Silver Linings Playbook (Los juegos del destino)


Todos merecemos una segunda oportunidad. O una tercera, o una cuarta, y así... Las comedias románticas también la merecen. Con una que otra excusa resulta importante que a cada oportunidad no se pierda el libreto, y Silver Linings Playbook, Los juegos del destino en Colombia, se atiene estrictamente a él. Las vidas de los protagonistas de la nueva cinta de David O. Russell se suponen en un punto insufriblemente bajo. Vamos a verlos redimirse, dejar todos sus problemas atrás. Bien puede ser que haya tantas cuestiones detestables de ser alguien más de clase media, pero finalmente con un poco de amor todo puede mejorar. Russell amaga a mostrar lo anormal, lo que se sale de las normas, pero apenas llega a ello da media vuelta hasta el remanso conocido. Lo realmente a considerar sobre su nueva cinta es la fidelidad con que se apega a las convenciones. Silver Linings Playbook es una comedia romántica muy convencional, mejor en lo romántico que en lo cómico. Es también la afirmación de que por más extraños o locos que seamos, al final a lo que hay que aspirar es a ser feliz convencionalmente, porque como si fuera una verdad absoluta se nos dice que para resolver cualquier problema lo única cosa que hace falta es amor.


Tras estar internado durante 8 meses en un psiquiátrico, Pat Jr. (Bradley Cooper) sale gracias a la intervención de su madre Dolores (Jacki Weaver) y a la sentencia de un tribunal. Pat Jr. fue diagnosticado como bipolar después de que descubriera a su esposa con un amante al que casi mata a golpes. Ahora lo vemos aferrado a una absurda visión positiva de todo lo que le pasa, los silver linings del título. Pat Jr. no quiere, como tantos, dejar que nada negativo interfiera en su intento por reconstruir su vida y regresar con su esposa. Nadie de quienes lo rodean ve en ello un propósito completamente sano, más cuando su esposa Nikki (Brea Bree) consiguió una orden que obliga a Pat. a estar a 150 metros de ella. Ahora bien, Silver Linings Playbook es una comedia romántica, así que siguiendo las normas el protagonista ha de ir aprendiendo que hay otra persona verdaderamente enamorada de él, que sí es auténtica, etc... Ella es Tiffany (Jennifer Lawrence), al principio sumergida en una depresión por la muerte de su esposo que ha intentado remediar teniendo sexo con cuanta persona se atraviese. El terrible cuadro que parece delinear este comienzo lo completa el padre de Pat, Pat Sr. (Robert De Niro), pensionado, apostador amateur, y muy notoriamente obsesivo-compulsivo. La magia del cine, sin embargo, permitirá que todos ellos tengan su redención, y que la pareja de Tiffany y Pat Jr. encuentre el amor, cuestión esencial pues como en toda comedia romántica la recuperación -o conquista- del amor es la recuperación de la vida.


Un nuevo cuento de redención, no una cinta sobre quienes sufren los trastornos de los protagonistas. Es de notar como dichos trastornos van desvaneciéndose conforme la cinta avanza, conforme se enamoran Tiffany y Pat. Las ansiedades y los problemas que conlleva la convivencia con quienes sufren tales enfermedades se va quedando como una mera excusa que hacía a estos estereotípicos personajes un tanto diferentes. Si bien las coordenadas iniciales parecen anunciar una comedia ácida y extravangante, Russell se aferra a las líneas de las comedias Screwball del Hollywood de los 30 y 40.  La fijación con que Pat cree que con su visión positiva ha de recuperar a su esposa será vencida por la realidad, que lejos de ser terrible ha de traer a una tenaz mujer que lo persiga hasta que caiga rendido a sus pies. Silver Linings Playbook varia las convenciones del género, las enmascara, a veces brillantamente, pero más frecuentemente con simpleza. El empaque puede querer dar a vender un tipo de cine extravangante y nuevo, pero no hay nada de eso en un film tan terriblemente tradicional.


Calum Marsh, en una de los pocas reseñas negativas sobre el film, resalta el contenido idiosincrático de la cinta. Aunque sus protagonistas sufran de trastornos mentales, más nominalmente en últimas, ellos no distan de lo que se asocia en las cintas como un enfermo: alguien relativamente extravagante, pero bien intencionado y con un buen corazón. Lo anormal es únicamente, según Marsh, un modo de disfrazar las fallas y falencias de Rusell como director. No es para tanto, si bien es cierto que en definitiva los trastornos se vuelven un adorno, una pequeña variación para llegar a una meta en que esas tradicionales comedias Screwball habían llegado con muchísimo más tino. Es más, Silver Linings Playbook es una cinta sumergida en la idiosincracia estadounidense -o mejor en la idiosincracia de la cultura popular estadounidense- en demasía. Sin cesar, además, se expone directa o indirectamente al espectador a los ritos de la vida de la clase media baja estadounidense, mediado todo por los recursos tradicionales de las cintas en que su protagonista se supera. El interés por las costumbres de la clase media baja y trabajadora de los E.E.U.U. que muestra Russell queda como el telón de fondo. En primer plano lo que vemos es la reafirmación de lo que el cine comercial ya ha dicho: siempre hay que perservar para alcanzar lo que quieres, confía en los que verdaderamente te aman, no hay problemas insolubles sino maneras erróneas de resolverlos,... También al principio se anuncian matices, al final no los hay.


Mientras Pat sale del psiquiátrico y comienza con su plan para rehacer su vida, Silver Linings Playbook mantiene un tono fundamentalmente de comedia dramática, por usar un término. El momento en que llega Pat a su casa, ocultado por Dolores a Pat Sr., es una palpable muestra de ella: una situación cómica con un trasfondo dramático, dado que Russell comparte con nosotros los sufrimientos de sus personajes. La aparición de Tiffany altera todo. Russell enfatiza el atractivo sexual de Tiffany al tiempo que ella toma las riendas de su persecución amorosa -uno de los rasgos comunes de las comedias Screwball es que la mujer es quien provoca las acciones que ocurren en el relato. Curiosamente el resultado va asordinando lo cómico que se va volviendo un recurso más para la búsqueda amorosa. A diferencia de las comedias Screwball como Bringing Up Baby la ligereza del relato se pierde, pues  la cinta carga el serio fardo del relato de la recuperación personal. En esas comedias viejas no se perdía de vista la comicidad que producía las diferencias de sus dos protagonistas, en tanto que Silver Linings Playbook va achatando las diferencias de Pat y Tiffany. Al final ellos han quedado reducidos a un tópico, del mismo modo que algunos personajes secundarios como Danny (Chris Tucker) o Randy (Paul Herman) no pasan de ser uno el amigo gracioso con infortunados problemas y el hipócrita vecino que espera el mal para su prójimo. Estereotipos que son heredados de esa comedia del Hollywood de la época de oro, una comedia que ha tenido una nueva reencarnación en esta cinta de Russell.


La mayores diferencias respecto a la tradición corren por el modo en que Russell no presenta las situaciones sino que las pasa rápidamente. Russell siempre va corriendo, planos que se cortan rápidamente, escenas que no dan descanso. Trotamos junto a Pat, que lleva una bolsa de basura encima para sudar más, y este detalle se vuelve anodino, pues todo avanza sin cesar. Lo peculiar, lo extraño, lo anormal, todo se transforma en moneda corriente. Es verdad que Russell engancha a su espectador así,  como también que así aplana el drama que suponemos sufren los extravangantes personajes del film. La extravangacia y la anormalidad no caben en la película en realidad. Karina Longworth extraña al Russell de I Heart Huckabees, una irregular cinta en la que lo extravangante era verdaderamente extravagante. Longworth resalta que ni Tiffany, ni Pat parece realmente sufrir ningún trastorno, y aquello sólo parece una excusa para que se encuentren. Silver Linings Playbook es tradicional, idiosincrática -en un buen y mal sentido, y convencional, muy convencional.


Y ya que hablamos de convenciones, como en toda comedia el amor triunfa sobre la adversidad. El relato de Silver Linings Playbook está cuidadosamente construido para que el clímax en que se apuesta todo sea lo suficientemente sentimental y emotivo. Mientras lo sentimental se devora a la comedia de la cinta, lo emotivo le da veracidad al encuentro final de Pat y Tiffany, ella parece auténticamente ser dicho personaje. Cuando ya se termina el desenlace es completamente borroso la condición inicial de enfermos mentales, la película también ha subrayado que todos tenemos nuestras manías y pequeños trastornos, todos estamos un poco locos, para seguir utilizando los tópicos. Pero el tópico que más acude a mi mente con respecto a Silver Linings Playbook es una añoranza del tiempo pasado, del Hollywood de la época de oro -el único que fue verdaderamente Hollywood digo yo. Ya no hay Hawks o Capra para realizar esas divertidas y ligerísimas comedias de antaño, hoy lo que tenemos son pálidas copias que por momentos brillan, pero que en general resultan tan ópacas.


Silver Linings Playbook es casi que una muestra ejemplar de cómo lo extraño se vuelve corriente. Es significativo que se le cuelge el letreto de cine independiente a la cinta, cuestión más que dudosa. Una vez también hubo cine independiente en E.E.U.U., pero lo que hoy se vende como tal está muy alejado de serlo. No sólo por su financiación, sino también porque cada día más las cintas independientes parecen más convencionales. Silver Linings Playbook bien puede ser la historia de dos enfermos que al amarse dejan también de ser enfermos, o de un hombre que después de todo acepta ser parte de la clase que detestaba. Un divertimento ceñido a las reglas y a los tópicos, uno lo ha disfrutar en la medida en que acepte su profundo tradicionalismo y, sobre todo, su aguda idiosincracia.


P.S.: El título en España de la cinta es El lado bueno de las cosas, lo que es muchísimo más acertado que Los juegos del destino. Nunca se sabe qué nos deparará las traducciones, en cualquier caso.



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