Rápidos y furiosos 7 (Furious 7)


No va a ser el último viaje. Así lo repitan Dominic Toretto (Vin Diesel) y sus compañeros. Ya en las secuelas anteriores lo han dicho, pero sus fanáticos saben muy bien que no será el último -menos si estamos frente a semejante fenómeno en taquilla. La séptima entrega de la exitosa franquicia tiene todos los visos y el carisma de esas series de televisión interminables en las que cada episodio no era sino una variación de una misma línea argumental. Rápidos y furiosos 7 acelera el despliegue de efectos y secuencias de acción en una cinta que decae. progresivamente. Al punto de que en el final el interés solamente se mantiene bajo algo ajeno a la misma película: cómo resolvieron los realizadores el dilema que supuso la muerte de Paul Walker en pleno rodaje. El más reciente film de esta serie es una puesta en escena de los motivos que han hecho popular a la franquicia a un nivel más hiperbólico. La cinta de James Wan nos provee de la esencia del blockbuster sin ser particularmente destacable, innovadora o provocadora. Wan juega a lo seguro. El tono luctuoso de la primera parte de la cinta le da una extraña espectralidad que no iguala el resto del metraje por la delgadeza de su trama y por el uso reiterado de tropos previamente usados. Pero no le pidamos peras al olmo. El placer de Rápidos y furiosos 7 es el placer que se obtiene de la cómida rápida. No aspira a más y, por momentos, lo hace muy bien.


Comparto la sorpresa de Mark Kermode frente a la evolución de la franquicia: una que partió con una primera cinta de acción de las carreras clandestinas en Los Ángeles à la Roger Corman para evolucionar a una suerte de sucedáneo de cinta à la James Bond. El ingenio y el deleite de quienes han realizado los films de esta franquicia reside en retomar formulismos del cine de acción para actualizarlos dentro de un discurso políticamente correcto y con énfasis en la diversidad, de  los mercados lógicamente. El atractivo visual gargantuesco y los ensordecedores éfectos son el eje de Rápidos y furiosos 7, cuyas cualidades se relacionan con el tratamiento de dichas superficies: brillantes y desenfadas. Trama hay poca; en particular, si se tiene en cuenta que a los villanos apenas se les da poco campo de acción - aun cuando el famoso Jason Statham encarna a uno de los enemigos de ocasión. Eso sí hay que notar que otro de los aciertos de la franquicia en general, y de esta entrega en particular, es el casting de algunos papeles claves. Incluir a Statham, o a Kurt Russell, cuyo personaje interpreta a uno que parece sacado de los films de acción de los 80, es astuto y, en el caso de Russell principalemente, llena al film de una vitalidad y humor que de otro modo carecería esta repetitiva cinta. Ahora bien, es en la repetición donde está el corazón de este tipo de cine, pues no es una mera repetición, sino una ritual. La esencia del blockbuster -y de buena parte  del cine comercial- bien puede estar enraizada en la búsqueda del público por la reafirmación de una certeza; a la hora de observar la cinta los espectadores van a ver la representación de algo que ya conocen y que debe repetir una serie de pasos. No es asombroso, entonces, que  los fanáticos estén más que satisfechos con este séptima entrega.


A qué lugar conduce el final de Rápidos y furiosos 7. Al tributo sentido y sentimental que se le ofrece a Walker, tributo que sirve para reafirmar una vez más los valores tradicionalistas que predica la franquicia. La inesperada muerte de la estrella le da a esta cinta una extrañeza que riñe con su contenido ritual. Esta muerte pudo ser el punto final de la más costosa telenovela del mundo, como la llama atinadamente Steven MacFarlane en su brillante crítica. No lo será. Lo que sí produjo fue un tributo que como colofón llena de emoción a un desenlace que ya tenía poco interés si se compara con la emocionante primera sección. Rápidos y furiosos 7 es un irregular film con absorbentes secuencias de acción y con una muy frágil y débil construcción dramática. Claro está que es probablemente injusto juzgar a un cinta más interesante en términos antropológicos (la franquicia ha sabido captar los valores y fantasías de un gran número de personas) que cinematográficos. Los fanáticos que asisten al ritual de despedida de Brian O'Conner (Paul Walker) pueden hacerlo con la obligada orgía, el término es de Kermode, de explosiones y efectos. La vida, no obstante, termina, como dice Eliot, con un gémido y no con una explosión.



P.S.: Curiosamente el título ha ido cambiando de acuerdo a las secuelas. Originalmente esta se llama Furious 7


Comentarios

Entradas populares