Interestelar

 
Hace tiempo que el sueño de los niños ya no es viajar por el espacio. No es tan urgente hacerse astronauta, ni conquistar las estrellas. Probablemente Christopher Nolan sí creció con esa ansia. Interestelar es un film que nace, presumo, de la nostalgia. Tiempos pasados en los que viajar por el espacio era el fin próximo de la especie. En el árido presente la cuestión no es tan clara, pero Nolan relata un cuento en que de nuevo se vuelve necesario, de hecho es la última tabla de salvación. Si no en la Tierra, los seres humanos tendrán que trasladarse a las estrellas para continuar existiendo. Por sus casi 3 solemnes horas Interestelar despliega una impresionante imaginación visual, una banda sonora atronadora acompasada por discursos grandilocuentes de personajes abocados a cargar con tareas titánicas. La nueva cinta de Nolan es una melodramática travesía que imagina el modo en que la Humanidad -con presuntuosa mayúscula- se ve obligada a trasladarse de planeta al volverse la Tierra inhabitable. Una cinta ambiciosa sin lugar a dudas, que, no obstante, resulta más exitosa cuando se limita a ser una aventura de ciencia ficción, y no la sensiblera épica en la que algunas teorías científicas sirven para contar esa fantasía tan recurrente y querida en el cine; la de las eternas segundas oportunidades, siempre va a haber un modo para salir de un escenario sin salida, siempre habrá un modo de volver a estar en paz con la realidad. Con optimismo un poco obligado Interestelar nos cuenta una aventura antigua de cómo los seres humanos pueden salvarse de la destrucción de su propio planeta.


Interestelar es, pues, el relato de la búsqueda de un nuevo hogar, distinto del actual, pero siempre parecido a esa imagen que nos formamos en la infancia del nuestro. La cinta ocurre en un futuro cercano. Son tiempos en los que una lenta destrucción ha llevado a que la población humana esté obligada a limitarse a ser granjeros y cultivar el único producto posible en este futuro, el maíz. La mayoría de humanos sobrevivientes se contentan con seguir en el planeta. No es así para los indomables Cooper (Mathew McConaughey) y su hija Murphy (cuando niña interpretada por Mackenzie Foy, adulta por Jessica Chastain, y anciana por Ellen Burstyn). La niña admira enormemente a su padre, un ex-piloto de la NASA convertido en granjero, anhela emularlo. Por las noches le cuenta sobre las visitas de lo que ella llama un fantasma. Un fantasma que convenientemente es el que ha de llevar a Cooper a encontrar las instalaciones encubiertas de lo que queda de la NASA, donde se prepara una última misión desesperada para salvar la especie. El profesor Brand (Michael Caine), antiguo mentor de Cooper, le ruega que les colabore piloteando una nave que atravesará un agujero negro en la búsqueda de un trío de prospectos para ser nuestro segundo hogar. A pesar de que Cooper no quiere abandonar a sus hijos -en particular a Murph- finalmente accede y emprende la misión acompañado por los científicos de rigor y por la hija del mismo Brand, Amelia (Anne Hathaway). Interestelar cuenta en este melodrama simbolista la increíble aventura por la que estos humanos se salvan y salvan la humanidad. El film utiliza las teorías científicas de Kip Thorne como sustento con mayor y menor fortuna, de hecho el científico fue asesor y productor ejecutivo de la cinta; ya que si bien el film es fiel a ellas, abusa de éstas para que el lazo emocioal de la cinta tenga asidero dentro del relato. Todas la variaciones que supone la alteración de la linealidad del espacio-tiempo, las paradojas que viven los personajes de Interestelar en carne propia, no serán obstáculo para impedir que después del inminente desastre llegue la inevitable reconciliación -y la consiguiente salvación.


Ignati Vishnevetsky nota agudamente que Interestelar, más que la anhelada comparación con 2001 de Kubrick, tiene más puntos de encuentro con Solaris de Tarkovski. Vishnevetsky enumera los puntos de encuentro entre ambas cintas, desde el inicio en que una larga secuencia rodea el hogar terrestre del protagonista, pasando por el abandono de los hijos en la tierra -más relevante en Interestelar-, hasta el dolor que cargan ambos protagonistas por sus difuntas esposas -muchísimo más relevante en Solaris. La coincidencia en temáticas y magnitud, no obstante, resalta, como anota también Vishnevestky, que los alcances de la cinta de Tarkovski, o su profundidad no están presentes en la entretenida Interestelar. Nolan compone un film indudablemente ambicioso, aunque se decide a contar una historia segura y convencional. Su esforzado diseño visual y su ensordecedora banda sonora narran una aventura fácilmente reconocible, nosotros podemos enmedar lo que se haya hecho mal y rehacerlo. Precisamente, Solaris, en contraposición, es un relato de un hombre atascado por los fantasmas de su pasado. Ni siquiera en un mundo de sueños se puede deshacer de ellos. En contraste vemos en Interestelar que para Cooper el pasado es un lugar borroso -cuando se trata de todo lo que no ocurre en la cinta-, o una habitación a la que se puede volver por caminos recónditos e inesperados, siempre se puede recuperar el tiempo pérdido, se puede incluso transformarlo. Ahora, la diferencia entre visiones -para usar términos burdos, digamos que una es optimista y la otra no- no implica que una cinta sea mejor que otra. Lo que hace a Solaris una espléndida obra cinematográfica es su coherencia interna, es perseguir una visión y llevarla hasta las últimas consecuencias. Interestelar no funciona del todo así, la narración que plantea en un principio debe dar un salto de fe al final para poder arreglar todo el embrollo en que ha metido a sus personajes. Nolan no consigue producir ese famoso cese de la incredulidad para la sorpresa final, ni tampoco construir un drama profundo para sus protagonistas, que por momentos son más vehículos expositivos de la trama que personajes. Interestelar encaja bien como un relato un tanto ingenuo que usa teorías científicas para dar rienda suelta a la imaginación, pero aspira a más. Es en esa aspiración en lo que falla. Hay que reconocer, sin embargo, que Nolan se da el derecho de aspirar a filmar un gran blockbuster científico-metafísico, y eso es sin duda elogiable en una industria que está tan cómoda redituando parodias, sagas y secuelas.


La ambición de Nolan lo excede, repito. En este sentido vale reflexionar sobre si la dificultad del final se debe a que Nolan maneja un guión complejo, o uno que tiene, llanamente, vacíos que no puede llenar. No nos distraigamos con las teorías científicas que sustentan las paradojas que ocurren en Interestelar. Empecemos por el fantasma que Murph oye cuando está sola. Detrás de los estantes llenos de libros el fantasma hace ruidos incomprensibles. Esta historia es la semilla para la resolución final, una resolución de un problema para el que Nolan requiere de largos diálogos expositivos en lo que todo quedé claro. Al contrario de lo que se ha comentando mayoritariamente, Nolan se esfuerza tremendamente por ser transparente. Las zonas oscuras no existen sino en la medida en que Interestelar es una cinta de por sí confusa. Confusa básicamente en una resolución que, como acota James Rocchi en una de las pocas reseñas negativas sobre el film, requiere de un deux ex machina para salvar el día -y a la humanidad de paso. O deux ex McConaughey bromea Rocchi. De la semilla del fantasma a ese viejo procedimiento para desenredar los hilos para ponerlos arbitrariamente en el lugar que les corresponden. El sentimentalismo de la cinta -lo que quizá confundió Nolan con darle un tono emocional a sus fríos films- está sostenido por una resolución disparatada que ni el más burdo agujero de gusano, ni los saltos entre universos paralelos podrían disfrazar. La debilidad del guión reside en que no puede darle cabida a ese final optimista que le canta al tenaz esfuerzo humano capaz de sobreponerse a los escenarios más desoladores. Por más que inserte el tema desde el principio de la cinta queda la sensación de ver una solución de último momento, de someter a la cinta una forzada vuelta de tuerca que no cabia en ese agujero. La ambición de Interestelar se hunde en los problemas básicos de la dramaturgia clásica -y esto no se debe a ninguna provocación moderna, ni posmoderna.


En los hombros de gigantes Nolan se arriesga a soñar una telenovela grandilocuente. Con un esforzado hacer y una historia desigual el director inglés intenta crear su propia gran épica estelar, sin conseguirlo. Otras facetas del film son interesantes, sin embargo. Es atractivo ver Interestelar como un síntoma. Es una narrativa que pone en escena la deseada fantasía de que a pesar de todos los errores y el escenario más catastrófico, habrá una segunda oportunidad y sabremos aprovecharla. ¿Acaso se trate del mito de la sociedad contemporánea? Volver a la misma casa que habitamos en la infancia en otro lugar en el espacio. El mismo final de Solaris cuenta ese regreso imaginario al hogar-las podemos seguir comparando-, aunque en la cinta de Tarkovski aquello tenía un aire de horrible pesadilla. Nolan consigue crear una imagen concreta a la fantasía que recrea, aunque al final se vea obligado a rematar su cinta de un modo abrupto para que tenga un final esperanzador. Interestelar es una entretenida cinta de ciencia ficción que ganaría con una construcción más aplicada en su guión. Las aspiraciones trascendentalistas quedan cortas porque su narrativa queda corta. Tal como quedó, el film habría ganado sin tomar tan solemnemente lo que narra, si tan sólo le hubiese añadido ironía o verdadero humor a su realización -incluso la Lucy de Besson sabe cuáles son sus alcances y lo estrambótico es deliciosamente ridículo en ella. El tono de Interestelar no da pie sino a su serio sentimentalismo; sus fallos, entonces, se revelan al instante. Mejor sumirse gentil y sonrientemente en la noche, y no con furioso sentimentalismo. De todas maneras, sin hacer mucho caso a mis quejas, uno se puede divertir con Interestelar. Es un ejercicio interesante que se ve disminuido al compararlo con las cintas a las que desea emular, pero que resulta reconfortante al plantear un diseño visual riquísimo y creativo en un panorama que, en lo que se refiere a la producción en mayor escala, prefiere apostarle a la repetición de lo ya conocido. Ciertamente Nolan también lo repite a su manera tortuosa y retorcida, y quizás por ello termina por reducir lo que habría sido una magnífica fantasía. A falta de mejor fantasías espaciales actuales, tendremos que ver esta. Por ahora...

 

Trailer



Comentarios

Entradas populares