Lucy


Los dones pueden venir cargados de castigos. La sabiduría se puede convertir en una terrible maldición, y quien accede a ella debe aceptarla. Es una idea antigua que de cuando en cuando se recicla. Lucy, la más reciente cinta del director Luc Besson, la revive en clave de caricatura violenta con heroína como eje. Ya no será ni una manzana, ni el estudio prologando, ni un pacto con el demonio como en el mito faústico. Ahora es una droga la que permite catalizar toda información y transformar a Lucy en un ser superpoderoso. La típica narración de Besson ahora carga con una serie de inquietudes que la convierten -como ya han anotado varios críticos- en su propia 2001. Lucy es a la vez un compendio de trucos conocidos y la más ambiciosa cinta del director francés al abarcar todo conocimiento posible -guardando las proporciones Lucy es también el Fausto de Goethe de Luc Besson. Afortunadamente el mismo director no toma sus breves divagaciones muy serio, al fin y al cabo el objetivo de Besson no es la elucubración filosófica o científica, sino el llano placer de repetir secuencias de acciones alterando una o dos convenciones.


El relato es simple: Lucy (Scarlett Johansson), una improbable estudiante en Hong Kong, se ve envuelta en una trama por exportar una nueva droga. Ella será una de las mulas que la llevarán a sus expendedores. Sin embargo, el paquete que fue colocado en su estómago se rompe y la droga la convierte en una humana todopoderosa. La droga permite usar más del 10% de la capacidad cerebral que usamos todos los humanos corrientes como rezaba una vieja teoría científica -ya rebatida. El accidente le permitirá a Lucy adquirir fuerzas y agilidad sorprendentes, acceso a todo el conocimiento posible, y la imprevista capacidad para cambiar su color de pelo mágicamente. Lógicamente en principio su guía será vengarse del grupo mafioso de Mr. Jang (Min-sik Choi), pero esta parece luego una fácil misión comparada con el simple hecho de mantenerse con vida. Lucy solamente podrá sobrevivir si ingiere cantidades de la droga. Por otra parte se contactará con el profesor Norman (Morgan Freeman) para que le explique a la audiencia lo que va ocurriendo. A medida que la capacidad de Lucy va en aumento, la cinta se va volviendo más estrambótica. La banda de Mr. Jang persigue a Lucy que vuela a París para obtener el resto de la droga y encontrarse con el profesor Norman para obsequiarle algo. Su regalo no será la salvación del mundo, ella va a legar la Summa de todo el conocimiento posible -lo que no deja de tener su atractivo, dicho sea de paso.


Pero la ambición va primero. Al principio vemos a Lucy -la versión de Besson de la que sería el primer ser humano del que se conservan restos- para dar paso a la Lucy que nos compete. A Lucy hay que entenderla sin fisuras, transparentemente. Por eso no basta con ponerla en la entrada de un hotel luego de una noche de fiesta con el novio de ocasión que le pide que lleve un maletín sospechoso a un amenazante desconocido. Besson introduce para explicarnos del peligro una secuencia de un depredador y su presa, una especie de montaje paralelo de asociación. Es evidente que Besson juega con lo obvio, y hasta cierto punto es bueno que lo haga. Le da pie para toda esa imaginería visual salte de las típicas persecuciones en contravía de sus cintas a los montajes al estilo Koyaanitsqatsi -o quizás Discovery Channel, sea mejor decir, en la que la capacidad creciente de Lucy le hace comprender lo divino y lo humano. Y hay que reconocer que Lucy soporta su popurrí visual de manera coherente, la jerigonza seudo-científica y la obviedad visual mantienen un balance que contribuye a que la película avance sin mayores dificultades. No se trata de promover elucubraciones sobre la capacidad cerebral de los seres humanos o de iluminarnos. La prioridad de Besson es meramente el entretenimiento, así este tenga las proporciones del Fausto de Goethe. Cada uno avanza por el territorio que más le apetece.


Las aspiraciones de Besson van más encaminadas a proveer el típico cine de acción con alteraciones de sus convenciones, casi como si fuese un heredero del viejo Hollywood. No resulta una comparación tan extraña si decimos que para Lucy incorporó a Scarlett Johansson como la Star que mantiene a la cinta por su mera presencia. Una de las dificultades que la cinta carga es que su protagonista pasa de ser superficial a una especie de ente todopoderoso -casi que un no-personaje en toda regla. La compensación para ello está en que esa transformación la lleva a cuestas una estrella. Y de hecho por segmentos funciona, la presencia de Johansson es suficiente -y no la de un personaje. Pero no sucede siempre así. Y a pesar de todo la premisa sencilla pero estrambótica va llevando por inflexiones que llevan al tedio. La llegada a París en la que el agente Pierre del Rio (Amr Waked) se convierte en el ayudante de Lucy va dando pie a escenas fácilmente olvidables. Lucy decae por segmentos en secuencias perfectamente idénticas a las de otras cintas de Besson, un indistinguible entretenimiento de otros muchos.Va a llegar el transcendentalismo del final como para diferenciar la cinta, Lucy alcanzando la totalidad de capacidad cerebral, para hacerla diferente y dar pie a una larga secuencia juguetona que por lo menos no se presenta como la verdad última revelada. La conclusión de la cinta no deja de tener un humor infantil con algo de gracia, pero pone también todo en su lugar -lo que por una vez no significa inventar deux ex machinas para que todo termine bien, sino de acuerdo a la lógica de la cinta. El cómic Lucy concluye con su burdo trascendentalismo, al que afortunadamente el mismo Besson mira con humor.

 
Finalmente puede que Lucy dé origen -o sea la consolidación- del género de acción trascendental. Besson alimenta su fábrica con un popurrí que vive en buena medida del reciclaje, aunque para éste haya incorporado elementos que convierten a esta cinta en su propia Summa. La abierta ambición de Lucy no la desvía de su propósito principal, entretener. Es sobre este propósito que falla por segmentos. La dimensión que la hace comparable con 2001 curiosamente la enriquece porque alimenta el juego, le da un sabor levemente diferente a esta nueva receta de hamburguesa para que la comamos en un centro comercial. De hecho, Lucy tiene todo el atractivo que puede tener una hamburguesa en un centro comercial. Es común, satisface al momento, y es perfectamente olvidable. Tal vez así la creo Besson, pero no uso el 100% de mi capacidad cerebral para decirlo con certeza.


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