Oz, el poderoso


En One Week, corto de Buster Keaton de 1920, una pareja de recién casados reciben como obsequio una casa para armar. Las partes de la casa están divididas en cajas numeradas que corresponden a partes distintas del nuevo hogar. Mientras tanto, Handy Hank, el hombre que fue rechazado por la esposa, conspira contra ellos: cambia el número de las cajas. El resultado es que las partes de la casa quedan trastocadas, aún así Keaton y su nueva esposa se quedan a vivir allí por obligación. Oz, el poderoso es lo más parecido a tal hogar. Vistos los planos prefabricados uno podía imaginar una casa anhelada, pero sus traspiés la convierten en un sitio invivible. Aunque su extraña forma pueda resultarnos atractiva por partes, este no es un sitio al que uno deseara llamar hogar. Lo digo sin dramatizar, pues no hay necesidad de acabarlo del todo, ni de rabiar tras el fallido espectáculo de Oz, el poderoso.  La cinta es probablemente una exhibición de un momento del cine comercial, un síntoma palpable del estado de cosas actual de cierto tipo de cine. No se trata de un espectáculo deliberadamente irrespetuoso, ni de un canónico homenaje a la cinta de Víctor Fleming; aunque contiene ambos elementos vagamente dispersos durante su extenso metraje. Oz, el poderoso es un desequilibrado homenaje a la fantasía, usemos la terrible palabra: la magia, del cine, al tiempo que es un engolosado ejercicio en el que cada imagen sirve para mostrar las posibilidades del 3D o del CGI. Si bien comienza con destellos de ingenio, paulatinamente la cinta se ajusta al temible corsé que toda cinta familiar supone pregonar -lo que resulta contradictorio con lo que muestra la misma película. Probablemente ser un fanático de la obra L. Frank Baum o de la película original no ayude a disfrutar esta irregular y previsible cinta, cuyo probable fin es homenajear la magia presentando, paradoja ya no muy sorpresiva, un film tan carente de ella.


Oz, el poderoso supone ser una suerte de precuela que describe como el mago Oscar Diggs (James Franco) llegó al fantástico reino de Oz. Oscar no es más que un charlatán con sueños megalomániacos que usa el encanto que tiene para conquistar a cuanta mujer aparece. Precisamente cuando Oscar huye del enfurecido marido de una de sus conquistas, toma su globo para huir del circo itinerante del que hace parte. El destino le lleva mucho más allá de su Kansas natal en blanco y negro. Oz, en constraste, es un lugar sumamente colorido, extravangante y ligeramente siniestro -si bien a Oscar nada lo sorprende. Teodora (Mila Kunis) le da la bienvenida alegremente, pues Oscar cumple con la profecía en la que se anunciaba a un mago que llegaría en un globo para salvar al reino de una malvada bruja. Oscar se relame ante la perspectiva de sus ambiciones cumplidas, dinero, poder y mujeres. Sin embargo, Oz, el poderoso no es sino otro relato de aprendizaje moral en la que el giro inesperado, más bien inexplicable, es el cambio de Oscar, que, rápidamente, es convencido por Glenda (Michelle Williams) y la buena gente de Oz para combatir a la malvada bruja Eleonora (Rachel Weisz) y la despechada y vengativa Teodora que se vuelve un engendro verde. Un relato que cuenta la regeneración de un Don Juan, si bien no se entiende nunca por qué se regenera.


La nueva cinta de Sam Raimi ha intentado homenajear a la cinta original, sin por eso sacrificar ningún artificio que hoy tenga a disposición. Claro está, se ha cuidado de no aludir a detalles muy particulares del film de Víctor Fleming, cuyos derechos son de Warner Brothers, en tanto que Oz, el poderoso es de Disney. Por ello, por ejemplo, el tono verde de Malvada Bruja del Oeste de hoy (Mila Kunis, después de un giro previsible) es diferente al de la de El mago de Oz. No obstante, Dana Stevens también acota que hay similitudes, lo que probablemente significa un horizonte de batallas legales. Más que tales entresijos es de notar como a los amantes de la versión de Fleming esta nueva versión les deja un mal sabor. Stevens, una seguidora también, resalta el modo en que la versión de Raimi carece del encanto de su predecesora, como también de la capacidad de producir emociones, asevera Stevens. Sin ser un cultor de la cinta original, y sin conocer la obra de Baum, comprendo en todo caso la añoranza, una vez más, por ese Hollywood de antaño que realizaba cintas no tan concentradas en exhibir sus adelantos tecnológicos como en emocionar a sus audiencias.


Sin embargo, el malestar de los seguidores, creo, es más puntual. Glenn Kenny señala lúcidamente que la trama que plantea Oz, el poderoso  propone una variación de tema en la que personaje moralmente incorrecto se redime, aunque de un modo más similar al Snaporaz de La ciudad de las mujeres de Fellini que al de cualquier conflicto moral que plantease la cinta de Fleming.  Tal cambio de tono para lo que debería ser un cinta para toda la familia me parece atractivo, mas no es sino un amago porque, finalmente, Oz, el poderoso es una cinta para toda la familia. Raimi comienza mostrando a un seductor y charlatán, sin mostrar sus vicios -ni sus cualidades a decir verdad, para virar rápidamente al más seguro terreno en el que todo es vago y bienintencionado, fuera de cualquier infracción al buen gusto y demás. Esta ambigüedad debilita la cinta, más si se tiene en cuenta que la historia que cuenta no es particularmente innovadora o provocadora. Varios críticos señalan que la cinta puede gustar o no dependiendo de que tanto se acepte a Franco como protagonista. En mi opinión la cuestión no es tanto si Franco era el actor ideal para el rol, sino en el cambio que propone la trama. Manohla Dargis, en su enfurecida reseña ,afirma que Oz, el poderoso se aparta del visionario feminismo que se podía detectar en El mago de Oz, lo que al margen de su verdad bien puede deberse más al cambio de tono en la trama que a la actuación de cualquier actor.


Los cimientos de Oz, el poderoso no fallan tanto por ese cambio, con todo lo discutible que pueda ser, sino porque rápidamente el interés de la cinta vira a los efectos con que se pueda adornar a Oz. El primer piso en blanco y negro da paso a un pirotecnia de imágenes coloridas y fantasiosas sin asidero en su polvoriento comienzo. Todavía cuando se estrenó El mago de Oz pervivía la imaginería de los cuentos de hadas, y ya en la cinta se veía un proceso de transición de aquella fantasía a otra enmarcada en otro tipo de sociedad.  Oz, el poderoso encaja más en las modernizaciones a que se han vuelto objeto tantos cuentos de hadas, sin llegar a meterse de lleno una alteración significativo de sus fuentes. Raimi intenta poner en la balanza a todos los públicos, incluir para todos algunos elementos, y su resultado no es sino un desigual inmueble. Con todo hay que decir que tanto Oz, el poderoso y El mago de Oz muestran una visión optimista del cambio de una sociedad rural a una tecnificada. La tecnología no es vista negativamente como, por ejemplo, en la visión romántica de El señor de los anillos, que añora un pasado perdido. El uso de la tecnología en ese sentido es natural, aunque la cinta termine por idealizar las ventajas sin reparar en los cambios y sus desventajas. Oz, el poderoso es chato en todo, aun aquello que elogia y homenajea.


Dargis acierta al decir que buena parte del atractivo que tuvo El mago de Oz se encuentra en aludir a las penurias de la Gran Depresión al tiempo que daba ánimos a la gente para que confiara en sus propias capacidades para salir de la crisis. Oz, el poderoso no se interesa en lo más mínimo en las crisis de nuestros días, o en nuestros días a secas. La fantasía es un mundo bien separado del nuestro y no nos dice nada en Oz, el poderoso. La emoción que Stevens anhelaba hoy ya no habita al espectáculo que prefiere seguir los esquemas delineados para hacer uso de nuevas herramientas tecnológicas. Los entusiastas comentarios de Oscar a la hora de hablar de Edison, o de presentar sus artilugios son notoriomante los que deben impulsar a Raimi para su realización. La magia del truco y el trampantojo, los artilugios que ofrece la tecnología llegan a la cima pues son ellos los que posibilitan que Oscar venza a las brujas y libere al buen pueblo de Oz. Asociación sencilla y solamente cierta en un mundo fantástico como Oz, que como sabemos no tiene nada que ver con nosotros. No nos emociona ni interesa en realidad.


El momento en que Raimi equivocó las cajas probablemente se conecte a la hora en que prefiere concentrarse en un diseño visual que recurría a estereotipos tan manidos como Frank/Finley (Zach Braff), el ayudante contestón pero leal, o el de la niña de porcelana (Joey King), que es fundamentalmente la niña que ha de enternecer al cínico de Oscar. Para colmo, Raimi arma su cinta con efectos que paulatinamente pasan a ser indistinguibles, por no decir intercambiables, qué importa finalmente que sea un lugar de flores de cristal, o de flores que matan con sólo olerlas. Ni siquiera Oz como lugar fantástico es destacable, es más bien el trampantojo borroso que uno ve en circos en los que aquello no es sino una pesada obligación. Casi que como obligación se presenta una metáfora entre los trucos de Oscar y los del cineasta, pero mientras que Oscar puede salvar a todo un reino con sus trucos, a sus espectadores no puede interesarlos. El mago de Oz implicaba al público con el sencillo recurso de un paralelo entre blanco y negro-realidad y color-fantasía-cine. Entonces la cinta terminaba con el famoso no hay lugar como el hogar de Dorothy, quien había disfrutado y sufrido las fantasías que había develado el mundo fantástico de Oz (del cine). Raimi es más simple, pues de la realidad pasamos a una fantasía que no deja de ser verdad. El blanco y negro y el color no son más que homenajes necesarios pero sin ningún otro significado.


Oz, el poderoso no funciona como cinta ya que intenta satisfacer a todo público, lo que puede atraer más espectadores, pero no transformarse necesariamente en buenas cintas.Tiene habitaciones para los niños pequeños, los adolescentes, los jóvenes, para los adultos con y sin hijos. Pero no es lugar para ninguno de ellos. No sigue la trama que promete, no es una manera de revivir la cinta original, ni el libro, y tampoco es una modernización del cuento, en últimas. Es una cinta que se conforma con colores chirriantes que cansan después de cierto tiempo. Por momentos uno piensa que la habilidad de la secuencia inicial en la que Oscar presenta su espectáculo de magia, o en el humor que parece deslizarse en la cinta como cuando Oscar descubre que la niña de porcelana carga un cuchillo, y uno cree que la cinta puede virar a algo mejor. Todo esto aparece y desaparece, deshilvanado. La función ya no es dominada por las ansias de un público atento a cómo habrá de sorprenderlo el mago, pues sus trucos ya se han utilizado sin césar. La magia de lo inesperado está terriblemente ausente en Oz, el poderoso, cuyo final se parece más bien al de la casa de One Week. Tras una semana de luchas y desastres, la pareja de Keaton y su esposa intentan llevarse la casa, al ser desalojados del lote que ocupaban. No lo consiguen, con tan mala fortuna que, además, la casa es arrollada por un tren. Al recordar a Oz, el poderoso me parece que pasa lo mismo, por más que uno desea cargarla, la cinta está destinada al desastre. Por fortuna la pareja del film de Keaton se tenían a ellos, por fortuna para nosotros tenemos mucho otro cine.




P.S.: El nombre completo de la cinta es Oz, the Great and Powerful. Aquí en Colombia se ha omitido lo Grande -o lo Grandioso. Tras ver la cinta con justicia hay que admitir.


Pequeño Obituario: No puedo pasar por alto el fallecimiento en el pasado jueves del famoso crítico Roger Ebert. Para obituarios más informados los que aparece en su sitio web, así como una selección de algunos por IndieWire.Y no sobran las palabras de Werner Herzog, por supuesto.





Comentarios

  1. A mi si me encantó la película Mago de Oz tiene buenos efectos y los actores son geniales

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    1. Agradezco tu comentario, aunque difiero. "El mago de Oz" tiene una estética que ha obsesionado a directores e influenciado muchas películas desde su estreno; un ejemplo es este "Oz, el poderoso", que en mi opinión se queda muy corta con respecto a ese referente.

      Saludos.

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