El curioso caso de Benjamin Button

La nueva película de David Fincher es un verdadero desastre. Otra de esas cintas que tratan de ser alegoría, fábula y revisión histórica. Otra película que se queda en el superficial recuento de hechos con los que se ha esquematizado lo que se llama Historia. Otra película repleta de frases que pretenden ser sentenciosas y memorables. Otra películas que asume que toda fantasía es edulcorante y aleccionadora.

La excusa para esta nueva larga cinta es retomar un cuento de Scott Fitzgerald, más puntualmente retomar su premisa. Un hombre nace con un cuerpo de un hombre de 86 años (con características físicas de un hombre de esa edad, pero del tamaño de un bebé) y a medida que crece, rejuvenece. Sin embargo, morirá como todos los mortales, y eso es terrible (o supongo que a todos le parece terrible, aunque si uno mira la película bien puede que eso no sea lo más terrible).

No es necesario ser muy perspicaz para notar las excesivas semejanzas de la cinta con Forrest Gump (película que no me gusta y que cada vez detesto un poco más). El guionista es el mismo, sus trucos, al parecer, no han cambiado.

Ahora bien, eso no significa que Fincher no tenga ambiciones desmesuradas. A su manera lo que Fincher hubiese deseado realizar es una profunda parábola sobre las dificultades humanas y todo lo demás. Poco de eso que no se quede en la superficial retórica a que se ajustan desde hace bastante tiempo los filmes “épicos” hechos en Hollywood. A fin de cuentas en la película todos parecen estar más preocupados por lograr efectos excepcionales, un maquillaje que haga verosímil la curiosa premisa de la cinta, etc.; como pueden leer, una típica película de Hollywood: muy preocupada por hazañas técnicas vacías, hazañas que no conducen sino a su corto e insustancial modo de reducir cualquier reflexión a puro parloteo.

No obstante, no todo me parece malo. En general todos aquellos efectos están muy bien realizados, y muchas de las actuaciones no están mal (me gustó como casi siempre Cate Blanchett). Pero debajo de aquello no hay casi nada, los barruntos de algo que no se entiende muy bien, algo que se parece a la vida pero que no lo es. El curioso caso de Benjamin Button es una película llena de intenciones que nunca llegan a dar luz.

No quiero dejar pasar un pequeño detalle: las lecturas de Benjamin. Cuando niño Benjamin conoce un libro de Kipling (Just so stories), de alguna manera así estrecha relación con la anciana que se lo lee, pero también con Daisy (Cate Blanchett), el amor de su vida. Años después Benjamin encuentra de nuevo el libro y se lo muestra a Daisy. Parecen buenos recuerdos. Parece también que las irónicas fábulas para Benjamin sólo eran fábulas. En cierta medida lo que le pasa a Benjamin le deja indiferente. Es como alguien que impávido ve una serie de sucesos fabulosos, y que sin embargo no le producen sino una suerte de mohín de asombro. Ahora, esto no parece resultado voluntario de los realizadores de la cinta. Quizá la más grande falencia es que al mismo Benjamin no le importa lo que le sucede a Benjamin, es otro espectador de la función. Si estas presunciones son algo más que eso me parece pertinente aconsejar que será mejor leer a Beckett.

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