La chica partida en dos

La más reciente película de Claude Chabrol es una irregular cinta sobre los típicos temas que el cineasta francés ha abordado en su larga filmografía. El incisivo punto de vista con que Chabrol describía las miserias (y virtudes) de la burguesía francesa roza en su última película la caricatura. En buena medida esto debido a que parece que el melodrama no es el género en el que Chabrol se encuentra más cómodo. A Chabrol le sientan mejor, a mi modo de ver, las tramas que con el pretexto de resolver un crimen se cuenta una historia, a la manera de Hitchcock, con quien tan frecuentemente se le compara.

La chica partida en dos es la historia de la fácilmente reconocible chica ingenua que se enamora de un perverso amante, y, que debido a una desafortunada serie de circunstancias, es víctima de los retorcidos deseos y mezquindades de un par de desequilibrados. Gabrielle se enamora, sufre, es despreciada, y sin embargo al final podrá sobrevivir, algo que no puede decirse ni del escritor que se enamora (Charles Saint-Denis), ni del rico heredero con que se casa (Paul Gaudens), que si bien no muere termina en la cárcel.

Lo más destacable del filme tal vez se encuentre en lo que siempre ha sido el fuerte de Chabrol, la descripción de la hipocresía de una clase social (la burguesía). Si bien la ironía con que trata a sus personajes en el filme no sólo roza con la caricatura, sino que va por momentos mucho más allá de ello.

Chabrol no le teme a los lugares comunes. Y no se debería temerles si se les ha de tratar de manera que no sean una repetición por lo que se han convertido en tales. Sin embargo en esta película por momentos los lugares comunes son sólo eso.

El mayor inconveniente que veo en la película es, repito, que el melodrama, aún con ese perverso final, se convierte en una cuestión más bien automática, irreflexiva. Es decir, se desarrolla de forma muy parecida al de una telenovela. Quizá la idea inicial era presentar un filme que fuese aparentemente un melodrama, pero que en realidad tratase de las ya muy mentadas miserias de nuestras sociedades. Esto es más un propósito, no una realidad del filme.

El final resulta, además, desconcertante. Al incluir una metáfora obvia, suma explicaciones que no enriquecen la película (en mi opinión) sino la empobrecen. Más interesante es aquel plano de la película en que vemos a Gabrielle antes de su boda: entra Charles para pedirle, como en cualquier telenovela, que no se case con Paul. Ella no da su brazo a torcer. La conversación es predecible. A un costado se ve una serie de espejos que reflejan la imagen de Gabrielle y Charles. La cámara se acerca lentamente hasta que Gabrielle y Charles se besan fuera de foco, pero viéndose en el reflejo del espejo nítidamente. Incluso me aventuro a imaginar que la escena es un poco como mostrar que es la repetición de algo muchas veces repetido, algo que sin embargo es la vida de Gabrielle.

Finalmente debo admitir que la película no me molestó en absoluto. De hecho la disfruté. Algo que no impide, sin embargo, que reconozca esta película como un intento fallido.

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