Los colores de la montaña


Los colores de la montaña es una cinta correcta cuyo fin es mostrar cómo el conflicto destroza las vidas de las víctimas (en particular de los niños). Bien hecha en términos generales, la cinta es, sin embargo, sumamente irregular.

Se suscribe en la llamada poesía en el cine, o cine poético. En mi opinión lo más discutible que ofrece la cinta de Arbeláez se encuentra aquí: recursos fáciles y hasta sensibleros: por ejemplo, una profesora que intenta cambiar la perspectiva de sus alumnos mostrándoles que pueden pintar un mural encima de los mensajes en que los grupos armados amenazan la región. El mural es una visión infantil del lugar, y en buena medida la película comparte esa infantil visión de la realidad. Dicho esto, aclaro que lo anterior tiene tanto de recomendable como de no, en la medida en que retrata el mundo de los niños la cinta es eficaz, aunque a veces sus recursos, y en particular la escena en que niños y profesora pinta el mural pareciera sacada de un comercial.



Es notable cómo el director trata escenas centrales: los niños intentando rescatar el balón de un campo minado. Ciertamente Los colores de la montaña supone un avance en ese sentido. Hay un dominio más claro de la narración. Si bien buen cine no implica necesariamente narración. (Inevitablemente se recuerda una secuencia similar en Las tortugas también vuelan)

Uno de los punto centrales en la cinta era abordar la historia sin ceñirse a visiones comprometidas, o ciertos idearios políticos. El filme intenta representar la vida de las víctimas como seres humanos, y en especial el modo en que los niños viven ese conflicto. En buena medida la cinta lo consigue, si bien, como anoté antes, la película presenta quizá una visión infantil de lo que representa. O más bien valga la pena recalcar que aquello de lo humano se suele confundir con lo sensiblero, cuando no pase a ser una suerte de histeria.

Lo que me hace desconfiar de Los colores de la montaña es el uso de cierta poesía de recursos fáciles, obvios: los colores de la montaña son la obsesión de Manuel, el protagonista, que le encanta pintar en su colegio. Más tarde, como ya mencioné, a la profesora se le ocurre pintar un mural. Y en últimas, a pesar de que la historia de por sí es terrible, la poesía de algún modo se superpone de un modo un tanto abrupto. Lo que anhelamos es volver a vivir la fantasía de Manuel (curioso escoger este nombre). La película conmueve al mostrar la imposibilidad de dicha fantasía, pero usando recursos superficiales, comunes. Usando trucos que son más propios de la simple propaganda. Por más que parezcan ciertos los ideales que promulga, la forma en que lo hace la cinta los transforma en algo dudoso. Vacío.





Quizá haga parte de la corrección política anhelar el paraíso de los niños. La realidad suele ironizar sobre dichos ideales, suele mostrar sus falencias.


Por mi parte, yo prefiero desconfiar de tanta correción, ver cine sin tanto recurso manido. Si bien es cierto que Los colores de la montaña presenta cómo las películas que hoy se hacen en Colombia son sin duda más cinematográficas.

Comentarios

  1. A mi me parece que es una pelicula buena dentro de tanta porqueria que se hace aca. al menos es una mirada mas amable de la realidad de este pais.

    ResponderEliminar
  2. Agradezco el comentario.
    Ciertamente las comparaciones pueden dar la idea de que algo es mejor de lo que es. Lógicamente un apartamento pequeño es un palacio si se compara con un cambuche cochambroso de tejado de cinc. Pero de más está decir que hay otro tipo de edificaciones. Lo que creo es que en cine, si asumimos que es un arte, uno no debe ser condescendiente en sus juicios. Lo que creo es que juzgando sola a "Los colores de la montaña" uno encuentra más de un defecto entre sus distintas cualidades.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares