The Ghost Writer

Bien puede ser que el llamado escritor "fantasma", o "negro", o como se le llama, resulte ser una figura paradigmática de lo que es un buen sector de la cultura hoy. De hecho, ya se han escrito novelas espléndidas como Mañana en la batalla piensa en mí de Javier Marías, cuyo protagonista es precisamente un "negro". Sin embargo, la preocupación de la más reciente película de Polanski no se centra en esta relación en particular, sino más bien en el hecho de que esta figura es la perfecta para encarnar una marioneta víctima de un mundo que apenas puede comprender.

The Ghost Writer es una suerte de revisitación de temas que han sido constantes en la filmografía de Polanski, y que sus dos últimas cintas (El pianista, y Oliver Twist) habían dejado de lado, o por lo menos lo habían moldeado de tal manera que estos fuesen más parte del trampantojo de dichas cintas. El ser víctima de un mundo azaroso y corrupto, el ser víctima también de pulsiones que inevitablemente conllevan errores, y la desolación del individuo frente a una sociedad a la que le cabe el adjetivo de caníbal son las maneras en que yo enuncio la visión desolada y pesimista que Polanski transmite en sus filmes.

Ciertamente The Ghost Writer  es una revisitación, ligera sin embargo, un tanto plana por momentos, que recuerda en todo caso las cualidades y calidades del cineasta polaco. Así, esta nueva cinta se convierte en una leve Chinatown, una cinta que se enmascara dentro de un "thriller político" para contar una vez más algo que Polanski ya había mostrado. El relato de una persona que se involucra en una empresa en la que irremediablemente se enredara al punto de descubrirse como un inerme sujeto frente a una realidad hostil en la que el individuo es una pieza más de todo el juego.


La trama es quizá irrelevante: un ex primer ministro británico (Pierce Brosnan) en medio de líos judiciales por violar el derecho internacional humanitario está en el proceso de escribir sus memorias. El primer escritor fantasma ha muerto en extrañas circunstancias, y es reemplazado por uno nuevo, joven e ingenuo (Ewan McGregor). Paulatinamente el nuevo escritor fantasma se va enredar en los asuntos del político y su mujer, va a investigar la muerte de su predecesor, y descubrirá los secretos que ellos habían estado escondiendo.

El secreto del político es lo de menos, por supuesto. De hecho si en algo es débil la película es en que algunos personajes secundarios son más bien planos, parecen propios de cualquier "thriller político". Lo que realmente interesa a Polanski es el modo en que McGregor comprende su función en todo el entramado en el que se ha metido. El horror que descubre Polanski es el de reconocer como un pueril escritor ha sido utilizado por otros para fines mezquinos, abyectos. Supongo que es un horror abstracto si se compara con las explícitas torturas que cierto tipo de cine explota. Y no obstante, es quizás mucho más horroroso enfrentarse a la evidencia de haber sido no más que un fantasma, de haber sido caníbalizado por otros por haber estado en una posición particularmente desventajosa.



Viendo la película me sorprendía, a ratos, la absoluta sinceridad del personaje de McGregor. Cada descubrimiento lo iba develando al primer personaje que se encontraba. Es curioso pues de esta manera se diluye el suspense, la posible tensión dramática; o mejor, se desplaza a una trama que un "thriller político" no contaría, precisamente a la trama del tipo Polanski. Deliberadamente se desdramatiza la situación tópica para acercarse al  personaje, a sus propios conflictos. Y en eso la cinta es exitosa.

En definitiva lo que consigue Polanski es usar una historia común para relatar el pequeño drama de un hombre a la sombra de quienes detentan el poder y los medios económicos. No es algo excesivamente dramatizado a como se acostumbra en los "thriller políticos" o en la prensa. Pensar que entretanto Polanski era puesto en la palestra por el escándalo de violación que le ha hecho no volver a los E.E.U.U. resulta paradójico.

En todo caso yo prefiero a Polanski sin tantos dramatismos, y no los melodramas histéricos de otros tantos directores.

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