Her (Ella)


No es extraño obsesionarse por un objeto, ya conocemos muchos historia de ello. Enamorarse de él, sin embargo, todavía parece extraño. Y subrayo el todavía porque la historia de amor que cuenta Her lo logra mostrar como si fuera lo más natural del mundo. Dice mucho del mundo en que vivimos en el que incluso el amado no sea precisamente corpóreo. Her es una radiografía de un presente en el que los avances tecnológicos hasta cierto punto cambian las relaciones interpersonales, y hasta cierto punto no son más que extensiones de sus limitaciones. Una radiografía a la que permea también un dejo indulgente que se le otorga a la descripción de un la forma de vida de una presente clase social, ya vista en otros relatos cinematográficos como los de Sofia Coppola. No es esto una censura sino una descripción de una cinta que parte de una premisa inusual y que se apega a una dramaturgia clásica. Lo logra soberbiamente, emociona como muchos otros romances no lo consiguen, y al final reconcilia al espectador con lo que podía ser el irremediable drama de la soledad a que se ve abocado un individuo. Nos apacigua con un esperanzador final, aunque no necesariamente todas las historias de amor resulten esperanzadoras. Her es levemente melancólica, una cinta entrañable que logra trasladar de modo efectivo lo que nos parece un extraño enamoramiento. Y sobre todo, Her es un síntoma de nuestra época.

 
Theodore (Joaquin Phoenix) trabaja escribiendo cartas para los poco imaginativos clientes de BeautifulWrittenLetters.com, cartas que imitan la caligrafía a mano y con el que se celebra una fecha especial. Nos encontramos en una futuro no muy lejano en Los Ángeles.Y aunque todo parezca ideal, Theodore vive sumido en la melancolía tras su separación de Catherine (Rooney Mara). Nada realmente anima a Theodore, ni que se encuentre ocasionalmente con su amiga Amy (Amy Adams), ni los videos juegos con los que pasa las noches. Va a ser un nuevo sistema operativo que usa inteligencia artificial el que le de nueva vida. El sistema operativo se decide bautizar como Samantha (la voz de Scarlett Johansson) y con él paulatinamente Theodore va a establecer una relación que animara sus días. Samantha es perfecta en la medida en que responde a los intereses de Theodore de la manera ideal, si bien su falta de corporeidad haga de la relación algo, digamos, virtual. Pero la supuesta perfección dura poco, en la relación ha de empezar a descubrir sus falencias, y estas van a ir deteriorando hasta que llegue el final, como una especie de deux ex machina al revés -si bien no es algo enteramente fuera de lugar. Her se mueve con deleite por los bordes de la comedia y la sátira, guiña constantemente críticas sobre el modo en que la tecnología también se interpone en las relaciones, pero esencialmente es una historia de amor. Es fiel a ese mandato hasta las últimas consecuencias, regalándole al espectador una especie de esperanza de poder rehacer sus relaciones con el último plano del film. Una indulgencia sin duda que, sin embargo, parece ser el final más coherente y natural de toda la novedosa situación.


El futuro que describe Her es promisorio. No hay señales de pobreza o de carencias. A diferencia de tantas otras ficciones en las que la aparición de la inteligencia artificial se convertía en una amenaza que podía enfrentarse a los seres humanos, Her muestra un mundo en que la tecnología es un complemento casi ideal para los humanos. Casi que se trata de un mutualismo que altera el comportamiento de los seres humanos, quienes parecen encontrar en los sistemas operativos lo que no encuentran en los otros humanos. Jonze no recurre a las tan manidas fantasías distópicas de ahora, sino a una cuasi-utopia para contar lo que en otro contexto y otros personajes sería una historia de amor de nuestra época. Los escenarios del film tienen un aire muy similar al mundo de oficinas y tecnología de Playtime de Tati, claro que sin el aura de fría amenaza que despedía la cinta del director francés. Her configura un ambiente ordenado en el que la tecnología organiza en buena medida el paisaje en que viven los humanos. Paisaje que en buena medida refleja el modo en que la nueva tecnología transforma a las relaciones de los seres humanos no sólo como extensión sino como sustituto. Jonze comenta nuestro presente como ya muchos otros autores de la llamada ciencia ficción lo hicieron con sus obras. El caso de Her muestra una agudeza para percibir en el terreno de la ficción que la fantasía tecnológica no consigue resolver las falencias de las interacciones personales, si bien puede crear escenarios inesperados en los que finalmente se replica una relación relativamente corriente. Por otra lado es cierto también que Her recrea una fantasía tan idealizada que presenta una improbable civilización sin mayores problemas sociales, lo que como fantasía no es inconveniente, pero sí hemos de volverlo un comentario sobre la sociedad se vuelve uno acrítico. Aunque claro, Her no es comentario, sino ficción.


Ahora, Her es tanto un relato de amor, como la historia de la soledad de un personaje. Es significativo el papel que juega el diálogo -muy frecuentemente monólogo- por el que los personajes están constantemente analizando sus sentimientos, sus acciones. Vuelven una y otra vez a ver lo que ellos mismos han hecho como si pudieran transformar su comportamiento y, quizás, más esencialmente su condición. Sospecho que si algún signo de la época en que vivimos se encuentra en Her sea esa tendencia a elaborar sobre sí mismo. Her casi que por obligación de su premisa nos convierte en espectadores de cómo el enamoramiento en buena medida responde a la fascinación por una voz, el amor se entabla hablando, y en eso la relación de Samantha y Theodore no se aleja a muchas de las relaciones amorosas de hoy. Lo que con mayor persuasión nos permite ver en Her una historia auténtica no sólo tiene que ver con la cuidadísima puesta en escena, ni la impresionista banda sonora, sino esa necesidad de expresar con honestidad todo lo que puede provenir de una historia. Es verdad que parece embeberse tanto en su relato de amor, al punto a que todo atisbo de crítica queda reducido a mero acompañamiento, incluso la ironía a veces parece disminuida. No obstante, Her procura desnudar el drama de una relación, de la fascinación inicial hasta que el final que termina convirtiéndose en una suerte de parodia in extremis de las rupturas dolorosas e inevitables de las más empalagosas telenovelas. Si bien un recurso dudoso todo encaja de manera perfecta en la historia que Jonze quiere contar, al punto que la fotografía da unos tonos que podían asimilarse a la embriaguez de algunos amores.


Con los años puede que Her se transforme en un documento con el que las personas de un origen muy particular se reconocían y mostraban sus preocupaciones, y todo el revestimiento de historia de ciencia ficción pase a un justo segundo plano -en este caso. Her es incluso una versión más felizmente humorística del cine que ha realizado Sofia Coppola en las últimas décadas. Además de ser una eficaz y a ratos ingeniosa historia de amor. Aunque es verdad que es muy cándida a la hora de presentar una realidad tan fantástica que solamente no es aceptable por esa excusa de que sucede en un futurode fecha cercana, pero muy alejada de las circunstancias reales. Es genial como ficción, claro está. Plantea una visión melancólica de un ser humano que a pesar de desear a gritos amar, es incapaz de sostenerlo ante las inevitables dificultades. A su manera lo que el relato de Her intenta es revelar la naturaleza de un sentimiento: lo consigue de modo agudo y palpable, si bien con ello desdibuje el resto para que no sea sino un telón de fondo. O si bien utilice trucos como los de las motas que brillan a contra de luz del atardacer que bien anotaba Peio Aguirre no son precisamente merecedores de mayor atención. Con todo Her emociona porque capta algo de la embriaguez -repito- a la que se asocia al amor (valga anotar aquí que una exploración relativamente paralela se encuentra en la entrañable comedia de Paul T. Anderson Punch-Drunk Love). Es un cinta que equivale a un conjunto de sensaciones que capturan y conmueven. Jonze sabe desarrollar el film para que en la aparente nueva historia cuente algo que ya teníamos la intuición de conocer demasiado bien. Her está muy bien en los límites en que se plantea, pero sin olvidar que hemos de ponerle límites.


P.S.:Peio Aguirre realiza un análisis y una interpretación muy interesante sobre el film cuyo planteamiento es divergente al de este comentario. Más arriba estaba el enlace a la primera parte y este es el de la segunda.


P.S.: La traducción de título plantea otra complicación. Si bien debía ser De ella, no creo que sea totalmente equivocado reducirlo a Ella. Más después de ver la película.




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