoledor en que se expone con certera precisión las contradicciones y cualidades de su protagonista. Sin mayores muestras de ingenio puede uno tratar de resumir como otros críticos ya han hecho al decir que la cinta es la mejor película de Cate Blanchett, dirigida por Woody Allen. Es reduccionista, evidentemente, pero tiene la cualidad de describir, a grosso modo, lo que es Blue Jasmine. Claro está, la película tiene también una realización precisa y unas actuaciones destacables por parte del resto del elenco. No obstante, es tan poderoso el centro que hace que todo se subsuma al derrumbe de Jasmine y lo que ello implica. Después de un par de años sigo viendo a esa mujer que sin dejar de hablar de Blue Moon, ya no recuerda ni la letra. Es un recuerdo conmovedor. Tan solo por eso la cinta ya de por sí es destacable, pues no son muchas las cintas que nos mueven por dentro como si hubiésemos presenciado un fragmento de experiencia viva.


La canción "Blue Moon" en versión de Billie Holliday


Trailer 



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