Elegy (2008)

Al principio fue El animal moribundo (The Dying Animal), una pequeña novela de Philip Roth. Luego en esta versión cinematográfica deviene en Elegy, título que ya da una idea de que, más que adaptación, la cinta es más una interpretación de unos hechos (ficticios evidentemente). En Colombia ha sido terriblemente traducido el título como La elegida. Este pequeño recuento ya da una idea de cómo unos hechos aparentemente claros se van perdiendo entre la jungla de las malinterpretaciones y de las convenciones.

Decía que Elegy ya da una idea de que camino toma la cinta pues la directora española Isabel Coixet, al parecer, quiere poner en pantalla una perspectiva sobre esa pequeña novela de Roth. La trama es la misma, pero la lectura de los hechos es distinta (algo que no necesariamente es una forma de enriquecer el primer relato, pero de eso escribiré más tarde). En cualquier caso es conveniente que la directora sepa poner esa marca que define su cinta como una lectura posible de la novela, y no tratar de (mal) transferir el mundo de Roth al cine.

La historia: David Kepesh (Ben Kingsley) es un escritor y profesor universitario que tiene por costumbre acostarse con alumnas que acaban de terminar uno de los cursos que dicta. Todo va bien para David (aparentemente) hasta que conoce a Consuela Castillo (Penélope Cruz). Una hija de (ricos) inmigrantes cubanos de la que se enamora. David, un hombre que presume de independencia, se ve ahora atado a una relación en la que no sabe muy bien cómo actuar. Pero las cosas no pueden seguir así, finalmente la relación termina porque para David su libertad es la más importante. Sin embargo David se siente muy mal. Precisamente entonces muere su mejor amigo, el poeta George O’Hearn (Dennis Hopper). Pasa el tiempo, David tiene que enfrentar, además de la melancolía de la vejez, la nostalgia que tiene por Consuela. Una noche, en Navidad, Consuela llama a David. Tiene cáncer, tendrán que sacar un tumor del seno y extraer todo el seno, ese seno tan amado por David. Entonces David busca la forma de acompañar a Consuela después de la operación y cuando se encuentran termina la película.

Al principio también dije que añadir una nueva perspectiva a un relato (a la novela El animal moribundo) no es necesariamente enriquecedor. Más cuando esa visión es compatible con esa almibarada versión de la cultura donde todo es tan aséptico y tan solemne. La novela de Roth es desoladora y rabiosa, la película de Coixet se deslumbra en mostrar un versión muy azucarada de aquello que algunos llaman soledad.

Supongo, por no imaginar que la película es una traducción tan melosa de la novela, que la idea de Coixet era encorsetar a Roth y dedicarse a explotar sus propios trucos, trucos que han resultado más efectivos en melodramas sin muchas pretensiones. Así la película es narrada por la voz en off de un David Kepesh que ha sido domeñado para encajarlo con el gusto de un público más amplio, supongo. Esa voz en off no sólo fusila la novela de tanto en tanto, sino que también se incorpora en momento impensados (nótese el adjetivo). Una escena particularmente deleznable es aquella en que Consuela y David caminan en la playa, David tiene pensado terminar la relación. Entonces piensa en voz alta (en off) que debe terminar, pero durante la escena las acciones contradicen ese objetivo. El truco resulta risible, y no en el sentido en que Coixet seguramente lo imaginaba.

Otro ejemplo de los fallos con que Coixet destruye la novela: Kepesh mal-interpreta en su piano porque a Consuela le gusta escucharlo tocar piano. Kingsley mal-interpreta a Bach frente a Penélope Cruz. Pero creo que tal vez casi nadie en cuenta de lo risible de la situación, pues todo se cuenta con tal solemnidad que más parece un detalle que muchos espectadores asumen de alta cultura.

Sin embargo, estos son fallos menores respecto a algunos otros mucho más evidentes. La cinta se presenta como una película realista. Al final, después de que la relación entre David y Consuela ha terminado, la directora introduce imágenes seudo-poéticas: a Kingsley parado en medio de la calle mirando en lontananza mientras una riada de gente camina normalmente. Pero el colmo es el siguiente: David solía jugar squash con su amigo George. Después de la muerte de George, David va a la cancha, levanta la raqueta, se da cuenta de que no puede jugar porque está solo, se va. Y entonces la cámara sigue en un pequeño paneo a la pelota que rueda por el suelo hasta la pared. Esta imagen aparentemente quería evidenciar la soledad de David. Todo el contexto en el que sucede es absurdo. La imagen tal vez cabría en otra película, pero en esta no porque la cinta no ha construido ningún estructura que la soporte. Eso sin tener en cuenta que el nivel poético de la imagen, en mi opinión, es bastante pedestre.

La prueba más palpable de la destrucción a la que Coixet y su guionista sometieron a la novela, se evidencia en las siguientes palabras de una reseña de una página argentina (www.cinemanet.com.ar). Curiosamente el comentario es elogioso:

La Elegida es una historia absolutamente para mujeres que cuenta con todos los códigos, guiños y recursos del novelón tradicional, en tanto, para mí una de las cuestiones más destacadas sobre el film es la elección de uno de los protagonistas, el masculino, Ben Kingsley, pudiendo haber optado por un galán maduro tradicional como George Clooney, Richard Gere o Robert De Niro, Coixet, le dio un changüí a Kingsley, a quien no lo hemos visto mucho transitar esto de la comedia romántica y la verdad que su trabajo es realmente bueno y demuestra que los feos lindos, también pueden enamorar a las chicas lindas.

Elegy es una terrible lectura de la novela de Roth que reduce el relato a un novelón tradicional. Pero no es sólo eso, en mi opinión es una película malísima (sin necesidad de comparar con nada).

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