¡Huye! (Get out)
Las
reuniones sociales son el hogar natural de la sátira y el horror. ¡Huye! (Get
out) lo muestra de modo ingenioso e inesperado. La ópera prima de Jordan
Peele es un estimulante espectáculo, ya que consigue combinar satisfactoriamente
el cine de terror con un retrato ácido de las contradicciones que persisten en
la sociedad de los Estados Unidos. La provocadora premisa de la que parte el
director adquiere una mayor resonancia a medida que avanza el metraje, si bien el
apresurado final con que concluye acaso disminuya el impacto de lo que hasta el
momento había sido un punzante relato de terror. Peele reutiliza las
convenciones del género para armar una pesadilla sobre una situación que hasta hace poco no había
alcanzado mayor visibilidad en el cine comercial estadounidense: el horror de
vivir como alguien que pertenece a una minoría oprimida, o, por decirlo de otra
forma, el racismo como motivo de terror. ¡Huye! se erige como una
renovación de un género cinematográfico, aunque solo lo sea al apuntar a realidades que
habían estado prácticamente ausentes en el cine, y no tanto por el modo en que
renueva las formas cinematográficas. Su atractivo, por lo demás, reside en ser
capaz de amalgamar de modo consistente distintos géneros en una pesadilla verdadera. Y en tanto es cierto que la
conclusión parece llevar al relato a un terreno más convencional e inofensivo, ¡Huye!
sabe registrar con precisión las tensiones internas con las que nos hemos
acostumbrado a vivir.
Tras
unos meses de relación, Chris (Daniel Kaluuya) va a conocer a los padres de su
novia, Rose Armitage (Allison Williams). Pese a que ella trata de disipar
sus miedos, Chris se siente nervioso al no saber cómo reaccionaran los padres
frente al novio negro de la muy blanca Rose. Al llegar a la propiedad de
los Armitage, antes que desvanecerse, esos miedos van acrecentándose. Por un
lado, la actitud paternalista de los padres, Missy (Catherine Keener) y Dean
(Bradley Whitford), no deja de tener algo de impostado, sus comentarios,
además, parecen tan venenosos como pretenden pasar por bien intencionados. Por
otro, la presencia de dos empleados negros, Georgina (Betty Gabriel) y Walter
(Marcus Henderson), incomoda a Chris, más cuando ambos parecen actuar como
zombis sin voluntad reconocible. La visita del protagonista coincide con una
gran reunión en que los Armitage celebran con todos sus vecinos (casi todos muy
blancos). El fin de la semana, pues, se va convirtiendo en un suplicio, si bien
el mismo Chris procura achacar los indicios de amenaza a su paranoia. Pero no
se descubre nada al decir que las amenazas son reales. ¡Huye! va
escalando hasta llegar a su delirante revelación. La temible conspiración de la
que es víctima Chris tiene el encanto y las debilidades de las conspiraciones
del cine de serie B, o de las pesadillas de La dimensión desconocida.
Aun cuando no deje de tener esto su encanto, la conclusión del filme lo
disminuye, debido a que su poder seductor proviene de enfrentarnos con un
terror que tiene como base algo real.
Uno
de los grandes logros del largometraje es recrear con suma vividez el aire
enrarecido de quien se encuentra atrapado en un entorno hostil. Tal como ocurre
en aquellas reuniones en que una persona no ha sido realmente invitada y debe
cumplir con las normas "civilizadas", Chris se ve forzado a aparentar
que no hay nada anormal en estar rodeado de personas que parecen juzgarlo por
ser un extraño. Peele sabe construir un horror que surge de situaciones
reconocibles; el director sabe ir acumulando amenazas que son tanto señales de
alarma para su protagonista, como un retrato crudo del supuesto liberalismo de
un sector de la población estadounidense. Todo ello provoca una sensación de
claustrofobia e impotencia. De modo sostenido, las pequeñas amenazas se van
sumando, y Chris, como tantos otros personajes de películas de terror, las
desestiman, ya que supone que se trata de puras fantasías. Pero todas ellas son
reales. ¡Huye! va más allá de los meros sobresaltos con que se
condimenta a las películas corrientes de terror. El miedo y el peligro pueden localizarse en nuestras sociedades, y eso hace de la experiencia una suerte de
horror doble: el del relato y el del comentario social. Peele le es fiel a la
lógica del género, sin embargo; la conspiración se va revelando cada vez más
extravagante hasta concluir con un desenlace que no se distingue de otros
tantos filmes de horror. ¡Huye! se hunde al final en el convencionalismo
que había distorsionado tan ingeniosamente. Las consecuencias del provocador
presupuesto se suavizan a través de un final normalizador. En todo caso,
cabe señalar que la opera prima del director estadounidense lograr revelar a
través del prisma del terror las contradicciones de una sociedad. El
largometraje es una apuesta audaz y estimulante que transforma a convenciones
que parecen fosilizadas en instrumentos con los que se puede comunicar algo
urgente y vital. ¡Huye! tal vez sea un retrato más preciso de la
sociedad estadounidense de lo que lo son los dramas y comedias que se dedican a
repetir formulismos sin mayores signos de vida. O, en otras palabras, se trata
de una película estimulante por estar tan férreamente atada a la realidad,
por ser una historia viva. Y esa es la razón para celebrarla, aun con
sus flaquezas.
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