Luz de luna (Moonlight)
Después de muchos años, cuando ya Chiron, el
protagonista, es adulto, puede reconocer que solo brevemente ha sido él mismo. Luz
de luna (Moonlight) no es una simple película sobre el paso de la
infancia a la adultez. Se trata más bien de una crónica del crecimiento
interior de un personaje marginado. El realizador Barry Jenkins evita la
sentimentalización fácil y construye el retrato de su protagonista con base en
los rastros cotidianos. La película combina un relato realista relativamente
convencional con secuencias que buscan darle cabida a la evolución emocional
del protagonista. Probablemente Luz de luna sea un ejemplar acabado de
un cine que amalgama lo que a falta de mejor nombre se le
denomina cine independiente norteamericano con formas cinematográficas de realizadores tan
ajenos a ello como Hou Hsiao-Hsien. Un ejemplar que finalmente sabe adoptar
nuevos recursos audiovisuales como supieron hacer en sus mejores películas los
representantes del Nuevo Hollywood. Aun sí es cierto que Luz de luna termina
utilizando una iconografía esquemática y personajes más bien chatos, el filme
logra traducir una realidad social y un amplio espectro emocional con
precisión. El largometraje de Jenkins comunica la desolación y el desarraigo de
una persona cuya identidad ha sido fracturada por la marginación a que se le ha
sometido. Ver Luz de luna es como experimentar un paisaje emocional
que va creciendo hasta su conmovedor desenlace. Sin poder escapar a cierto
convencionalismo, el filme da plena cuenta del drama de un personaje que tiene
que luchar para poder llegar a ser.
Chiron tiene tres rostros. Little (Alex R. Hibbert),
el niño, Chiron (Ashton Sanders), el adolescente y Black (Trevante Rhodes), el
adulto. En tres secciones diferenciadas, Luz de luna presenta los cambios que
sufre el protagonista en un entorno que le es hostil. A un tiempo la estructura
narrativa es clásica y no convencional: tres actos que van sumando para llegar
a un clímax emocional por medio de escenas que parecen ser meros fragmentos de
un drama más largo, o, dicho de otro modo, un drama hecho de escenas
incompletas que dan la sensación de realidad precisamente por no unirse
como lo harían en una narración tradicional. Vemos entonces a Chiron conocer a
una especie de figura paterna en Juan (Mahershala Ali), un vendedor de drogas
que lo acoge. Lo vemos sobrellevar su relación con Paula (Naomi Harris), su
madre, una enfermera adicta al crack. Lo vemos relacionarse en las tres
secciones con Kevin, el único amigo reconocible. Más que hilvanarse de un modo
predecible, la narración parece avanzar al ritmo de un flujo de recuerdos que
se superponen. En sus mejores momentos, el largometraje tiene el dejo evocativo
con el que se puede sugerir la realidad emocional del personaje, a pesar de que
también haya secuencias que no escapen al esquematismo y a pesar de que se unan
las tres secciones con transiciones que por medio de imágenes
"poéticas" revelen nuevas facetas de Chiron (aunque esto resulte
redundante). Luz de luna logra conmocionar, en todo caso, pues configura
un drama contundente con base en lo que podía ser otro relato sobre un
personaje marginado, pero es la historia de alguien concreto y único.
Tras recibir el premio a mejor película, se ha tratado
de subrayar que se trató de una opción política, y así se implica que el filme
predica una posición comprometida con una causa de tipo político. De ser así,
los realizadores lo tratan de afirmar de modo soterrado. Luz de luna
intenta dar una voz a la realidad emocional de su protagonista sin hacer
énfasis en su condición homosexual, ni en su extracción social. Jenkins elude
el tratamiento que ha solido tener tales condiciones en las producciones
políticamente comprometidas, al punto de que su producción está más en
consonancia con ese ánimo por "despolitizar" tales temas (como si eso
fuera posible). Luz de luna no es incendiaria ni provocadora. El que una
institución le otorgue galardones resulta más sencillo, ya que no se trata de
una película que cuestione de modo más abierto el estado de cosas que conduce
al drama. No obstante, esto sirve de argumento para hacer notar que la
relevancia del filme no está conectada con la dimensión política (y menos con
el hecho de que sea la beneficiada de un premio en particular). El largometraje
adquiere su importancia por lograr convenir el sufrimiento de un individuo y de
evocar las emociones que lo embargan, por darle una imagen a una identidad
rota. En ese sentido, vale notar, por ejemplo, como el uso reiterado de
plano-secuencias tiene una función para dar una perspectiva del tipo de vida de
sus personajes. Estos siguen a los personajes y su acción sin hacer mayor
énfasis en el entorno, el horizonte es apenas visible. Tenemos entonces una
imagen concreta del encierro y la falta de perspectivas en que está sumido
Chiron. Jenkins mezcla este uso astuto de recursos audiovisuales con
situaciones relativamente reconocibles de los relatos de personajes periféricos.
Aun cuando por momentos también recurra a imágenes tópicas: la madre grita a su
hijo en cámara lenta, Chiron estudia su rostro en el espejo; el realizador
suele ser más imaginativo en sus soluciones y revitalizar lo que de otro modo sería
la reiteración de una historia harto conocida. El arte de Jenkins se halla en
encontrar un balance entre una narrativa tradicional y una que escapa a estos
preceptos.
En definitiva, Luz de luna presenta
palpablemente el paisaje emocional de un personaje al que no se le permite ser
sino hasta el final. Las escenas predeciblemente dramáticas del filme se ven
inmersas en un flujo de recuerdos en el que se prepondera más una narración
atada al ritmo impredecible del día a día. Jenkins prefiere el evento menor y,
por ende, el drama no se desarrolla en la misma línea de uno tradicional (si
bien la estructura lo sea, si bien incluya escenas clave bastante
convencionales). No hay grandilocuencia en Luz de luna. Apenas el drama
de un personaje que se ve obligado a estar al margen, a usar máscaras para
seguir viviendo. Chiron es un protagonista borroso que solo se puede expresar
como tal en el desenlace. En otras palabras, el drama que cuenta el filme es
más parecido a la realidad: difuso e informe. Luz de luna es
un hermoso retrato de alguien que desgasta sus días hasta reconocer que entre
la galería de rostros que ha mostrado nunca ha llevado el suyo propio. Del
largometraje entonces va emergiendo una música triste de quien reconoce que no
ha podido vivir su vida. Quizás esto no encaje con la idea corriente de
largometraje descollante merecedor de premios, quizás no lo sea. Pero también
hay una grandeza en contar la melancolía de un drama mínimo, uno que representa
tan perfectamente esta Luz de luna.
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