Compliance (Obediencia)



Sometimiento. Es una traducción inexacta del título, pero encierra el espíritu de la película. Hasta qué punto la obediencia nos puede conducir a comportamientos criminales. Bien ese podría ser el cuestionamiento que animó al director Craig Zobel, que realiza una recreación realista de un sórdido episodio real en su segundo largometraje.  Compliance  nos enfrenta a las vejaciones que una joven inocente soporta cuando otros personajes, inocentes también -por lo menos inicialmente, ejecutan las órdenes de alguien que suponen es una autoridad. La cinta es una recreación del evento para que veamos sin recortes el modo en que unos personajes pusilánimes se doblegan ante la voluntad de quién creen es su superior. Cruda y punzante, Compliance es un interesante ejercicio de presentación de un evento horrible al público, no es tan encomiable, sin embargo, como reflexión sobre nuestra tendencia a obedecer.


Dentro de la ficticia franquicia de comidas rápidas ChickWich, Sandra (Ann Dowd), la gerente de uno de los locales, se apresta para enfrentar un ocupado viernes en el que tendrán la visita de un supervisor. Con toda la presión sobre ella, Ann recibe la llamada de un supuesto oficial de policía (Pat Healy) en la que afirma que una de las empleadas, Becky (Dreama Walker), robó a un cliente. Con una vaga explicación el oficial le dice a Ann que debe colaborarle para esclarecer el incidente, lo que va desde retenerla hasta hacerla desnudar y registrar. Ann, obediente, se somete a la abstracta autoridad, y de ahí empezará el martirio para Becky. Y las vejaciones más humillantes, que llegan hasta el abuso sexual. Para el espectador es obvio desde el principio lo aberrante de la situación al estar enterado de que quién está al otro lado de la línea no es realmente un oficial de policía. Con ello en mente, Andrew Schenker nota en su negativa reseña que esto nos pone en una posición de superioridad moral, lo que simplifica el film a ser un alegato ante la falta de rebelión de unos personajes que se someten como borregos. En Compliance prima escandalizar a cuestionar nuestra propensión a obedecer, incluso aquello que consideramos incorrecto. Eso no significa que sea una cinta  completamente desechable, ni que no sea la cinta que Zobel quería filmar.


La puntillosa realización y la verosimilitud que exudan las interpretaciones convierten esta ordalía en un film a  la vez horrible y atinado. Zobel nos enfrenta al evento que nos cuenta sin concesiones, si bien con algo de morbo también. Consigue que el espectador se pregunte hasta qué punto obedecería a las órdenes amparados bajo la supuesta tutela de una autoridad. Por momentos Compliance es un film certero y contundente. Sin embargo, la contundencia de la película se resiente por esa temprana revelación del malvado que orquesta este crimen, lo que transforma al espectador en una suerte de juez, y no en un igual que comparte con los personajes de esta ficción. Por otro lado, la cinta se regodea, además, en una suerte pornografía de lo sucio: la clase media-baja es moralmente inferior, casi que termina por concluir uno tras ver la cinta, para nuestro pesar. Antes que reflexionar sobre el juego de roles entre autoridad y subalterno, la cinta quiere enfocarse en el proceso mismo, el horror que una persona medianamente buena es capaz de infligir en otra por las órdenes de otro. Reflejo de una obsesión que podemos identificar en muchos realizadores y directores de la actualidad, Compliance se convierte en un ejercicio interesante  que se esfuerza por plasmar lo horrible de la sumisión ciega, con todas las limitaciones achacables a un punto de vista corto en reflexión y en empatía.



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