Mientras duermes

 
No debería hacer falta, pero es mejor puntualizar: hay películas que intentan imitar aquello a que, a falta de mejores palabras, llamamos realidad, también hay otras que le dan la espalda de lleno y ocurren en lo que se conoce como mundo del cine, o de las películas. Mientras duermes hace parte del segundo grupo sin duda alguna. Es mejor no detenerse en todas las circunstancias y eventos que serían insostenibles en otras películas, que casi que son inverosímiles. Jaume Balagueró consigue, en todo caso, realizar un filme divertido y casi que verosímil, hasta que el final desafía el sentido común de casi cualquier persona. Se dirá que César (Luis Tosar), el perverso protagonista, es un monstruo, y por ende se entiende ese final. Se dirá que se trata de la mentada naturaleza de la Maldad. Aquí sí que cabe eso de la banalidad del mal. Mientras duermes es una cinta divertida, pero es banal en el peor sentido de la palabra. Y lo escribo sin moralina. Es banal porque César es más caricatura, y menos personaje de lo que se quisiera desear.


La cinta comienza con un juego que como en otras cintas se ve disminuido por la publicidad. César duerme junto a Clara (Marta Etura), se levanta temprano y se arregla. No parece nada extraño, pero desde el corto ya conocemos que en realidad César no es el marido de Clara, sino el conserje del edificio en que vive, y que él se aprovecha de su posición para llevar a cabo sus enfermas maquinaciones. Pronto Balagueró descubre, de todas maneras, cual es la verdadera situación. Mientras duermes no se trata sobre lo que esconde una apariencia, sino sobre un monstruo que al igual que esa fantasía de tantos aguarda bajo la cama a la espera de que su víctima esté dormida. Una pesadilla entonces. Mientras duermes es una pesadilla vista desde el distorsionado mundo del victimario, César. O debía serlo. A ratos no es ni un mal sueño.


El eje de la cinta es cómo César puede llevar a cabo su empresa: hacer infeliz a Clara. El film sigue los planes de César, los sucesos inesperados, las sorpresas. ¿Conseguirá lograrlo? Por instantes la cinta avanza sin mayor interés, por momentos con una medida dosis de suspense evidentemente deudora de Hitchcock. De hecho, la mejor secuencia de la película recurre a la inevitable situación en que César queda encerrado en el apartamento de Clara a punto de ser descubierto. Hasta el final sabremos si los planes de César se han de consumar, lo que implica una coda en la que César simplemente se sentirá a salvo, pues su absurda acción no tendrá más consecuencias en este mundo del cine. Al fin y al cabo después no quedan sino los créditos.


Pero más allá de la diversión que pueda producir el ocasional suspense que imprime Balagueró están las imágenes y la insufrible Maldad. En cuanto a las imágenes hay que resaltar que Balagueró consigue producir una atmósfera de amenaza partiendo de lo que parece ser la vida cotidiana del edificio hasta el elaborado plan criminal de César. Imágenes como la del espejo con el que César verifica que Clara esté dormida son el mayor logro del filme. No obstante, son imágenes que la sostienen una historia no muy fácilmente creíble. Suponer que nunca el personaje de Clara, por semanas, haya notado que el malvado César todas las noches espera bajo su cama, y al estar dormida profundamente la duerma con cloroformo, es casi que inconcebible. A pesar de todo el filme se sostiene, hasta el final, pues el desenlace no le cabe a uno en la cabeza. Aunque, claro, César es un demente.


De la demencia pasamos a la Maldad. César dice que nunca ha podido sentirse feliz. Por eso es que intenta hacer infelices a quienes conoce. Y por eso es que quiere arruinar a la pobre Clara, que sí lo es. Así de simple es la cuestión. En una escena que pudo ser una broma estupenda, César llama a un programa radial que se dedica a dar un ánimo al estilo de los libros de auto-ayuda. Podía ser una sátira una mágnifica. De no ser porque la Maldad del mismo César parece, si se me permite, Maldad de libro de auto-ayuda. Y su discurso es incontestable, pues como anote, la cinta es vista de los ojos de César.

 
Ahora bien, en Ensayo de un crimen, Archibaldo Cruz tiene una obsesión: cree que al desear a una mujer, desea también matarla. Archibaldo quiere matar a las mujeres que desea, y todas accidentalmente mueren. Nunca mata a ninguna, pero su retorcida razón le dice que él es una asesino. El discurso de Archibaldo lleva a la risa por su descolocación con los hechos, el de César, al contrario, es indiscutible. Más aún, Archibaldo dice ser un asesino, pero claramente desea a esas mujeres que mueren una tras otra, a las que él supone que mata. César no parece sentir el menor deseo por la atractiva Clara. Simplemente la viola por las noches, pues así, está seguro, algún día será infeliz.

  
En una elogiosa reseña Samuel Castro alude a un paralelo entre César y el Joker de The Dark Knight. Tiene harta razón en encontrar el paralelo, pues ambos villanos no parecen tener un trasfondo para sus acciones más allá de ser sociópatas, nada los justifica sino su deseo de ser villanos. ¿Es esa la sustancia del Mal? No lo creo. Ya estos personajes perversos no sirven como en Buñuel para ampliar el conocimiento de una clase, de un grupo social, del mismo ser humano, si me permiten la altisonancia. Se trata llanamente de mostrar a un villano más perverso que el anterior, menos explicable. Y este no es sino un resultado de una respuesta que se da en el mundo del cine.
Aventuro que lo que subyace es una forma de rechazar, o mejor será poner ahondar, una tradición del mismo cine. El villano tiene que subvertir las características de otros villanos al punto de ser la Maldad en pasta. Y esto no se da sino en el plano de este mundo del cine, que poco tiene que ver con esta realidad que nos tocó vivir. En Buñuel se podía establecer una conexión entre personajes y realidad. Esto no sucede con Mientras duermes,  ya que no es más que una mera fantasía. De ahí su banalidad.


Sin embargo, no hay que olvidarlo. La cinta se construye de tal modo que se centra en la perspectiva de su protagonista. Quizá se trate de una tendencia del cine actual, ya veíamos antes la vida de un adicto del sexo desde su perspectiva, por poner otro ejemplo. Lo que vemos en Mientras duermes es el distorsionado mundo de César. No hay forma de contestarlo. Pero lo peor de todo es que al final parece no habernos perturbado, como si fuera una de esas pesadillas que rápidamente se olvidan. Porque si se trata de pesadillas, las que realmente asustan son aquellas que dejan marcas. Mientras duermes no me dejó ninguna.

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