La forma del agua
La fantasía es un lugar en que llueve, dijo alguna vez
Italo Calvino. Y en La forma del agua llueve hasta el cansancio.
Guillermo del Toro fabrica un mundo terrible y maravilloso que resulta fácil de
admirar por su persuasiva apariencia, pero que no se habita felizmente. En
otras palabras, el largometraje se ahoga en una anécdota delgada y, por momentos,
aburridora, si bien su reciclaje visual pueda resultar fascinante. La forma
del agua se asemeja al monstruo que la protagoniza: nada con fluidez cuando
exhibe su imaginería, pero se queda sin aire cuando debe narrar su
esquemática fábula. Se salva de hundirse, en todo caso, porque el romance entre
Elisa y el monstruo resulta emocionante, genuino. Sin embargo, para
disfrutar de ello tenemos que observar una historia no muy imaginativa. Más
convencional de lo que su apariencia nos pueda indicar, el cuento de hadas de
Del Toro hila, no siempre con fortuna, lugares comunes de nuestra corrección
política. En modo alguno esto significa que se trate de una mala película, sino
que la adorable fantasía del director mexicano se contenta con seguir el curso de
un relato, aunque suene paradójico, rutinario y anodino.
Todo inicia con un narrador que cifra la película en
clave de cuento de hadas: una princesa encuentra el amor de un príncipe, a
pesar de que un malvado villano se interpone. La princesa es Elisa (Sally
Hawkins), una mujer muda que trabaja en la limpieza de un centro de
investigaciones secretas del gobierno. Su vida carece de toda sorpresa hasta
cuando llega una extraña criatura (Doug Jones), anfibio de forma humana, para
ser estudiado, el príncipe evidentemente. Junto al viene su guardián, Richard
Strickland (Michael Shannon), un sádico agente militar (el villano). De ahí no
hace falta contar mucho. Antes de que el monstruo sea asesinado, Elisa intenta
salvarlo con la ayuda de Zelda (Octavia Spencer), compañera de trabajo, Giles
(Richard Jenkins) y el Dr. Robert Hoffstetler (Michael Stuhlbarg). Cada uno de
ellos representa una minoría que ha sido injustamente discriminada. Y
son ellos, precisamente, los que se tornan en héroes de ocasión para salvar al otro
(monstruo). En el filme los personajes buenos son muy buenos y los malos muy
malos. Por otra parte, las inflexiones del relato se suceden sin visos de
sorpresa. Únicamente el monstruo parece escapar de la ecuación. Únicamente el
arrebato amoroso de Elisa desafía la insípida redención que se extiende
sobre los demás personajes. La forma del agua decide apegarse a los
modelos del cine de Hollywood de un modo insulso durante la mayoría de su
metraje. Si resulta rescatable esto ocurre por las aisladas imágenes que surgen
de tanto en tanto para mostrar un romance desusado contienen una extrañeza que le falta al relato.
La imagen del abrazo entre
Elisa y la criatura resume toda una historia de amor fantástica. Una
imagen que no encaja con el grueso de la narración. En líneas generales, se
iguala la idea de cuento de hadas a una narración que simplifica y pone en
escena estereotipos sin matices, la fantasía, pues, se vuelve una excusa para poner en
pantalla una historia de giros predecibles y finales convencionales. Esta no es
la fantasía que invocaba Calvino, ni es la fantasía que
practicaba. La lluvia del autor italiano no equivale a lo que nos hemos
acostumbrado a ver como fábula, sino a su ruptura, a un lugar donde se propala la
imaginación y la creación. Los realizadores del filme sacrifican las imágenes
que relatan un verdadero mundo extraño por narrar una historia tópica,
desperdician la emoción que transmite Sally Hawkins con su sobria
interpretación en aras de una recompensa facilista. Cuando termina la película,
el filme sale a flote por la potencia de imágenes aisladas, así el relato
zozobre en lo que malamente se ha llamado "el arte de contar
historias". Mientras algunos instantes brillan por su verdadera extrañeza,
la película sigue obediente la fórmula de lo que se supone es la fantasía.
Entre tanto, ese lugar distinto del que hablaba Calvino apenas se asoma entre
las múltiples y corrientes lluvias de La forma del agua.
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