Neighbors (Buenos vecinos)


Llegan los días del tedio, en que se ha envejecido, y en que se ha de afrontar los inevitables cambios que trae la edad. El paso del tiempo es inexorable, sus cambios naturales. A veces se tarda en aceptarlos, y de esa dificultad es de donde parte Neighbors, titulada en Colombia Buenos vecinos. El conflicto que surge entre una joven pareja que acaba de tener una hija y los ruidosos miembros de una fraternidad universitaria que se mudan a la casa del lado es la premisa por la que se guía la cinta. El objetivo es darnos un mensaje de aceptación de los cambios de cada edad, con un peaje obligatorio por el humorismo escatológico de moda. Neighbors es un testimonio de los años que vivimos, testimonio involuntario, pero apegado a las creencias de hoy. Se trata de una comedia en la que lo que una vez fue visto como un acto de subversión se suma para hacer de condimento a una visión sobre lo que es madurar, lo que no deja de tener un dejo conformista. Neighbors es una comedia que siguiendo el ejemplo de Apatow encuentra en los conflictos de la persona común el territorio de un humor desenfadado e inexplorado, por momentos verdaderamente inspirado, no tanto así en otros. No se trata de un film ejemplar, ni de uno que se deba remarcar especialmente, Neighbors es una cinta ajustada a las dimensiones del personaje corriente que representa, con todo lo elogiable y limitado que esto conlleva.


  
Mac (Seth Rogen) y Kelly (Rose Byrne) son una pareja de jóvenes padres que acaba de tener una hija. No por ello quieren dejar de hacer lo que antes hacían cuando no tenían ataduras, lo que parece irse destiñiendo por tener ahora a cargo a una bebé. Para subrayar todavía más esa especie de crisis -hoy cualquier conflicto es una crisis- una fraternidad universitaria se muda a la casa del lado, encabezados por Teddy (Zac Efron) y Pete (Dave Franco). El conflicto no tarda en estallar, a pesar de que los vecinos intentan tender puentes en principio. Al no poder dormir a la bebé Stella, Mac y Kelly llaman a la policía, algo que Teddy les había pedido no hicieran. Esto provoca una pelea entre ambos bandos con sus fines respectivos: tratar de vengar lo que Teddy considera una traición, conseguir que la fraternidad se mude y entonces Stella, Kelly y Mac puedan dormir en paz. No hay madurez a la hora de pelear, una cuestión evidente en Neighbors. Y si bien por momentos parece que el film va a explotar la idea de que Teddy de alguna manera ve en Mac un posible futuro, la cinta se embarca en ir haciendo que sus personajes vayan aceptando sus roles. El paso del tiempo vuelve insignificante la pelea de vecinos, el fin de la universidad para los miembros de la fraternidad y el asumir la rutina de empleados y padres para Mac y Kelly son los resultados finales para ambos. Finalmente cada personaje termina por aceptar un rol, ya que esencialmente Neighbors es una comedia sobre la aceptación.


Neighbors es aleccionadora sobre las expectativas con que nos formamos y nos conformamos hoy. De la fiesta salvaje de la fraternidad a la vida relativamente tranquila y relativamente aburrida de una pareja de empleados con hijos. Stoller usa este telón de fondo y se sirve para que sea la premisa con que se comienza una comedia que por momentos adopta un ritmo acelerado en que un gag se sucede a otro, como si se tratara de la pelea en que el Coyote intenta fallidamente atrapar al Correcaminos. En Neighbors, por momentos, Mac y Kelly serán el Coyote, y por momentos Teddy lo será. Dichas secuencias hacen a la comedia liviana, el ligero tono absurdo contribuye a que se vaya creciendo una simple tensión por saber cuál bando podrá derrotar al otro -a medida que avanza el metraje los personajes recurren a estrategias más incorrectas. Lo mejor de Neighbors reside en secuencias como las que los miembros de fraternidad narra como si fueran las más solemnes hazañas un pequeño catálogo de ordinarieces, lo que da tono al eje cómico de la cinta. A modo de crescendo la pelea irá subiendo sus alcances, poco importa la madurez cuando se trata de demostrar a un contendor que se es capaz de hacerlo salir de su territorio. Lo paradójico es que tras todo este edificio de ordinariez se construye toda una parábola edificante, una reflexión seria que es infortunadamente superficial.


El momento en que la terrible madurez asoma sus fauces para agarrar a su presa es narrado con toda solemnidad. A Neighbors  la recorre un hilo como una certeza de hierro: ha de aceptarse el rol de cada edad, aunque cueste trabajo en un momento. La sensatez del postulado contrasta con el aire de desenfreno que la cinta quiere mostrar, porque también la película dice muy claramente, el desenfreno tiene su hora. Por otro lado es bueno cuestionar la madurez que elogia Neighbors. Casi al final, cuando Kelly y Mac por fin parecen reconciliarse con la idea de que han de vivir como padres más acordes a sus años, su diálogo consiste en intercambiar el nombre de productos asociados a personas que comienzan sus 30. Hasta cierto toda la madurez de Mac y Kelly se agota ahí, casi como si dijera que de consumir productos para veinteañeros nos hace vivir tal edad. No puede haber algo más contradictorio, y sin embargo, más elocuente sobre la percepción de lo que es ser maduro: conseguir una posición estable, organizar un hogar, pero sobre todo, comprar lo que adecuadamente se debe comprar. Uno puede de vez en cuando volver a los días pasados, como un ejercicio nostálgico y nada más. Neighbors es una celebración de una visión de la realidad más bien conformista. Desperdicia toda una carga de gags y situaciones cómicas para llegar a concluir que uno debe aceptar el mundo y satisfacerse por comprar las cosas que se supone uno debe comprar.


No debe terminarse el comentario sin señalar que Neighbors no sale de la nada. Es otro ejemplo de una comedia norteamericana -para algunos sectores de la crítica incluso bautizada Nueva Comedia Americana. Con perspicacia directores como Apatow y el mismo Stoller han actualizado el bagaje cómico para que este conviva con lo que se asocia a los problemas corrientes del ser humano. Ninguna de las cintas pretende romper esquemas sino más bien conjugar, amalgamar y poner en otro contexto. El ejercicio no es del todo perdido, aunque tampoco se trata de un logro en el caso específico de Neighbors. La más reciente cinta de Stoller sabe hilar sus bromas y gags, concentrar la atención en esa comedia inmadura de dos bandos que quieren aplastar al otro. Paradójicamente el centro serio es otra madurez que no alcanza a percibir una contradicción evidente en los personajes de Kelly y Mac -su anhelo por seguir siendo adolescentes. De mala gana se acepta la madurez hoy, y sus satisfacciones no llena sus vidas, se nos implica al principio. Al final de Neighbors el escenario es distinto, pero los personajes no cambiaron. La aceptación tampoco ocurre propiamente como revelación. La aceptación proviene del cansancio. Para qué pedir más, si lo que se nos ofrece ya es suficiente. Quizás lo que cuenta Neighbors sea un relato más radical. Pero más probablemente se trata de un entretenimiento con sus luces y sombras medianamente disfrutable que pronto será actualizado, y probablemente uno olvide. Curioso. Apenas salir de la sala pensé que la cinta era un documento en el que agudamente quedaba plasmado el espíritu de la época. Muy seguramente es una exageración mía, porque si no, qué herederán de nosotros nuestras Stellas.


P.S.: El título de la cinta ha sido cambiado de un modo impensado -por su aparente sencillez. Mientras que en Colombia se le colocó sarcásticamente Buenos vecinos, en España se le puso el transparente Malditos vecinos. Incluso en el Reino Unido al título se le añadió una palabra: Bad Neighbors. Puede que esta historia de pequeños cambios sea más elocuente que tantas otras reflexiones y comentarios.





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