De Rushmore y Greenberg


Cuando terminaba de mirar Greenberg imaginé que su protagonista, Roger Greenberg, era una versión vieja y derrotada del Max Fisher de Rushmore. El joven pretencioso entusiasta se convertía en el huraño envejecido que intenta vivir la vida sin hacer nada. Un cambio inesperado en apariencia. Pensaba que Fisher habría de terminar como el furibundo Greenberg, quien escribe cartas para quejarse de todo lo que encuentra mal en el mundo; que el joven impetuoso que intenta conquistar a la profesora de preescolar se transformé en el viejo que no puede soportar relacionarse por mucho tiempo. Imaginé que Greenberg era la continuación amarga de Rushmore. Un exceso idealista claro está. Roger Greenberg (Ben Stiller) es demasiado impositivo como para emprender la magnitud de proyectos que comienza Max Fisher (Jason Schwartzman), y Fisher depende más de quienes lo rodean que lo que nunca Roger Greenberg hubo de depender, suponemos. 



Mi fantasía derivaba quizás del hecho que las tramas de ambas cintas cuentan historias en las que un personaje entra en una crisis de la que en un caso sale renovado (Rushmore), y en otro el personaje termina escogiendo una solución que es mucho más incierta (Greenberg). Lo que me esfuerzo en creen comparten ambas cintas es la idea de un personaje que tiene que aceptar que inevitable es él, ya sea Greenberg o Fisher. Una constancia que se aleja del mecanismo de tantas comedias en las que el vicioso aprende a ser alguien mejor. 

Pero mi fantasía se derrumba. 






En la película de Wes Anderson Max Fisher cambia, y a pesar de que descubre que no puede cambiar quién es, y que no puede enamorar a la profesora Rosemary Cross (Olivia Wilde), se contenta con ser quién es. Roger Greenberg entretanto intenta aferrarse a la idea de que puede sostener una relación con Florence (Greta Gerwig), aunque esto no parece tener mucho futuro. La película de Noam Baumbach es más amarga, dramática. La de Anderson liviana, vital. 


Baumbach realiza una cinta que parece más naturalista, aferrada a una narración que sigue los ires y venires de Greenberg mientras cuida la casa de su hermano en Los Ángeles. En últimas la trama no termina pues su final no es conclusivo, no conocemos qué será de Greenberg y de si efectivamente pueda cambiar. Paradójicamente el filme que ocurre en California está poblado de tonos azules y fríos. La música pop también lo es. La apariencia naturalista no deja que el filme sea menos subjetivo.
Anderson en apariencia se aferra más a una histora más clásica. Vemos a Fisher caer, derrumbarse, y luego renancer al comprender aquello que puede conseguir y aquello que no. Una típica historia de aprendizaje. La cámara se bambolea a una altura media como si fuese un testigo inmerso dentro de la situación, una posición que sugiere subjetividad. Los colores son cálidos y vivos. La música pop es melancólica, pero viva e ingenua. 



Dos propuestas opuestas. Una que se ajusta a los moldes clásicos para romperlos. Anderson lleva su comedia hasta que se convierta en un combate que se permite ir hasta las últimas consecuencias. Fisher puede sostener un combate infantil por Rosemary con Herman Blume (Bill Murray), quien provee fondos para el colegio Rushmore. La cinta rompe con el presupuesto inicial: la de un joven estudiante enamorado de su profesora para convertirse en una cinta en la que personajes esperpénticos comparten sus miserias, y se redimen como ocurren en las comedias clásicas, por utilizar dicho término.



La otra es digamos moderna, en la medida en que una película comercial lo es. Además del final abierto, se sigue a un personaje por sus días sin dar una idea de precisa de cómo se desenrrollará la trama. Más que ajustarse a los esquemas de los géneros, la cinta intenta acomodarse a los esquemas de la realidad. En últimas el personaje cómico intenta redimirse, pero no es claro que se haya permitido cambiar, y por tanto bien puede hundirse un poco más. 



Tanto Greenberg como Rushmore son buenas cintas. Arriesgadas hasta cierto punto, complacientes en otros. Comedias que incluyen elementos la mayoría de comedias no se utilizan, pues se permiten ahondar en personajes y sus conflictos. Cierto es también que no dejan de ser comedias que encajan dentro de la convención de comedia, convención en el cine comercial. Son cintas en todo caso destacables.



Vuelvo a intentar mi fantasía inicial. Los jóvenes que cantaban "I Am Waiting" de Rolling Stones en su madurez pasaron a tararear "Please Don't Follow Me" de James Murphy. Un personaje transformándose en otro. Pero esto es pura fantasía.



Una poética del futuro podría ser conectar un relato pretendidamente clásico a uno someramente moderno. Una cuestión típica de ahora.




Comentarios

Entradas populares