Zero Dark Thirty (Objetivo: Bin Laden)


Una vez abierta la caja de Pandora, no hay manera de frenar a sus demonios. Más si se hace desprevenido, o si aún con algunas precauciones, se hace sin prever las consecuencias. El resultado puede ser un desafortunado caos, uno como el de Zero Dark Thirty. La nueva cinta de Kathryn Bigelow es un experimento, un ambicioso esfuerzo por contar lo no narrado, siendo fiel a los hechos -desde la óptica de un bando. Es sobresaliente en sus logros, y terriblemente vulnerable en sus falencias. Zero Dark Thirty, traducida en Colombia Objetivo: Bin Laden, fracasa, espléndidamente si quieren, pero sin atenuantes. Reconozco que es difícil encontrar en el panorama del cine de distribución comercial de E.E.U.U. tan valiente, tan consistente con su aproximación. Los temas que aborda, sin embargo, hunden a la cinta. Es como si la fuente material del film se tragara a la nueva cinta, pues la realidad en que se basa es tan rica y compleja, que el film no es sino un garabato que con facilidad se deshace. Zero Dark Thirty pudo ser un hito cinematográfico, y no es más que una película que confusamente intenta orientarse entre todos los demonios que escondía esta particular caja de Pandora.


Los eventos que cuenta Zero Dark Thirty nos son familiares: el ataque de Al Qaeda a las Torres Gemelas, las torturas a que fueron sometidos los prisioneros en Guantánamo y Abu Ghraib, la muerte de Bin Laden a manos de un escuadrón Seal el 2 de mayo de 2011. Todo ello está en Zero Dark Thirty, incluidos también los atentados de Al Qaeda en Londres e Islamabad. Todo está basado, según el equipo de Bigelow y su guionista Boal, en documentos secretos de la CIA y entrevistas a los agentes de la agencia. Se trata de mostrar el modo en que funciona la guerra contemporánea desde uno de los bandos sin intentar idealizarlo. Ver los entresijos de la cacería de un criminal para comprender sus mecanismos. Zero Dark Thirty es en modo alguno un film imparcial, como tanto se cacarea, si desde el principio se aclara que las fuentes de las nace la cinta son las de la CIA -es decir, principalmente de las de las CIA. Ni Bigelow, ni Boal están interesados en mostrar un cuadro completo de la guerra en sí, o de una realidad histórica, sino solamente del modo en que la maquinaria de uno de los bandos funciona. Por supuesto, al aludir a eventos históricos la cinta se convierte en una especie de documento -problemático- sobre tales eventos, mas ese es otro inconveniente. Mejor jugar todavía en el terreno en el que los realizadores de Zero Dark Thirty quieren hacerlo, el de mostrar la lógica de la guerra -o quizás mejor la lógica de la localización de criminales- hoy.


La narración que plantea la cinta de Bigelow es una que se atiene a los hechos. El film se configura como una narración episódica, fragmentaria y un tanto deshilvanada. Es casi como si el espectador se viese enfrentado a una larga narración periodística que ha tomado a Maya (Jessica Chastain) como protagonista. La decisión de Bigelow es valerosa, si bien no tan afortunada en la medida en la cinta parece andar tan ciega como andaban los investigadores, y no se trata al parecer de un decisión consciente de la directora. Kundera tenía harta razón al afirmar, parafraseo de memoria, que el presente histórico es como andar por entre la niebla. Aunque Zero Dark Thirty ya tiene un final, la muerte del criminal, verla es también reconocer la dificultad con que ese mismos hechos se traducen a la ficción. La fidelidad a los hechos puede verse como un fin en sí mismo, pero el film de Bigelow lo tiene entre muchos otros fines. Así que Zero Dark Thirty es a la vez ese recuento fiel, una muestra nada halagadora, si bien ambigua, de la tortura utilizada por las fuerzas estadounidenses, una mirada a la obsesión que producen los monstruos-y el Mal, una forma de enfrentarse a los traumas que dejó el 11 de septiembre, y una detallada muestra de la tecnocracia con que se busca a criminales hoy. Toca todos los temas sin dar preponderancia a ninguno, sin elegir rumbo, negándose a eliminar o a reducir alguno. Decisión contraproducente pues Zero Dark Thirty bordea entonces ser una película sobre todo, o sobre nada mejor.


La falta de unidad que planteaba tantos temas la intentan subsanar Bigelow y Boal creando el personaje de Maya. Si bien inspirado en una agente en particular, Maya conjuga muchas acciones para que sea su terquedad y obsesión las que conduzcan a descubrir el paradero de Abu Ahmed, correo de Bin Laden, y a Bin Laden mismo. Mujer con apenas vida social, Maya tiene una fijación monomaníaca por encontrar a Bin Laden. Habría que preguntarse si es ella la heroína que elogia el film, o se trata de una autómata al servicio de una institución para conseguir un objetivo concreto. Tanta Maya como sus compañeros Dan (Jason Clarke) o Jessica (Jennifer Ehle) son fichas de una sola Organización corporativa cuyo objetivo es claro: encontrar y matar a Bin Laden. Sus rasgos diferenciables son mostrados al mínimo, lo que resulta relevante es que sirvan a la Organización a que pertenecen. En una elogiosa crítica Ignati Vishnevestky señala la efectividad con que Zero Dark Thirty pone en escena una organización que se vuelve un fin en sí mismo. La institución y la fidelidad a su lógica es lo que importa. Es difícil considerar a Maya una verdadera heroína, y debe resaltarse que Bigelow es suficientmente audaz como para realizar una cinta con este tema sin caer en un heroísmo fácil. No obstante, la visión de Bigelow no es necesariamente crítica de la Organización que busca a Bin Laden, como implica Vishnevestky. Ante la llamada imparcialidad el film se dedica a registrar mecanismos, ni suscribiéndolos, ni criticándolos. Reitero, los mecanismos de la guerra de un bando. Lo hace con absoluta precisión, eso sí, lo más destacable de Zero Dark Thirty es su develamiento de la lógica inherente a la guerra, una en que lo más importante es la información a la que se reduce la realidad -en lo que la crítica de Vishnevestky es muy lúcida.


Si la anterior fuese la única preocupación de Zero Dark Thirty la cinta sería una obra maestra. Pero también están otros temas, la persecución del Mal, la obsesión que produce, por ejemplo. Bigelow intenta introducirlos todos en una especie de camisa de fuerzas, pero algunos la desbordan y rompen sus ataduras. La persecución del Mal es uno de ellos. Uno podía recordar en contraste otras cintas que son más hábiles para mostrar ello: David Fincher supo crear una atmósfera de malestar y paranoia en Zodiac, una cinta que desnudaba como algunos personajes se volvían presas del anhelo por encontrar a un asesino. Zero Dark Thirty es sólo oblicuamente la muestra de ello. Maya tiene una sola razón para vivir: encontrar al correo de Bin Laden; pero en tanto que en Zodiac la obsesión se convertía el centro de la cinta, aquí no es sino un ingrediente secundario. Habríamos de decir con Vishnevestky que Maya es una empleada que se ha obsesionado por cumplir su trabajo. Pero esto debilita el hecho de considerar a Bin Laden y su organización como el Mal, que tengo la impresión estaba en la base de lo que proyectaba la cinta. Tanto así que por ello debía resultar importante el inicio con las grabaciones de las víctimas de los atentados del 11 de septiembre, como las bombas que pusieron en Londres o Islamabad. En la cinta tales acciones parecen tenues motivaciones, y, de hecho, Maya también podría haberse obsesionado por encontrar a una persona que fuese inocente para tal efecto. Aquí nos ha de ayudar, creo, la comparación que Xan Brooks ha hecho de la cinta con Moby Dick.


Zero Dark Thirty es una pálida sombra a comparación de la novela de Melville, y sin embargo, es posible hacer un fácil paralelo: Maya-Ahab obsesionados por Bin Laden-Moby Dick. En ambos casos el objeto de la obsesión es indescifrable, ilegible. Pero mientras que en Moby Dick el misterio que perseguía podía leerse con alcances metafísicos-trascendentales, en Zero Dark Thirty no pasa de ser un objetivo, un cuerpo concreto que ha de destruirse. Maya no se aleja de la lógica de la Organización, por lo que la obsesión se convierte en una deformación de un comportamiento corporativo. Mientras Melville hacía de su voluminosa novela un mundo heroico y fallido en el que se intentaba encerrar al universo, Bigelow se atiene a un recuento de documentos que no aclaran sino el sistema mismo. En la cinta los elementos que no pueden ser cifrados dentro del sistema no se integran, y así sucede con algo tan central como es la obsesión de Maya, que no es sino accesorio al objetivo central de la Organización para la que trabaja.


El mayor desbordamiento que sufre la cinta se encuentra al plantearse mostrar eventos históricos. Inevitablemente se ha relacionar el relato de Zero Dark Thirty con ellos, y los esfuerzos por separar la cinta en un terreno absolutamente ficticio son inútiles. En la misma cinta se incluyen fragmentos de auténticas conversaciones telefónicas de víctimas de los atentados del 11 de septiembre, con lo que se marca no sólo la causa para que se busque a Bin Laden, sino una suerte de relato histórico de los hechos. La perspectiva que usa Bigelow transforma en una suerte de trampantojo a las mismas causas, a la guerra contra el terrorismo, y demás. Tanto así que la cinta se desarrolla en lugares del mundo de los que no se conoce gran cosa después de ver la cinta. Es increíble en un momento dado oír a Maya alegarle a su jefe, Joseph Bradley (Kyle Chandler),  asegurándole que él no entiende realmente a Pakistán. Es inevitable preguntarse si ella sí lo entiende. La justificación de nuevo reside en mostrar a un mecanismo, pero para ello no resultaba indispensable mostrar la cacería de Bin Laden, sino la de cualquier otro miembro. Zero Dark Thirty no elide el atentado en Londres, por ejemplo, pero no se esfuerza por mostrar las razones de los atentados -no justificaciones, sino motivaciones para que lo hagan en tales sitios. Bigelow-Boal parecen tan obsesionados con el sistema de búsqueda como Maya con Abu Ahmed y con Bin Laden, al punto a que los países donde trabajan no existen sino como fuentes de información y lugares para albergar terroristas.


Vishnevestky para defender la cinta afirma que la ficción sigue siendo ficción, aún basándose en hechos. Es tal el apego de Bigelow a su material que es difícil defender a Zero Dark Thirty bajo aquel axioma. La realidad interfiere al film y distorsiona su contenido. El uso de grabaciones reales le hace ganar peso a la causa que origina la búsqueda, es una premisa que provoca el relato, y así lo que Bigelow construye es una narración en la que solo se oyen las voces de un bando. Los otros son los objetivos, las fuentes de información, y es difícil decir que no hay sesgo tras ello. Es tal el desinterés en el Otro, que de acuerdo a información de pakistaníes en la cinta utilizan un idioma que no se habla en Pakistán. Por más que buenamente se intente separar ficción de Historia, Zero Dark Thirty intenta borrar sus diferencias, y sin quererlo se convierte en un modo de re-escribir la Historia. Ciertamente usar grabaciones reales, o hacer de la cinta la cacería de Bin Laden le confiere un halo de mayor relevancia a primera vista, pero al estar tan cerca del recuento de unos se vuelve una manera de divulgación de una versión de los hechos. Por más que sea un sistema deshumanizador el que busca a los líderes de Al Qaeda, al registrarlo como versión única le da tono de verdad última.


Se ha anotado en varios medios que la producción de Zero Dark Thirty comenzó antes de la muerte de Bin Laden. Imaginar la cinta en que todavía no se encontrase a Bin Laden es ocioso, pero creo que sería más improbable de lo que es una que vende el modo en que fue muerto. Hay que subrayar que Bigelow elude la glorificación fácil, ni siquiera la larga secuencia del operativo en que se mata a Bin Laden está contada en tono épico. No obstante, creer que no hay nada celebratorio en tal es ingenuo. El final bien puede no ser precisamente un clímax revanchista, sino una fría operación más contra un enemigo en franca desventaja. Pero en ello hay toda una consonancia con el tono que Bigelow le da a las 2 horas anteriores. La posición de Bigelow está claramente alineada en un bando, y como ya anote, ni siquiera se interesa por explorar mínimamente a su adversario.


El modo en que se presenta la tortura ha sido el centro de una de las tormentas que ha generado Zero Dark Thirty. En el tono con que se maneja toda imagen en la cinta, Bigelow registra la tortura -interrogatorio mejorado, mi mala traducción de la jerga. No evita nada, no lo adorna. Es uno de los modos con que la Organización está intentado conseguir información hasta que, con el cambio de administración, deja de ser utlizado. La posición que se presenta es ambigua, pues si bien las escenas de tortura que pueblan la primera hora se ven constrastada con los acríticos comentarios de quienes parecen incluso extrañarla después de que ha sido vetada. Vishnevestky se esfuerza por mostrar como los críticos comentarios de Glenn Greenwald, Jane Mayer y Peter Maass son errados en la medida que la cinta no está circunscribiendo la tortura, sino mostrando todas las actividades que una organización realizaba para hallar un objetivo. Su defensa se sostiene si lo juzgamos en los términos que plantea Vishnevestky, que sin embargo, no son suficientes para refutar otras críticas al mismo respecto como las de Slavoj Zizek. Zizek plantea que en Zero Dark Thirty la tortura se normaliza, y para ello pone a Dan como ejemplo, lo conocemos primero torturando a prisioneros y más tarde es un perfecto burócrata de la CIA. Zizek afirma que implícitamente la cinta convierte a la tortura en otra actividad corriente de la Organización, lo que la hace válida. Dado que Bigelow ha optado por una óptica que se margina de comentar,  creo que Zizek tiene toda la razón. Bien puede ser que Bigelow rechace la tortura, pero su película no lo hace.


Lo que sí hace Zero Dark Thirty es asimilar cuanta imagen se genera a su narración. Casi como los agentes a los que filma, Bigelow añade toda imagen que sea susceptible de convertirse en un pedazo de narración cinematográfica. Aquí de nuevo podía compararse al film con Moby Dick que asimilaba las más variadas tipo de información por el cedazo de la ficción: desde una suerte de información enciclopédica sobre ballenas a un capítulo escrito a modo de diálogo teatral. Los registros que maneja Bigelow son mucho más reducidos, y el modo en que son incorporados a la ficción es mucho más directo. Bigelow se acerca a sus personajes en la medida en que la tecnología que recopila se convierten en un modo darle una visión más completa de su objetivo -el verdadero modo de operación del servicio de inteligencia y las fuerzas militares de E.E.U.U. Pero en tanto que la vieja tecnología es reemplazada por la nueva que opera de modo más satisfactorio, los eventos históricos no son tan fácilmente asimilables a tal esquema, a menos que pensemos que es en las Organizaciones donde sólo la Historia puede existir.


El que la directora recurra a un evento histórico tan preciso sin el menor interés por uno de sus protagonistas no hace sino falsearlo. Por más que se repita que Zero Dark Thirty no es sino sobre el modo operativo de los sistemas de inteligencia y militares de E.E.U.U., tal cinta podría ser posible en muchos otros escenarios. El que Bigelow haya escogido a Bin Laden en particular, el que haya recreado el atentado de Londres, tiene como necesaria conclusión el recrear la Historia. Seguramente Bigelow piensa que fue fiel a lo ocurrido, y que a pesar del grado de ficción hay mucha verdad en su cinta. Tal grado de verdad, no obstante, se ve reducido cuando se asume que en una pelea de dos sólo se habrá de conocerse lo que uno de los dos sabe. Por más matices que pueda ponerle Zero Dark Thirty registra una sola versión, la Historia escrita por los vencedores, digamos para usar una frase manida.


Estas falencias no opacan los méritos del film. Inteligentemente Bigelow termina la cinta siguiendo a Maya. Después del objetivo cumplido su vida ha perdido su razón de ser, un modo muy palpable en que la alienación a que estado sujeta la ha llevado a una no-vida. Maya sube a un Hércules en el viajará sola, sin rimbobancia. Y la bella pelirroja que es Jessica Chastain se apoya contra el único asiento en un plano medio en la que impera el rojo, y todo lo que muestra su rostro es desolación ¿Qué será de ella ahora? Es una nota final elegante para un film desbordante y fallido. Bigelow ha tratado de acaparar muchos temas, con fortuna para algunos, pero sin fortuna en el conjunto, lo que significa un fracaso sin más. Zero Dark Thirty es tal vez la cinta que mejor da una imagen de un momento de los E.E.U.U., obsesivos y sin norte. La película es una desmedida derrota, con luces y sombras; un largo intento por dominar demonios que no se abaten tan sencillamente como los que se esconden en guaridas, pues esos demonios perviven y se alimentan con esta nueva cinta.


P.S.: Los premios de la Academia que se entregaron la semana pasada fueron particularmente políticos. Zero Dark Thirty, Lincoln y Argo películas políticas todas nominadas a la mejor película y cada uno celebratoria a su manera. El culmen de la ceremonia fue que el ganador fuese anunciado por Michelle Obama. De haber ganado Zero Dark Thirty la cuestión habría sido más avergonzante -casi sería como si Obama se otorgase un premio por haber matado a Bin Laden. Ese colofón quizás se vuelva significativo en un recuento futuro, o no pase de una mera anécdota, pero sin duda es uno de los momentos más extraños de los Oscars.

 
Por cierto, creo que la traducción del título en Colombia  es más acertada que la dramática La noche más oscura. Según entiendo Zero Dark Thirty es el modo en que se refiere a una hora pasada la medianoche en jerga militar, hora en que se realizó el operativo en que mataron a Bin Laden. Ignoro la jerga militar en español, y supongo que varia de país a país, pero darle más drama a un título que no lo tiene es sin duda una distorsión. Objetivo: Bin Laden parece una torpe traducción, pero creo que es mucho más fiel, para esta película que se dice tan preocupada de la fidelidad.


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