Chocó

 
Uno se siente tentado por comenzar notando que Chocó podría ser un ejemplo de cómo la influencia del Neorrealismo sigue estando presente en el cine colombiano. No obstante, continuar tal interpretación es minimizar aquello que hace distinto al cine colombiano, y más específicamente a Chocó. Ciertamente hay similitudes, y es más sencillo aproximarse a una cinta con un referente ya planteado -aunque claro, esto no significa que Chocó no sea hasta cierto punto una película neorrealista. Partamos de la suposición de Chocó como cinta en soledad, y después ya se podrá comenzar con ese diverto y molesto juego de comparar.


Chocó (Karent Hinestroza) es una joven madre y esposa que se sacrifica noche y día por sus hijos. Su esposo, Everlides (Esteban Copete), es un músico haragán que no hace sino jugar y emborracharse para luego buscar a su mujer, quien soporta sus vejaciones en silencio. El cumpleaños de su hija Candelaria (Daniela Mosquera) supone un nuevo dilema para Chocó: su hija quiere comer una torta, pero cómo somos tan pobres ni siquiera hay dinero para la torta. Durante la cinta Chocó trabajará en una mina u otra y se sacrificará para que Candelaria pueda celebrar con una torta su cumpleaños. Sin embargo, en un mundo cruel y sin mayores posibilidades Chocó sufrirá lo indecible hasta el momento que la humillación la aupe a liberarse.


Contada así la historia del primer largometraje de Jhonny Hendrix Hinestroza parece común. Hace falta anotar que el acercamiento de Hendrix Hinestroza está emparentado con el documental, y que tanto el relato que cuenta como el modo en qué se vive en una comunidad pobre de Chocó son igualmente relevantes. Al punto que la última secuencia muestra imágenes de un funeral que no está relacionado directamente con la historia de los personajes.
Ahora, la conjunción entre ficción y documental está equilibrada de tal modo que es precisamente ese contenido documental lo que enriquece al filme. 80 minutos son pocos para contextualizar la realidad de un grupo de personaes, evidentemente; pero la película sabe introducir elementos suficientes para mostrar una realidad colombiana que ha estado oculta mucho tiempo para la mayoría de colombianos.

 
Hendrix Hinestroza hábilmente conjuga algunos personajes de su ficción para crear un cuadro de lo qué ocurre en el Chocó de hoy, la narrativa de Chocó está subsumida a intenciones que usualmente se asocian a documentales. La pobreza y el abandono que sufre dicha región como también la explotación de estas comunidades por parte de personas de otras regiones. Si se ha de lamentar algo sobre Chocó es que su narración central es quizás demasiado esquemática, y aunque parta de realidades innegables, dentro de la ficción estas realidades se tornan tópicos un tanto manidos.


Los roles de hombres y mujeres son un eje central del relato que cuenta Chocó. Las mujeres son sujetos abnegados que dependen de los hombres y que aguantan sus humillaciones. Chocó no es distinta, pero el desarrollo de la cinta implica que aquello irá cambiando, pues Chocó se rebelará. La excusa de la torta de cumpleaños sirve como guía para mostrar la vida en una región y como detonante de un conflicto que ha pervivido durante años. De hecho, el clímax de la cinta me parece que se encuentra en una conversación entre dos cónyuges en qué cuestionan los roles de mujeres y hombres, una conversación que bien podía introducirse en un documental, cabe anotar.


Las dificultades del relato principal es que los protagonistas resultan un tanto esquemáticos: Chocó es una madre sufrida, abnegada, Everledis un zángano violento. El conflicto se achata necesariamente dónde debía ser más fuerte, y por ello el metraje más parecido al documental es mucho más atractivo que el de la narración. Por otra parte, no es inocente el nombrar a la protagonista Chocó. La alegoría es explícita: el Chocó que se ha mantenido subyugado se levantará. Ojalá sea así en la realidad, si bien en Chocó esto no hace sino entorpecer el sencillo relato que proponía en principio.
Problemáticas también son las secuencias orínicas que suponen fantasías de Chocó, ya que no se insertan en el juego narración-documental que impera en la cinta. Las salidas a una narración subjetiva plantea una dificultad para el armazón principal que al emparentarse con ese documental tiende a alejarse de esa posición subjetiva.


Aún con estos peros Chocó es una buena cinta que consigue descubrir una realidad que ha estado oculta para la mayoría de nosotros, los espectadores. Asimismo es de destacar las interpretaciones de todo el elenco, entre actores profesionales y su mayoría no profesionales -si sus personajes tienen debilidades es en cuanto a personajes y no por las interpretaciones de los actores.
No queda ahora sino el prometido paragón con el Neorrealismo.


Deleuze identificaba algunos procedimientos propios de cintas neorrealistas como Umberto D -ejemplo tomado de André Bazin: imágenes cotidianas que de pronto terminan en un gesto que sugiere un significado inefable, una situación óptica pura. Una criada embarazada interrumpe su actividad cotidiana para con un gesto con el que se toca la barriga implicar toda la desesperación que siente. Dichas situaciones se salen del decurso narrativo de la cinta, aunque den otra información sobre lo que ocurre. No pasa así en Chocó. Hendrix Hinestroza utiliza una narración más ortodoxa que se sirve de estrategias del documental para completar la descripción de un entorno en el que sucede el relato.


A su vez recordé la crítica de Labarthe sobre El año pasado en Marienbad en la que señalaba que dicha cinta era el último de los avances hasta entonces del Neorrealismo. La interpretación de Labarthe consistía en que la narración que planteaba el Neorrealismo difería de la convencional al acercarse a su relato de manera abierta y de modo en que los espectadores introdujeran los elementos no dados por los filmes para completar la narración. Un espectador desprevenido podía asumir entonces que los largos planos fijos en que se sigue las caminatas de Chocó se deben a algo similar. En esto el filme de Hendrix Hinestroza también es distinto. Si aceptaramos la interpretación de Labarthe habría que decir que Antonioni fue un clímax de dicha narración neorrealista, y que sus seguimientos a actividades de sus personajes que no añaden nada a la narración habrían de ser parte de ello. Pero en Antonioni este procedimiento también tenía ese significado inefable, lo que se interpretó tantas veces como una visión existencialista de la realidad. Hendrix Hinestroza se encuentra muy lejos de ese existencialismo, su deseo no es compartir tales dramas en Chocó, su cinta no es en absoluto Neorrealista, o sólo lo es en elementos superficiales.


Así, Chocó es una propuesta que, aunque pueda semejar otras tradiciones, establece su espacio propio. Tiene la capacidad de mostrar con certeza el modo de vida de uno de los lugares más pobres de Colombia, y lo hace gracias a un aparato técnico ajustado a dicho propósitos. El relato que escoge para su narración, sin embargo, es sumamente esquemático lo que hace que la cinta pierda la contundencia que tendría si no l fuera así. De todas maneras hay que aplaudir una propuesta como Chocó, auténtica y propia, una propuesta que muestra que en el cine colombiano también soplan aires nuevos.



P.S.: Resulta esencial la música en la película ya que es esencial para quienes viven en Chocó.




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