Mi semana con Marilyn

 
Ya son cincuenta años de su muerte. Para algunos es como si el tiempo no hubiera pasado. Marilyn es una diosa a la que las palabras le quedan cortas. Su imagen parece indestructible, el tiempo no la ha ajado -para un buen porcentaje de la población. La bellísima rubia que tan ingenuamente se compara con una diosa sigue obsesionando a muchos; claro está que probablemente así fueron otrora los dioses, a un tiempo inocentes y  terriblemente crueles. Hace tiempo se han ido los días en que buenamente se aceptaba la comparación de actores y dioses olímpicos. No hay tales hoy. No hay Estrellas, ni nadie como ella -aunque Michelle Williams con un esfuerzo notable logre cierto parecido. Mi semana con Marilyn es inevitablemente nostálgica. Una historia de amor adolescente con una estrella reconocida que reclama aún más cándidamente que es pura verdad lo que nos cuenta. Otra fantasía, feérica casi. Un relato en el que los todavía dioses olímpicos bajaban a la Tierra para deslumbrar a uno de esos anónimos e insulsos mortales.


Mi semana con Marilyn es la versión cinematográfica de las memorias del mismo nombre del documentalista Colin Clark. Clark contaba el modo en que gracias a su obstinación, y a ser hijo de uno de los historiadores más reconocidos del siglo XX, Sir Kenneth Clark, consiguió un puesto como tercer asistente de dirección en el rodaje de The Prince and the Showgirl. Entonces pudo estar cerca a un par de sus ídolos, Laurence Olivier y, sobre todo, su adoradísima Marilyn. Las circunstancias lo favorecieron para que además pudiese pasar una semana con Marilyn mientras que su entonces marido, Arthur Miller, estaba ausente. Los días parecen un ensueño, un cuento de hadas, y al final todo se acaba como también se acaban los sueños. Marilyn se va, pero Colin nunca olvidará su dichosa semana. Ahora, esta historia es vendida como la historia verdadera de esa semana. Mi semana con Marilyn responde a ese anhelo de conocer las intimidades de los ídolos, como también el de mostrar lo que verdaderamente pasó con ellos -como si una película no fuese otra manera de re-escribir la Historia.


El director Simon Curtis nos presenta su versión apegándose al libro, y por ello Mi semana con Marilyn se convierte en el relato de un enamoramiento adolescente -el que Colin tenga 23 es lo de menos. La estrella se ve bajo el velo de la adoración y en tanto que es así todo se achata. Si bien por momentos quien intrepreta a Colin (Eddie Redmayne) no pasa de un cuasi-figurante; lo que se ve en pantalla es su ensoñación, su idealización. Casi entonces uno podía comprender el que todos los personajes tengan un halo de caricatura: tanto el a ratos histriónico Sir Laurence Olivier (Kenneth Brannagh), o el vagamente malhumorado Milton Greene (Dominic Cooper), o la prescindible y dócil Lucy (Emma Watson). Incluso Marilyn (Michelle Williams) es una de esas tantas divas atormentadas por la fama. Sin embargo la cinta se ha vendido como una recreación de la realidad de aquello que ocurrió en esos días de 1956, y no como la ensoñación de un hombre ya mayor que recuerda, con distorsiones incluidas supongo, sus días más memorables.


En la cinta dichos recuerdos no son de la voluptuosa Marilyn de labios intensamente rojos sino los de una atractiva pero no tan exhuberante Michelle. Colin cae rendido por la mera presencia de Marilyn, es atraído por el tantas veces mentado objeto del deseo. Michelle Williams es una atractiva mujer que se esmera por imitar las poses icónicas de Marilyn, mas no es una mujer de la belleza subyugante de la Monroe. Curtis no le da relieve a lo evidente: la mera presencia de Marilyn es el motor de la pasión del protagonista. El meollo de la cinta precisamente debía ser la pasión que provoca la diva, y en esto Curtis simplemente se limita a dar un papel decorativo a esa pasión. Todo se convierte en una cuestión puramente anecdótica en Mi semana con Marilyn.



Tan anecdótica como las referencias al Método de Lee Strasberg, y la disputa que ello produjo en la cinta pues Olivier no consideraba que fuese realmente necesario para la actuación. Uno siente que tales referencias no responden a objeto alguno, sino que son parte de la supuesta minuciosidad con la que se traslada una certeza Histórica. Tales vagas referencias tienen como objeto mostrar que son las fieles representaciones de la verdadera versión de los hechos. E inevitablemente tal aspiración no es copia fiel, sino una caricatura de la historia entonces. La gran dificultad de Mi semana con Marilyn es que aunque es primordialmente ese relato de amor -mejor adoración- adolescente al introducir una serie de variables relacionadas se dispersa involuntariamente para incluir segmentos que en realidad opacan la sencilla historia central. Por más que se añadan elementos la cinta no es un Biopic de Marilyn Monroe, no es una mirada oblicua que descubra a la verdadera persona bajo la máscara. Es un cuento de un adolescente sin gracia enrevesado con otra multitud de historias que no llegan a empezar.


No con esto digo que necesariamente Mi semana con Marilyn distorsione demasiado lo que pudo haber ocurrido entonces. Ni que la cinta carezca de gracia por momentos. De hecho, los personajes de Paula Strasberg (Zoë Wanamaker), Arthur Miller (Dougray Scott), y Dame Sybil Thorndike (Judi Dench) otorgan una mayor gracia a la película en sus breves apariciones. No obstante, su presencia no deja de ser un añadido a la historia central en la medida en que todo superficialmente avanza sin mayor relevancia. Ya podía arguírse que se trata de levedad, pero la cinta de Curtis es más liviana que leve.


A esa liviandad se le suma que en últimas el drama que sufre por dentro Marilyn no se distingue en modo alguno al de tanto personaje famoso atormentado. Las circunstancias verdaderas de Norma Jean Mortenson se achatan en Mi semana con Marilyn al punto que parecen clichés a los que los guionistas han recurrido para dar una justificación al comportamiento errático de la estrella. La cinta de Curtis no responde quién era Norma Jean, sino que se queda alegramente adorando la imagen de Marilyn, y si en el fondo la intención del director es retratar a Marilyn con la excusa de la infatuación de un adolescente, lo que se obtiene a cambio es el conocido retrato de tantos posters en los que la bella rubia simplemente posa. Casi al final, es verdad, Marilyn se quejara vagamente por tener que ser esa imagen que obsesiona a tantos, y sin embargo se resistirá a no ser sino una imagen. Muy tarde es esto para construir un personaje, pues Curtis se ha encagardo simplemente de exhibir una imagen que ya no obsesionará a nadie.


En este punto me parece pertinente resaltar que el final del sistema de Estrellas incidió en el cambio de estatus del actor. No hay actor capaz de ser una especiede representación de un tipo de personaje tal como eran las Stars de entonces. Es cierto que también dicho sistema era parte de lo que era Hollywood, algo que ya no existe. Por ello es difícil reemplazar hoy a Marilyn. Más cuando el público ya no cree tan ingenuamente como antes en Estrellas, o en Dioses. Hoy sólo hay actores, y por tanto criticar a Michelle Williams por no conseguir ser Marilyn Monroe me parece un tanto injusto.

 
Curtis lo que sí intenta es hacer de las Estrellas que representa cuasi-dioses. Mi semana con Marilyn celebra a esas estrellas como lo haría un fanático. Si bien esto es disculpable en la medida en que se trata de las memorias de un fanático, no era necesario darle un valor mayor al que tiene. La escena en que al final al mirar los rushes Olivier declama como Próspero que de ello están hecho los sueños no es sino un final excesivamente manido. Las películas es el mundo de los sueños, tantas veces se ha dicho. Curtis tiende a idealizar tanto como Colin el mundo que representa, así que lo que vemos no es sino una comedia ligera sin mayor beneficio.


Mi semana con Marilyn es un fallido biopic, una recreación minuciosa y anodina de un rodaje, y, sobre todo, es el enamoramiento de un adolescente que se deja llevar durante una semana cual si fuese un pastor al que visita Afrodita. Mi semana con Marilyn no es historia, sino mitología. Lamentablemente dispersa y a ratos aburridora, de cuando en cuando emite algunos rayos de gracia y atracción que recuerdan un pasado en el que todo debió de haber sido realmente encantador y hechizante. No como en el mundo ópaco de hoy en el que ya no hay estrellas y mucho menos dioses.

P.S.: Y si se ha de comparar más, dos versiones de "Heat Wave"



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