Skyfall

 
Hasta las fantasías más deseables tienden a envejecer, a oxidarse y a hastiar. El paraíso anhelado durante años puede que no satisfaga por toda la eternidad. Hoy los ídolos y héroes de antaño parecen envejecer con mayor facilidad, y, vulnerables como cualquier otro mortal, van enfrentado problemas menores, sin un alcance ya global. James Bond bien pudo encapsular una fantasía masculina más bien infantil que ha tenido un éxito variable durante los últimos 50 años. Sam Mendes ha transformado al espía británico en una figura un tanto más oscura y vulnerable que inevitablemente recuerda a la nueva versión del Batman de Christopher Nolan. Es natural el cambio. Al fin y al cabo las fantasías masculinas de hoy no son exactamente las mismas de las de hace 50 años -si bien no es que cambien vertiginosamente. Mendes ha actualizado a Bond -con éxito por juzgar por la taquilla, pero también centrándose en esa idea de cómo este héroe envejece, o mejor envejece un poco pero persiste. Skyfall no es un reescritura de la figura de Bond, sino, repito, una actualización para nuevos espectadores. Es entretenida y dramáticamente sostenida, es también reaccionaria. Un canto nostálgico que intenta recuperar un paraíso perdido -olvidando intencionalmente que se ha envejecido.


Skyfall no renuncia a los habituales motivos de las películas de James Bond. Desde la secuencia de acción inicial a la mujer que muere por involucrarse con el agente 007. Todo lo que los fanáticos buscan está allí, aunque hoy ya no se trate de salvar al mundo, ni de detener una conspiración de alcances globales. Skyfall se limita a intentar a salvar a los agentes mismos, cuyas identidades son puestas al descubierto tras el robo de un disco duro con dicha información. O, de hecho, más puntualmente, Skyfall describe como Bond (Daniel Craig) intenta salvar la vida de M. (Judi Dench). El villano que hoy amenaza al servicio secreto británico es un ex-espía, Silva (Javier Bardem). Si hay una gran diferencia entre una típica cinta de Bond y Skyfall es que en esta nueva entrega Mendes reduce los extravangantes eventos de otras cintas anteriores. El tono sombrío que recuerda a Nolan no es sino el modo en que este producto se ajusta al pedido de su público actual.


Es de notar el modo en que la dramaturgia de la película es un tanto más elaborada que la de cualquier otra cinta de James Bond. Mendes y los guionistas Neal Purvis, Robert Wade y John Logan construyen una película con una progresión dramática creciente para llegar a una gran escena climática final. Casi que Skyfall intenta ser una película convencional carente de fallas, y en buena medida consigue ello por la elección de un reparto que bajo la dirección de Mendes explora a personajes secundarios con una mayor profundidad -no tanto puede decirse de su protagonista. Al sumar a actores como Ralph Fiennes y Albert Finney, Mendes otorga un rol mayor al de cuasi-figurantes que en otras cintas de Bond tenían los personajes secundarios. No sobra anotar, como tanto se ha repetido, que Bardem como villano es ideal, más para este tipo de fantasía. Es destacable, en otras palabras, el que Mendes para la mayoría de su reparto asigne un rol significativo.


Estas diferencias, sin embargo, no subvierten en modo alguno a Bond, como tampoco lo hace la nueva tendencia a humanizarlo.A pesar de su aspecto tosco, Bond sigue siendo un espía seductor y sofisticado. A pesar de ser herido con mayor facilidad, en últimas el 007 sabrá como deshacer las malvadas maquinaciones de los villanos. A pesar de que en algún momento Bond parezca albergar un principio de duda, siempre se mantedrá firme al servicio de su Majestad. Mendes ha transformado la apariencia del mundo del famoso espía, ha cambiado su dramaturgia; pero ha tenido cuidado en preservar los rasgos esenciales de esta marca. Incluso se ha permitido algunos anacronismos, para como otro fanático cualquiera, homenajear a su héroe. En últimas Mendes no quiere perturbar el mundo de Bond, sino más bien añadirle algunas motivaciones más Dramáticas.


Es entonces importante anotar que el drama que subyace a Skyfall plantea un pequeño juego de espejos. Tanto Bond como Silva convirtieron a  M. en una figura maternal., tanto el uno como el otro se sienten traicionados en algún punto de la trama por su jefe. El contraste típico de tantas historias de (super)héroes en la que uno se ha dejado tentar por el Mal, mientras que el otro sigue fiel a su amo. La Profundidad de Bond se completa cuando entendemos que su modo de ser se deriva de un trauma de infancia: el perder a sus padres siendo aún un niño es la razón por la que James es así. Skyfall no es el nombre de alguna amenaza contra el (Orden del) mundo. Es el nombre de la finca en que vivía Bond cuando era niño. M. es la madre en la que siempre ha confiado y seguirá confiando. Silva, en contraste, se siente decepcionado -con razón- por el modo en que fue abandonado a su suerte cuando se desvío un poco de sus órdenes. El sustrato del drama es, como se nota, no muy profundo, ni muy elaborado. Es principalmente el carisma de Bardem como villano lo que permite que esto no se convierta -completamente- en una de las archiconocidas batallas entre Buenos y Malos.


La intención de Mendes de explorar más la Psicología del protagonista y el villano no difiere en nada, pues, de la Psicología con la que Bob Kane creó el trauma de Bruce Wayne. Millonarios que buscan reparar sus traumas re-imponiendo el Orden. Es por eso que resulta intrigante cuando los reseñistas afirman que Skyfall está conectada con el caso de los Wikileaks. ¿Acaso los militares que le dieron esa información clasificada a Assange son criminales como Silva y sus secuaces? Probablemente no, creo yo. Esa lectura, de ser posible, indicaría que Skyfall es una de las películas más reaccionarias que uno podría imaginar, pues se legitima el uso de la fuerza y se caricaturiza a quienes invocan una solución distinta a la de eliminar a quién es distinto. Aún así, no veo una conexión tan realmente clara entre Wikileaks y Skyfall. Es cierto que la película de Mendes es suficientemente reaccionaria tal como es, pero la interpretación de veladas alusiones a este caso es ir demasiado lejos, pues en realidad hay que torcer mucho la trama para encontrar las conexiones.


Desde hace tiempo las películas de James Bond llevan el lastre del fin de la Guerra Fría, no es fácil justificar el accionar de Bond ahora. Mendes ha seguido el espectro de la mayoría de últimas películas en las que se trata de encontrar amenazas menores, pero más verosímiles que los planes demenciales de algunos villanos de las películas más viejas. El espionaje, no obstante, no es realmente sobre lo que se centra las cintas de Bond. Pues sí de eso se trata el espionaje es más lo que muestra la magnífica Tinker, Tailor, Soldier, Spy. El espionaje es sólo una excusa para esta fantasía masculina. Mendes evita el inconveniente de una amenaza inventada o cuasi-real al crear esta historia de personajes que se siente traicionados por la organización a que le eran leales, e intenta de paso mostrar el debate interior que sufren los espías. Es claro que la sorna con la que se simplifica los cuestionamientos al espionaje es muy chata. Pero repito, esta película, como toda otra película de James Bond, no es sino una fantasía cuya propaganda política no es sino un añadido que ha etiquetado desde hace tiempo quiénes son Buenos y quiénes Malos. ¿Por qué hay todavía espías entonces? En realidad no importa, mientras James Bond pueda seguir vistiendo smokings, bebiendo martinis, matando a truhanes, y acostándose con cuanta mujer se atraviese.


Resulta curioso en todo caso que las cintas de James Bond presenten tantas alusiones al sexo, pero no pasen de meras alusiones. El sexo y la muerte nunca terminar de ocurrir en estas fantasías, aunque son los motores obvios de ellas. En Skyfall tanto Eve (Naomi Harris) como la bella Sévérine (Bérénice Marlohe) son las chicas de ocasión que pasan circunstancialmente por la vida, perfectamente vacía, de Bond. La gran subversión de la cinta es una escena en que Silva al torturar a Bond da pie a una alusión homosexual, aunque a la larga esto resulte tan anécdotico como cualquier otra relación con mujer alguna. No hay subversión ni distorsión, sino una variación de actores.


Circunstacialmente, a su vez, se dice que Bond no es sino un alcohólico y drogadicto que gusta de matar. El relato se organiza de tal manera para que aquello no deje de ser un comentario tan al uso como las chicas. El carisma de Bond reside en su capacidad para actuar y salir indemne de todo peligro. Hasta cierto punto la profundización que Mendes propone es irrelevante, pues en modo alguno Mendes sacrifica el aspecto fantástico de estas películas. Tras Skyfall, tras conocer que Bond fue una vez un huérfano que buscaba una razón para vivir y que más tarde encontró trabajando para el servicio secreto, uno no siente que tal información sea importante. Mendes no consigue añadirle otra faceta al agente británico porque, en realidad, no está dispuesto a cambiarlo.


Si hay algo, sin embargo, que encuentro detestable de Skyfall es su rancio patrioterismo, como algún personaje dice en la película -estoy parafraseando. La imagen de Bond sobre los tejados y la bandera del Reino Unido no es sino una celebración de un orden inmutable. Los anacronismos que Mendes introduce -el Aston Martin, la oficina central con el mobilario de las cintas de los 60, etc.- son homenajes, y a un tiempo, glorificación de un orden. Ya lo escribí, Skyfall es muy reaccionaria. ¿Por qué existen los espías? También existen porque así lo necesita quienes detentan el poder. Para proteger esa casa que, aún maltratándolo, es el hogar de Bond. Al ver tales anacronismos se me ocurrió que Mendes anhelaba un mundo más estático en la que todo se preservara, James Bond incluido.


Hay que reconocer, de todas maneras, que Mendes habilmente incluye alusiones constantes a la vejez y el deterioro. Después de 50 años de existencia fílmica es extraño que no hubiese ocurrido antes. Este deterioro no es el mismo que se va tragando al mismo sistema del espionaje de Tinker, Tailor, Soldier, Spy; es más bien el fantasma de un empleado al que le llega la hora de la pensión. M. está a punto de ser relevada de su cargo, Bond recuerda nostálgicamente el pasado, Kincade (Albert Finney) rememora la infancia del niño Bond. Mendes sabe que tras medio siglo los ya viejos seguidores del espía han dejado una vida atrás. Skyfall quiere ser entonces una prueba de la razón de existir del espía. Todavía hay criminales, no completamente dementes, pero Bond sigue ahí para protegernos. La vejez es un punto de partida sobre el que Mendes construye una nueva aventura, un nuevo comienzo. No es una vejez verdadera la que enfrenta James Bond, sino un nuevo intento por vigorizarlo. Para hacerlo recurre a artimañas conocidas, y entretiene lo suficiente para asegurarse por lo menos una secuela más.


En esa vigorización es crucial la cita de Tennyson que menciona M. al ser cuestionada por su manejo del MI6. Es casi como si M. y Mendes al unísono pronunciaran el patético discurso en que se elogia la persistencia de un añejo heroísmo. Bond equiparado a ese Ulises que regresa a casa para deshacer los entuertos que han surgido en su ausencia. Así que más que vejez y agotamiento hay resistencia. Aunque los días gloriosos del imperio se hayan ido, todavía queda gloria en figuras como Bond. Rancio patrioterismo diría yo. En todo caso tal cita tiene sentido y no es un simple cameo como el Modigliani que venden como anzuelo para asesinar a un desconocido (¿adinerado?). ¿O es acaso que Mendes nos habla de que el arte también está sujeto hoy al imperio criminal? Dejemos de sobreinterpretar despues de haber sobreinterpretado tanto en esta reseña.


El éxito de este reciente filme tiene múltiples razones: el cuidado de Mendes en su dirección, la fotografía de Roger Deakins, la banda sonora de Thomas Newman y una historia entretenida que se sostiene. Skyfall está hecha con esmero y cuidado, y con un saber hacer con el que resulta atractiva. No deja de ser un producto más, terriblemente ideológico para precisar. No deja de ser la fantasía de siempre también.Creo, además, que es la mejor película de Sam Mendes, ya que prescinde de los histerismos que pueblan sus dramas. A pesar de ello no deja de darme mal sabor tanto patrioterismo, como tampoco me sabe bien el presentar como innovador un film que reitera tantas convenciones. Skyfall es una cinta nostálgica después de todo que ocurre en un mundo en que hay verdades absolutas, un mundo, por lo demás, muy, pero que muy lejano.





Comentarios

  1. En 'Skyfall' nos encontramos a un Bond crepuscular, después de 50 años, que regresa al origen mientras se enfrenta a un malo ceniciento, Bardem, que se abraza a la muerte. Casi es una de Bergman. Jajaja. Un saludo!!!

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    1. No iría tan lejos como decir que es una película de Bergman, me parece que sintoniza con el intento de darle una profundidad psicológica a este tipo de personajes, como en las cintas de "Batman" de Nolan, por ejemplo. ¿Qué tanto aumenta la complejidad psicológica de Bond con "Skyfall"? No mucho en mi opinión. Me irrito que fuera tan reaccionaria, si bien es entretenida. En todo caso creo que "Skyfall" es la mejor película de Sam Mendes hasta la fecha.
      Un Saludo.

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