Oscars: O de la típica decepción del final de temporada

 
Probablemente sucede así con todos los finales. Uno nunca puede estar enteramente satisfecho. La victoria de Birdman dista de ser injusta. De hecho, Birdman es una muy buena cinta. Pero que no hayan reconocido a Boyhood  con los galardones principales de los premios Oscar me ha decepcionado.


Decepción absurda. Los premios no son más que herramientas para vender películas. Originalmente se pensaron los Oscar para comercializar aquellas cintas que no iban tan bien en taquilla. Y eso siguen siendo en líneas generales. Con el tiempo, ineludiblemente, se convirtieron también en una especie de club. Paradójicamente, hoy, que esa idea los de los clubes está cayendo en desuso, todavía hay gente que anhela ser parte del Club Oscars. Como hay personas que quisieran haber sido para de una familia de monarcas o de una aristrocracia real. Hay costumbres que se demoran más en terminar.


Mi decepción nació de la fantasía en que imaginaba que por fin el cine industrial de EEUU habría de reconocer a un cine que se ha hecho al lado de ellos. A veces al margen, a veces con su ayuda. El cacareado Cine Independiente. Boyhood es una cinta de espíritu indie. Concebir un film que consiste en seguir la vida de un joven sin hacer mayor énfasis en lo dramático, más como una suma de actos cotidianos que van pasando- que es más parecido a la vida y no a lo que es típicamente una película, es algo totalmente ajeno al razonamiento típico del cine comercial. La elección de Birdman era un tanto predecible en ese sentido. Ni tan convencional como las regulares La teoría del todo o The Imitation Game, ni alejada de los parametros típicos de una cinta comercial como Boyhood. Birdman puede leerse con simpleza como el modo en que un actor en crisis nos conquista de nuevo en las tablas - es una cinta de redención. Lógicamente eso no es una lectura muy justa de la cinta de González Iñarritu. Entre tanto, Boyhood no puede simplificarse tan fácilmente, aunque a primera vista pareciera que sí. Se resiste por la forma impuesta por su director. En todo caso, ya hubo un resultado. No hubo reconciliación entre el cine comercial estadounidense y ese cine que se hace no muy frecuentemente a su lado. Un cine que sigue siendo, de un modo retorcido, la versión alternativa de la historia de los EEUU.


No hay nada más futil que discutir un premio. La misma idea es ociosa. Cada persona tiene su propio criterio, cada uno puede imaginar su propio canon. Mi cinta favorita de todas las que nominaron ni siquiera estaba nominada para mejor película -Inherent Vice. Para qué decidir, de cualquier manera, como anotaba Susan Sontag en su prólogo a Contra la intrepretación, si podemos tenerlos todos. Por qué he de decidir entre  la austeridad sublime de Ida  o  el desefreno hilarante de Relatos salvajes. Por qué he de admirar menos la impensada comicidad de Ralph Fiennes en El gran hotel Budapest, o el drama aterrador  que expresa tan vivamente Essie Davis en Babadook al de otras actuaciones destacables. Podemos ver todas las cintas, disfrutarlas, ese es nuestro legado. El juego que implica estos reconocimientos tiene demasiado de batalla de egos. En lo que no debemos abdicar es en no olvidar aquello que por méritos artísticos tenga las cualidades para ser visto más tarde. Proteger el cine como patrimonio. A veces los premios dan una idea errada de esto a corto plazo. Idea que en cualquier caso no se impone, afortunadamente. Es bueno hacer un balance de cuántas películas premiadas siguen siendo valoradas y cuántas que no lo fueron se transformaron en aquello que con rimbombancia llamamos obras maestras. El resultado vuelve al principio del párrafo, no hay nada más futil que discutir un premio.


No quiero demeritar con estos comentarios a Birdman. Una cinta divertídisima. Ni hace falta titular cuestiones como los latinos están invadiendo Hollywood. Menos cuando al momento de la misma entrega del premio Sean Penn hace un chiste sobre si González Iñarritu tiene Green Card. Antes que una invasión mexicana, puede ser que ellos estén retomando tierras que hace menos de 200 años eran suyas. Sin embargo, no hay necesidad de ahondar en controverias políticas. La tradición cinematográfica de EEUU es indudablemente una de las más ricas de todas, y el Oscar es uno de los escenarios en que las exhiben con su peculiaridades y extrañezas. Otras cinematografías siguen existiendo, otras industrias. Cada vez con mayor dificultad, también es cierto. Continuar existiendo en la adversidad se torna en un imperativo. Todo esto tiene relevancia en la medida en que uno comprende que el Oscar es un reconocimiento regional, específico de un país. Por ello de algún modo mide el estado de cosas de su cinematografía. El no haber premiado a Boyhood solamente mantiene la ceguera intencional a un cine que no han podido domar productores, ni el mercado mismo. Esa resistencia es lo que hemos de seguir valorando.


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