El año más violento (A Most Violent Year)


1981. Nueva York. De acuerdo a las estadísticas este ha sido uno de los años más violentos para la ciudad. Pero las estadísticas dicen poco de por sí. A veces hay que sondear la superficie para que en su opacidad se revelen la naturaleza interna de los sucesos. La tercera cinta de J. C. Chandor procura descubrir la ambigüedad moral que rodea el nacimiento de un emporio económico. El año más violento (A Most Violent Year) vuelve sobre un territorio sumamente explorado con el fin de, al mismo tiempo, homenajear a sus predecesores y desafiarlos. El objetivo es, entonces, redefinir el drama criminal para que comunique nuevas certezas. Entre sus más notables logros esta nueva cinta logra con voz propia narrar una historia donde ya han brillado cineastas como Coppola, De Palma, Lumet o Scorsese. Más un thriller meditativo que una explosión rabiosa, El año más violento se distancia de sus predecesoras al darle una mayor relevancia a una reflexión -lúcida- sobre el capitalismo, así como a ser una cinta más atmósferica en la que las sugerencias son esenciales para implicar al espectador e invitarlo a sondear profundidades inexploradas en este tipo de películas. Si bien por momentos pierde su hilo dramático, la cinta es todo un triunfo al poner sobre la mesa elementos ya vistos y darles una perspectiva novedosa. Sin duda, El año más violento es una cinta destacable.


La historia gira alrededor del matrimonio de Abel (Oscar Isaac) y Anna (Jessica Chastain) y sus esfuerzos por expandir su empresa de combustibles. En una apuesta que pone todo en juego, Abel compra una propiedad en el muelle para así tener una posición de superioridad frente a sus competidores. De no obtener el dinero de un préstamo el matrimonio enfrentaría la bancarrota. A esta presión se le suman otras: los conductores y empleados de la empresa han sido víctimas de robos y amenazas durante las últimas semanas, en tanto que Lawrence (David Oyelowo), asistente del fiscal del distrito, está a punto de llevar a la empresa a juicio por manejos ilegales. Abel sabe que ante todo debe tomar el camino más correcto -nótese que implica siempre algo de incorrección- para alcanzar la respetabilidad que coronará su triunfo. El año más violento describe el ambiguo ascenso de un empresario -otrora inmigrante- que a pesar de su rechazo de la corrupción y el engaño tendrá que aceptarlas como parte de su empresa. La línea entre la competencia capitalista y el esquema con que actúan las mafias es delgadísima -y la cinta lo hace evidente con notable acierto. Chandor decide contar una fábula paradójica en la que un inmigrante en aras de coronar el sueño americano debe cargar con delitos, propios y ajenos. En otras palabras, la cinta se sirve de una historía mínima para investigar lucídamente  parte de lo que es EEUU. El contraste de los destinos de Abel y de su empleado Julián (Elyes Gabel) -otro inmigrante con ansias de ascenso- son resultado, en parte, del mundo salvaje en que les es dado competir, y en parte de la misma ambición de Abel. Para poder sellar su triunfo Abel debe dejar a Julián como víctima propiciatoria -quien se equivoca en la superficie debe cargar con las consecuencias-, y en eso la cinta dice más de lo que parece. Sin embargo, parte de las debilidades del film se relacionan con que el final no es tan devastador como melodramático, en buena medida debido a como ha ido evolucionando la cinta, como un drama contenido en el que apenas pasa algo en la superficie. Es casi una nota disonante en una partitura que no ha fallado hasta entonces. Pero se trata de una falla menor en una cinta muy interesante, hay que decirlo también.


Más allá de dicha debilidad, la cinta se sostiene por una serie de razones: las soberbias actuaciones de Isaac y Chastain, así como las de elenco de personajes secundarios -todos destacables desde Oyelowo a Gabel, de Albert Brooks a Catalina Sandino-, como también por la fotografía sugerente de Bradford Young, por el tono de amenaza que capta la música de Alex Ebert y por la púlida y eficiente dirección de Chandor. Todos estos elementos se conjugan para crear un film atmosférico, uno que sugiere y dice más que otros que se regodean con la exhibición de la violencia. El año más violento es, por lo demás, un representante de una tendencia a revisitar el drama criminal para darle una nueva perspectiva, como ya lo ha realizado en sus propias cintas James Gray. Chandor toma los mismos tropos de cintas de los 70 y 80 para revestirlos con un aire de contención y amenaza. El mundo de la película no es ese levemente nostálgico de la trilogía del Padrino, ni el de la pasión visceral de las cintas de Scorsese. Chandor y Gray releen a sus maestros para tratar de desafiarlos en una batalla producto de la ansiedad de la influencia. Y en ese sentido ilumina el comentario de David Denby de que El año más violento es una suerte de Anti-Padrino.  Lo que presenciamos hoy no es el comienzo de un imperio criminal, sino  el de uno legal -si bien también untado por la corrupción y el delito. El film se constituye en una sombría visión del capitalismo que mantiene una neutralidad para impedir el juicio moral y facilista. En contraposición, en la cinta se subraya la ambigüedad que acecha al mundo de Abel y a Abel mismo, que gracias a la interpretación de Isaac comunica a la perfección su ambivalente postura moral. En conclusión, El año más violento es una visión fresca que aun cuando toma tropos conocidos, vibra con los ecos y los sentidos propios de una sensibilidad nueva.



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