Eastern Promises


Tras su genial Spider, David Cronenberg filmó un par de películas en el que desde el cine de género explora personajes enfrentados a un mundo inherentemente corrupto. Es cierto que Una historia violenta e Eastern Promises son cintas mucho más convencionales que Videodrome o Crash. Uno supondría que Cronenberg ha sido domado y estandarizado. Lo que ocurre, sin embargo, en Una historia violenta  y, sobre todo, en Eastern Promises es que ha disfrazado su cine para mostrar una faceta que siendo más accesible, se detiene sobre las obsesiones del director (con excepción de la relación existente entre el ser humano y la tecnología). A la espera de su nueva cinta que se estrenará en el Festival de Venecia y que pone en escena un episodio que incluye a Freud, Jung y la paciente y psicoanalista Sabina Splieren, es bueno revisitar Eastern Promises.

Eastern Promises supone una exploración de la mafia rusa que opera internacionalmente. La acción se sitúa en Londres bien podía haber dado a otra cinta sobre la corrupción, espionaje y traiciones. Cronenberg se interesa más en estudiar la mentalidad de los mafiosos, en mostrar su violencia desnudamente, y en explorar la psicología tanto de los mafiosos como la de Anna (Naomi Watts) y sus tíos, gente que vive dentro de la legalidad.



La diferencia de la cinta no reside en que su trama se distinga de la de muchos otros thrillers; sino en una perspectiva más descarnada; y si bien sigue utilizando recursos tópicos -como el enamoramiento, o mejor la infatuación, que surge entre Anna y Nikolai (Viggo Mortenssen)-, no concilia al espectador con una versión edulcorada de las siniestras prácticas de la mafia.
 
Esto no significa que Cronenberg no haga un retrato humano de la mafia. Semyon, el dueño del restaurante en el que Nikolai trabaja como chófer y perpetrador de horrendos crímenes, no deja de parecer un abuelo cariñoso y humanitario. Todo esto no significa que la película se proponga hacer una denuncia, más bien contar una historia que se semeja a muchas condiciones reales.



Cronenberg enfatiza en cómo dentro de la mafia, y parte de la sociedad rusa -y acá se cuenta a los exiliados rusos- actúan de acuerdo con unas tradiciones que subyacen a la sociedad "decente". Estas prácticas son las que perpetúan grupos como la mafia. Y así la gente decente puede finalmente convivir con quienes se dedican a estas actividades ilegales en la medida en que sus encuentros no los una. Lo más brillante de Eastern Promises es el modo en que retrata una sociedad en que tanto los criminales como la gente de bien convive en una sola. El hecho de que las costumbres se superpongan a veces a las leyes de los gobiernos no significa que a veces los mismos gobiernos no intenten destruir, o controlar dichos grupos, que es lo que cuenta soterradamente la cinta. Pero también ella cuenta como a veces esas tradiciones parecen superponerse a cualquier acción. Y así el filme muestra que tanto como la caridad se perpetúa en ciertas instancias, también lo hace el crimen.



En todo caso si algo hay criticable en Eastern Promises es que todo lo que se presenta es sumamente ajustando al "mundo del cine". Por tanto, todos los actores que hacen papeles de rusos no lo son (como Mortenssen o Vincent Cassel). Las costumbres rusos no dejan de ser un detalle de folklorismo. Y todo esto no hace de ellos sino la caricatura que de ellos ha hecho el cine.

Aún con eso Eastern Promises es entretenida y significativa. Significativo sobre todo en nuestros tiempos en que las mafias y la legalidad se confunden tan fácilmente.

P.S.: El título de la película fue terriblemente traducido como Promesas peligrosas.

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