Estación zombie (Tren a Busan)



La infección parece irreversible. Los zombies, como los superhéroes, han invadido el espectro cinematográfico. De películas de terror a dramas sensibleros y parodias furiosas. Parece que no hay lugar que escape a ellos. Estación zombie (Tren a Busan) es una divertida adición a ese tumulto de películas que parecen aumentar con el paso de los años. Un melodrama envuelto intensas secuencias de acción y con una astuta reutilización de tópicos del cine de terror. El largometraje de Yeon Sang-ho no es innovador, ni novedoso. De hecho, recurre a arquetipos, que no estereotipos, para hacer avanzar su trama. Los sabe usar de tal modo, en todo caso, que no parecen figuras acartonadas de un espectáculo formulario. Estación zombie es, además, una película emocionante. El director coreano combina la acción y el suspense en dosis precisas para narrar con efectividad su ridícula fantasía. Sang-ho logra hacer de los elementos típicos del melodrama la base con que confeccionar un delicioso pastiche que recoloca dichas figuras dentro de la lógica de otros géneros (cine de acción/cine de terror). A pesar de que no siempre los encaje y de que la historia central no se resuelve de modo completamente consistente, el filme en su conjunto es una satisfactoria travesía. Estación zombie es destacable al reutilizar fórmulas con las que provoca genuina emoción.


Con un esquema narrativo clásico, la película busca contar la transformación de su protagonista. Seok Woo (Gong Yoo) vive en función de su trabajo. Su familia apenas recibe su atención. Se avecina el cumpleaños de su hija Soo-an (Kim Su-an) y, movido por la culpa, Seok Woo acepta llevarla en tren de Seúl a Busan para visitar a su madre, de quien se ha divorciado. De antemano hay signos de que no se tratara de un viaje rutinario. En un pequeño prólogo somos testigos de la resurrección de un venado luego de ser atropellado. Más tarde, ya con nuestros protagonistas en camino, ellos tienen que detenerse para dar paso a una procesión de carros de bomberos que intentan controlar un gran incendio. Soo-an y Seok Woo parten sin enterarse del peligro. En su tren, sin embargo, una joven infectada logra subirse a bordo. Pasa poco para que se desate el caos. Antes, en cualquier caso, se nos introduce a los pasajeros con quienes compartiremos el viaje que ahora tiene un propósito distinto: sortear a la horda creciente de zombies. El llegar a Busan, ciudad en apariencia a salvo de contagio, se constituye en su esperanza. La supervivencia es el relato superficial que cuenta con gran habilidad Sang-ho, la transformación de Seok Woo es el relato interior que no termina de ser del todo convincente.


El director coreano demuestra gran destreza para imprimir un ritmo trepidante. Sabe también tomar los tópicos del melodrama para volverlos motores del cine de terror y de acción sin caer en el esquematismo. Así, Yong Suk (Kim Eui-sung), el villano de la película, llega a provocar auténtica repulsión por parte del público sin parecer una figura caricaturesca o un mero cliché. Las esporádicas apariciones del alto funcionario de la empresa ferroviaria son claves para el desarrollo del relato. A pesar de que esta figura en otro contexto no se saldría de los cauces más manidos, aquí su actuar responde a una solución comprensible, si bien no aceptable, en tan dramático escenario. En otras palabras, los personajes típicos de un género son puesto a actuar en otro contexto, con lo que se les da otra significación y alcanzan vitalidad. Infortunadamente, no se puede decir esto del protagonista, quien, se supone, sufre un proceso de cambio que va del egoísmo inculcado socialmente a la solidaridad que aprende para poder sobrevivir. El proceso de transformación no es del todo construido en el largometraje y, en últimas, parece un cambio automático (de ahí que no es completamente convincente). De cualquier modo, esto no disminuye la capacidad para emoción que ofrece la película cuando se zambulle de lleno en su relato de supervivencia. 


Han pasado casi 50 años desde que George A. Romero reviviera a los zombies para hacer una sátira ácida y basta del capitalismo con envoltura de película de terror. Esas criaturas han pasado a ser, con mayor frecuencia, simples engendros que aterran a sus voraces espectadores. La sátira ha dado paso al melodrama y la sensiblería, lo que el mismo Romero anotaba al referirse a The Walking Dead como una suerte de telenovela*. Estación zombie es otro melodrama, si bien uno que no elimina del todo el comentario social. En esta nueva producción, su discurso no es tanto crítico como el que enuncia un deseo encomiable para la sociedad actual. El paso del egoísmo a la solidaridad es el objeto a desear. Una aspiración optimista, una ilusión romántica, si se quiere. Mientras ambas películas comparten una visión apocalíptica de las consecuencias del sistema económico, Sang-ho enfatiza más en unas relaciones interpersonales leídas a través del filtro del género cinematográfico. El cambio de énfasis puede revelar un cambio en la posición de los realizadores de hoy: personas que desconfían de las ideologías y se aferran entonces a respuestas emocionales. Sin que el cine de Romero fuera una indagación precisamente intelectual, sin que diera una visión completamente articulada de una sociedad, se preocupaba más por el entorno social de lo que lo hacen los realizadores contemporáneos. La película de Sang-ho ha concentrado su atención (y su fe) en el individuo. ¿Quién iba a creer que el desconfiado cinismo de Romero conduciría de nuevo al Romanticismo?


Estación zombie se destaca no por su novedad, ni por su discurso, sino por su habilidad para crear una montaña rusa emocional. Bien puede que no logre darle plena justificación a la transformación que quiere contar; sin embargo, su poder narrativo logra entusiasmar. La película se añade a ese montón de filmes que invaden salas y casas con un nivel de ingenio y destreza que no se puede dejar de elogiar. Ese no es un obstáculo para afirmar, en todo caso, que ya va siendo hora de tratar de encontrar cura que combata la infección de películas carentes de emoción y desafío.


*Se puede leer el comentario de George A. Romero sobre The Walking Dead y otras películas de zombies aquí.

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