Ella


Cuando comienza la función siempre estamos ciegos. Solamente al final de algunas pocas películas podemos decir que hemos vuelto a ver, pues pocas cintas son las que nos descubren un nuevo mundo. El segundo largometraje de ficción de Libia Stella Gómez, Ella, procura revelarnos una dura realidad colombiana. No lo consigue, sin embargo; aun cuando uno no pueda negar el esmero de su producción, ni los rasgos ya reconocibles que uno puede identificar como propios de la directora.  La cinta aspira a contar un drama sentido y doloroso, uno mucho más cercano a nuestra realidad de lo que desearíamos. Por momentos, Ella desea ser casi una virulenta invectiva contra una sociedad indiferente y violenta, por momentos, se decanta más por ser una elegía con tintes sensibleros. La película formula eficazmente en su primer tercio un caso terrible y patético, pero no logra configurar después una imagen contundente de un relato que nos conmueva con su desenlace. Ella es una película que cuenta varios dramas, que se fragmenta en varios personajes femeninos con sus dramas entrecruzados. Y es dicha fragmentación, que ha potenciado tantas otras cintas, la que se convierte en enemiga del melodrama central sobre el que gira la película: el de una vulnerable pero digno anciano que quiere ofrecerle un funeral decente a su difunta esposa. Indudablemente hay urgencia en lo que narra la realizadora, indudablemente es algo que debemos mirar como colombianos. No obstante, el dejo de importancia que tiene todo ello no se cumple en la cinta. Lastimosamente Ella es un film fallido.


Alcides (Humberto Arango) y Georgina (Reina Sánchez) viven su vejez con estrechez en un inquilinato en un barrio de Ciudad Bolívar en los extramuros de Bogotá. Apenas pueden sobrevivir, apenas pueden pasar el día con lo que todavía les queda. Georgina se ha hecho amiga de Guiselle (Deisy Marulanda), una joven que vive en el mismo inquilinato y es maltratada por su padrastro, Facundo (Andrés Castañeda). Al intentar defender a la joven de una de las palizas de Facundo, Georgina recibe un golpe que desencadenará su muerte. El fallecimiento interrumpe a tal punto la vida de Alcides que queda, de momento, como un anciano desamparado que debe emprender un calvario con tal de darle un entierro digno a su esposa. Nada es fácil y la cinta narrará tanto el drama de Alcides, como el de Guiselle y el de Rosita (Shirley Martínez), sobrina de Georgina. Con todas las dificultades que estos dramas puedan entrañar, Ella también es la historia de una segunda oportunidad para que Alcides aprenda a cuidarse y, a su manera, a redimirse -y así también redimir a la infortunada Georgina. El largometraje se mueve entre 3 tipos de historias diferentes: lo que puede catalogarse como una pesadilla kafkiana, un melodrama con toques veristas y el mentado relato de aprendizaje y redención. No siempre encajan los tres en la cinta, y por ello es difícil que al final de la función uno tenga una imagen definida de lo que cuenta Ella.


Una imagen nos puede decir más: Guiselle aprovecha un descanso y se mira en un espejo roto. Su imagen se fragmenta y se multiplica. No es casual la elección, Aunque no lo parezca, Ella no sigue una línea narrativa única, sino que por momentos los hilos secundarios toman preponderancia, dejando en segundo plano al hilo principal. La fragmentación es un rasgo inherente del film que bien uno pueda entender como metáfora para entender nuestra realidad. En parte la cinta busca reflejar esa división que sufren los individuos sumidos en una comunidad violenta. La dificultad que enfrenta la cinta es que los parámetros que sigue a grosso modo son los del melodrama. Libia Stella decide acercarse a la realidad desde los géneros, y no desde una imitación desnuda de la realidad. Una posición válida, claro, pero que para el objeto del film se vuelve contraproducente. Los géneros cinematográficos son lugares cartografiados que aceptan que se rompan sus reglas. en la medida en que se acepten dichas reglas. Ella juega a mantenerse en una posición intermedia entre el cine de género y uno que, a falta de mejor etiqueta, llamaremos cine de autor. Inicialmente la cinta consigue plasmar efectivamente el conflicto, a lo que se añade entre los puntos positivos a una realización pulida y a unas actuaciones que son convincentes en su mayoría, en particular la de Humberto Arango -no contemos al personaje de Facundo que casi es tratado como una caricatura: el villano de ocasión. Y, sin embargo, las transformaciones del personaje de Arango dan la sensación de algo no completamente expuesto; del mismo modo que buena parte de las inflexiones de la cinta transmiten un dejo de algo no concluido. Al darle relevancia a tramas secundarias, el efecto que produce es opacar el conflicto de Alcides, quien, paradójicamente, pasa a ser un actor secundario de su propio drama. Dentro de otro contexto este efecto sería estimulante, pero aquí mengua la contundencia del drama. Es verdad que al ampliar su enfoque, la realizadora puede explorar brevemente varias Ellas -la del título no solamente es Georgina, sino también Guiselle y Rosita; pero Ella no muta a un film coral, ni eso sirve para pavimentar el melodrama desolador que en el principio parece delinearse. La cinta se expande y a veces pierde el foco sobre donde debía girar su relato.


Ahora, casi al final de la cinta explícitamente el film declara la crítica política que quiere plantear. Alcides coloca en la lápida de Georgina unas flores de otra tumba, los colores de las flores son amarillo, azul y rojo. La crítica del film ataca a una sociedad que se encuentra sumida en la violencia, si bien es también una sociedad en la que todavía se encuentran personas solidarias que deben actuar en contravía de la indolencia imperante. Las flores son un símbolo demasiado obvio de un justificado desencanto. Si bien Libia Stella Gómez niega en una entrevista que el uso de las flores fuese intencional, es difícil no ceder a la interpretación a que invita una imagen, ya de por sí viva y con unos significados que escapan a aquellos previstos por sus creadores. La crítica virulenta que plantea Ella sobre el país se ve disminuida por la fragmentación arriba mencionada y por diversas estrategias que matizan el discurso. La posición de Guiselle, Rosita y Alcides es celebrada como ejemplar dentro del mundo de la cinta; para dignificar en parte su sufrimento la realizadora ha planteado el uso del blanco y negro. La carencia de color la relaciona la directora con una mitigación del dolor, aunque claro. produce, además. un efecto de distanciamiento. Nos concentramos más en lo que ocurre en pantalla, y en general se trata de una decisión que cumple su papel efectivamente. De vez en cuando, no obstante, se incluyen colores como los de esa imagen final en que los colores de las flores pintan parte del cuadro. Durante la cinta la aparición del color suele estar relacionada con una visibilización de elementos subjetivos de los personajes. Su efecto es pretendidamente poético, pero en la mayoría de los casos redunda y hace rozar la cinta con la sensiblería. El plano con que concluye la cinta lo muestra con creces: Alcide se aleja en el cementerio que está pintado todo de azul, el azul que amaba su esposa Georgina. Ya conocemos ese dato, antes vimos que Georgina afirmaba que el azul era el color que más le gustaba. Concluir con ello subraya una cuestión que ya conocemos sin añadir otra dimensión al film. La realizadora se arriesga con el uso de los colores para tratar de darle más capas a su cinta, y no hace sino enfatizar lo que ya ha dicho. El uso del color es casi una muestra palpable de los problemas que impiden que la cinta se constituya en el drama que se entreve por segmentos de la proyección.


Ella  es una película fallida en la medida en que abandona su objetivo principal: mostrar el modo en que triunfa la dignidad de un frágil personaje en una sociedad indiferente. La propuesta de Libia Stella Gómez no es carente de interés, más si se tiene en cuenta la curiosidad y exploración que plantea con su búsqueda en el audiovisual, al punto de que uno ya puede ir tomando elementos que definen una estética propia al revisar la filmografía de la directora. Las cualidades de la cinta se ven opacadas, en todo caso, por la fragmentación que impera en el film y por decisiones como el uso del color, que más que sumar, le restan potencia al de por sí potente drama con una reiteración de sentimientos que con la sobria puesta de escena eran ya claros. El discurso que pone sobre la mesa el film enuncia una visión propia del cine y de la realidad colombiana que tiene importancia en nuestra actualidad, mas la forma en que se presenta en la película no conduce al drama contundente que pudo llegar a ser. Infortunadamente el largometraje no logra hacer de su drama central el espejo en que se vean conjugados todos los elementos que toca en el desarrollo de su historia. Ella  se pierde en las tramas secundarias que no contribuyen a resolver la historia central, sino que distraen y al final le quitan peso a ese eje central. Al salir de la sala queda entonces una imagen borrosa de lo que nos mostró la cinta. Sospechamos que todos los elementos que vimos en la película pueden producir la revelación de todo un paisaje que requerimos con urgencia como parte de nuestro horizonte (cinematográfico). Esa película que pudo ser no lo es Ella.





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