Batman: El caballero de la noche asciende


Notas sobre algunas implicaciones de El caballero de la noche asciende

Los superhéroes siempre se han caracterizado por ser guardianes del orden. Ante los malévolos villanos que quieren desestabilizar nuestro Adorable Estado, ellos nos preservan para que no cambiemos, para que el mundo siga igual. Claro, no todos. Pero Batman de modo ejemplar procuraba defender el orden, no en vano además de superhéroe era un multimillonario. Ya sabemos que Bruce Wayne -o en esa versión doblada conocido como Bruno Díaz- al notar que las cosas no andaban del modo correcto se tomaba la justicia por su propia mano. Alguien tiene que ensuciarse para que todo siga igual, y ese tenía que ser Batman, que finalmente protegía los intereses de Bruce, o Bruno, da lo mismo.
Christopher Nolan ha revisitado en su trilogía este cómic para añadir algunas complejidades de las que carecía, pero respetando precisamente esa idea que daba sostén al superhéroe. No es posible concebir un superhéroe más reaccionario que Batman, más reticente al cambio, aun cuando en la conclusión que le da Nolan pierda todo su dinero. Nolan cambia datos sobre este héroe, detalles, y, sin embargo, concluye en tierras conocidas. El héroe perserva el orden, si bien corrupto o podrido, pues ese orden es mejor que el caos, o que la revolución. Batman ha impedido que caigamos en el cambio, una vez más.


Desde Batman comienza Nolan planteó una visión distinta del tradicional cómic de Bob Kane. En principio se trataba de ahondar sobre los traumas y conflictos que impulsaron a Bruce a convertirse en ese justiciero enmascarado. Ya en El caballero de la noche el conflicto pasaba a ser más el de ese hombre atormentado, Bruce, con el de otro, Joker, que no tenía otro fin sino derruir cualquier sentido de orden. La peligrosa conclusión de la segunda entrega no era otra que el héroe debía parecer el perpetrador de un crimen que no había cometido para proteger una idea de orden. Finalmente en El caballero de la noche asciende Bruce llega al final de su recorrido, el villano al que tiene que enfrentar revive los fantasmas del caos, disfrazados esta vez en un discurso revolucionario. Bruce de nuevo los conjurara para descubrir que lo único que debía hacer era continuar con su sofisticada vida -aún pobre la podrá seguir llevando. Batman no conciliará del todo sus fantasmas, pero nos preservará del Mal. A pesar de que al principio Nolan anunciaba cambios, no los hay, pues finalmente el mismo Nolan parece detestarlos tanto como el héroe que ha escogido para realizar su trilogía.


Las transformaciones que Nolan proponía se planteaban en un cambio del mundo creado para contener a Batman. Ciudad Gótica ya no era una ciudad fantástica que muy lejanamente recordaba a Nueva York, Ciudad Gótica era Nueva York casi que sin atenuantes -si bien buena parte de la cinta fue rodada en Pittsburg. Nolan cambiaba todos los manierismos que separaban a Batman del mundo conocido por unos que lo acercaban a él. Al punto de que Nolan hacía hincapíe en un admíniculo que distorsionaba el registro de voz de Bruce para que no fuese identificado como tal. Estas transformaciones reñían tanto con el cómic original como con las versiones muy amaneradas de Burton y Schumacher, ya que hacían de Batman un héroe inmerso en una especie de hipernaturalismo -que dicho de paso también tiene sus manierismos. A medida que la trilogía fue avanzando, no obstante, Nolan se fue alejando de su hipernaturalismo y acercándose a la lógica del cómic. Hasta el momento que en esta última entrega, si bien sigue respetando ese escenarios reales y otras formas, tiene que usar soluciones sólo verosímiles en el mundo de los cómics, o en el género propiamente fantástico (en algún momento Bruce escapará de una cárcel que en apariencia está ubicada en Medio Oriente -dato no menor- y llegará sin medio identificable en menos de un día a Ciudad Gótica-Nueva York).


A mi modo de ver una decisión errada en la trilogía de Nolan es sugerir ese hipernaturalismo para dejarlo a mitad de camino. El enfatizar en el hecho de que es necesario inventar una forma de distorsionar la voz de Bruce para que no sea identificado no es sino un detalle baladí si a medida que avanza la trama se ha de recurrir a todos los caprichos y trucos de los cómics originales.
Ahora bien, Nolan no sólo recurre a este hipernaturalismo para reinventar a Batman, si no se trata como han notado varios reseñistas de una ficción que exorciza el trauma post 11 de septiembre. Batman se convertiría en el símbolo en el que se cifraría las esperanzas con las que combate el Mundo Libre de la Malvada amenaza terrorista.


Pero antes que el terrorismo está el espectáculo. Nolan ofrece una pirotecnia visual y una apabullante banda sonora que en sus mejores momentos sumerge al espectador en el turbio mundo de estas cintas, y en sus peores aturulla sin otro efecto. La última entrega muestra un balance más conseguido de los elementos a su disposición, como la edición fragmentada o una trama a la que no le sobran tantos elementos como en las dos anteriores. Es una cinta entretenida que aprovecha elementos formales que en las anteriores no conseguía por excesos.


Ciertamente es entendible que El caballero de la noche atraiga más a los espectadores dado que el personaje de Joker resultaba mucho más atractivo que todos los otros de la trilogía, incluido Batman. Si bien en mi opinión la película anterior se excedía en metraje y concluía con un tonto juego de simple moralismo. Esta película no es tan excesiva como las anteriores, pero si pierde el tono hipernaturalista, lo que hace que la cinta sea finalmente un pastiche que acaso demuestre la evolución del mismo Nolan como director.
Ahora, si hay algo que se deba destacar en esta trilogía es que un director pueda imponer su propia visión sobre material ya existente y que se ha ajustado para cumplir cometidos meramente comerciales. Nolan ha hecho una serie de filmes con una perspectiva propia, con control sobre el modo en que se realizó casi completo. Si es discutible el discurso que promueve es otra cosa, lo que ya he discutido al principio de la reseña, y en lo que ahondaré a continuación.


Este nuevo Batman no es comprensible fuera del contexto del post 11 de septiembre. Las no muy veladas alusiones al terrorismo se encuentran en todas partes, como ya decía el lugar del que proviene Bane (Thomas Hardy) es similar a alguno que uno encuentre en Medio Oriente. Las ropas de los mercernarios de Bane, además, tienen parecidos con los de rebeldes árabes y palestinos -si bien Nolan se cuida harto de no mostrar a ninguno que sea físicamente parecido. El modo de actuar de Bane y su ejército, lo mismo que el de Joker y otros villanos, resulta similar al de los grupos terroristas. Batman defiende a los americanos de sus enemigos externos del mismo modo que en el cine ochentero y noventero lo hacían los héroes de acción interpretados por Schwazeneger, Norris, Stallone, et. al. de Soviéticos y demás. Creo que sin quererlo Nolan puede revivir, con otro empaque, ese cine que hoy Stallone intenta vanamente revivir con sus Mercenarios y sus secuelas de sus éxitos de otrora.


Sin embargo, lo más problemático de El caballero de la noche asciende no se encuentra allí, sino en la alusión superficial a la Revolución Francesa. Uno podía suponer que Nolan inteligentemente ha encajado una crítica de la sociedad derivada de la Revolución Francesa planteando sus contradicciones tal como hacían magistralmente el Marat/Sade de Peter Weiss. No es así. Nolan simplifica los conflictos para mostrar que Bane utiliza ladinamente el discurso de agitación social para promover el caos mientras aguarda la destrucción de la corrupta Ciudad Gótica. Bane no es redentor de los oprimidos, sino un asesino inescrupuloso que usa hábilmente sus sofismas para provocar el caos. Batman, en la otra esquina, defiende una noción de orden con la que ni siquiera se sabe si se identifica, pero que es mejor al caos se da por sentado es mejor que el terrorismo de Bane. En la mitad se encuentra Gatúbela (Anne Hathaway) que al principio del filme detesta a la corrupta clase alta, y que, no obstante, aterrorizada por los desmanes de la turba liderada por Bane cree entonces en una tercera vía: el escape del individuo al margen de los hórrores de la sociedad. Nolan, al parecer, querría abogar por esa tercera vía, e incluso intenta concluir así su cinta. El que en definitiva use un justiciero va a contra de ese presupuesto, pues lo triunfa es ese Orden corrupto que, a pesar de todo, parece mejor que cualquier otra cosa.


Lógicamente esta reducción es más que perjudicial. Invita a pensar que no hay otra manera de cambiar las sociedades, y acaso la cinta no sea sino un llanto tardío y reaccionario contra aquella Revolución Francesa. Por otra parte no sólo es ingenua, sino además falsa, esa solución de mantenerse al margen de la sociedad. Mucho más dramáticamente se nota esto en el caso de Bruce que como Batman ha restablecido un antiguo orden que desde el principio estaba planteado como nefasto. Por eso de la cinta no se deriva ninguna tercera vía sino la aceptación del mundo cómo es, lo que la convierte en el epítome de lo reaccionario. No sé si Nolan plantee sus planteamientos políticos-ideológicos de tal manera, pues creo que son más confusos y simples. Sin embargo, El caballero de la noche asciende pone en el centro de su historia precisamente tales planteamientos. Decía de Los vengadores que sin intención dejaban traslucir contradicciones que lo hacían cercanos a los "fascistas" que combatían. El Batman de Nolan ahora me hace verlos como héroes ejemplarmente democráticos.


Es comprensible que el temor al terrorismo haya hecho que cineastas recurran a héroes como símbolos de que el Orden debe mantenerse en pie. Es simplificador también. Christopher Nolan ha querido enriquecer a su Batman con planteamientos más complejos que lo acerquen a nuestra contemporaneidad. En el proceso ha reducido de tal modo algunos de los conflictos que plantea que no ha hecho sino una tramposa trama para concluir una falacia: que el individuo puede llevar la vida que quiere en una sociedad como la norteamericana. Cassavettes, Scorsese, Jarmuch o Spike Lee dan fe de otra cosa, por sólo mencionar algunos ejemplos cineastas.  Puede que en el mundo de los cómic sea verosímil tal reducción, no en el nuestro. Nolan se equivoca al acercar a Batman a esta realidad pues ineludiblemente lo que termina siendo es en una loa de un orden que dentro del mismo universo de la cinta es mostrado como repelente.
Durante las 3 películas resuena un ritornello: de qué es símbolo Batman. Bien puede concluirse que es de una sociedad que odia los cambios, de una sociedad estancada.


P.S. : Los títulos de cada una de las entregas ha variado según el país. Ya fuera El caballero oscuro o El caballero de la noche. Tantas títulos como interpretaciones de su traducción. Usé los utilizados en Colombia.



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