Gente de bien


Es difícil observar lo que vemos todos los días. La costumbre va volviendo invisible lo que hacemos, nos ciega al transcurso de nuestro día a día. Gente de bien tiene la virtud de visibilizar las realidades cotidianas, de hacernos ver eso que por el hábito parece ya no existir. El primer largometraje de Franco Lolli nos descubre el comportamiento y las tensiones sociales que rodean nuestra interacción diaria. Sin deformar el sencillo relato que narra la vida de 3 personajes en el curso de unas cuantas semanas, la cinta introduce en ella el modo en que las diferencias sociales moldean nuestro actuar y se convierten en fuentes de tensión. Gente de bien logra producir una incisiva radiografía de la sociedad colombiana como trasfondo a lo que cuenta como eje central, el drama de las relación difícil entre un padre y un hijo. En sus 86 minutos, el film condensa este drama personal con una observación que desnuda la relevancia que tiene la posición social en nuestras vidas cotidianas. La película es un relato moderno que entre sus virtudes debe subrayarse la capacidad con que nos hace reconocernos con cualidades y defectos, al tiempo que mantiene una estética coherente que ya deja oír una voz propia. Lolli fabrica una cinta que sabe crear un auténtico cuadro en el que uno se puede identificar sin tener que hacer uso de estereotipos y caricaturas. Fiel a su idea de captar lo cotidiano, Gente de bien relata una historia emotiva, honesta y lúcida.



Eric (Brayan Santamaría) se ve obligado a vivir con Gabriel (Carlos Fernando Pérez), su padre, pues su madre parte en un viaje por un tiempo indefinido a un lugar que no conocemos. De entrada la relación de padre e hijo es distante y fría a lo que se va a sumar la estrecha situación económica de Gabriel, motivo que no hace sino socavar los débiles acercamientos del padre hacia el hijo, Gabriel sobrevive con trabajos ocasionales como en los que arregla los muebles de casa de María Isabel (Alejandra Borrero), profesora universitaria de clase media alta. Al aumentar sus deudas y apenas sostenerse, Gabriel acepta la invitación de María Isabel para que vaya junto con Eric a su finca de Arbélaez para arreglar unos muebles durante las fiestas decembrinas. El viaje, sin embargo, desnudará las fricciones inherentes a las diferencias sociales entre unos y otros. Hay barreras que las buenas intenciones no son capaces de romper, y en eso la cinta queda como un testimonio de una incontestable realidad. En todo caso, Gente de bien no es únicamente el relato de ese desencuentro. Es también uno en el que los eventos diarios llevan a cambios pequeños que consigo traen pequeños reconocimientos y pequeñas redenciones. A su manera, la cinta también narra el encuentro entre un padre y un hijo que hasta entonces habían vivido separados.


Resulta importante aceptar el juego que nos plantea la película con sus peculiaridades. Una cinta como Gente de bien se rige más por el flujo que impone la vida cotidiana, y no por el que pueda derivar de una curva dramática. Lolli sigue los pasos de sus personajes de acuerdo a las inflexiones diarias. Este tipo de cine privilegia la observación atenta en tanto que sus revelaciones surgen del curso de eventos corrientes del día a día. Tomemos como ejemplo una sencilla escena:  Eric se prueba la ropa que María Isabel le ha regalado. Mientras posa frente al espejo y prueba ademanes, Gabriel comenta con untuosidad y lo anima. El realizador sabe detectar aquí las ansias sociales que subsisten con una escena en apariencia trivial, pues esas actitudes revelan también el modo en que la posición social transforma a alguien para que sea sí mismo. Ahora, no por poner de relieve el modo en que opera las diferencias sociales, Lolli olvida su relato central, las transformaciones que sufren la relación de un padre y un hijo que hasta entonces vivían separados. La historia del cambio en dicha relación no se encuentra del todo en la superficie. Gente de bien es afín a los relatos modernos y al cine del tipo que Rosellini planteó donde el espectador es co-partícipe al identificar el conflicto central de la historia. Lolli plantea el drama central de soslayo a la manera en que Chéjov o Hemingway sugieren más que afirman con rotundidad. Por lo demás, la resolución del conflicto llega por medio de una sub-trama: con la excusa de contar la enfermedad que sufre Lupe, la perra de Eric, el conflicto sobre el que ha gravitado el film se resuelve; en otras palabras, el cómo podrán encontrar lazos de unión Gabriel y Eric. Uno puede no encontrar todos los hilos de cómo se construye dramáticamente este relato, debido a que la cinta, repito, prefiere seguir el flujo de realidad, y no ajustarlo tanto a una dramaturgia clásica. La posible irresolución o los hilos apenas tocados o de plano sueltos son materia de nuestra experiencia cotidiana. y de esa forma debíamos verlos en la película.


Ciertamente, Gente de bien no surge de la nada. Es una cinta que hereda variadas tradiciones que pueden abarcar desde el neorrealismo al cine de John Cassavetes. El tipo de cine que emprende Lolli en su largometraje es uno que uno puede relacionarse también con la sensible película Ilo Ilo de Anthony Chen. Un tipo de cine en que la realidad cotidiana se transforma en el espacio para captar los dramas y el modo en que nos comportamos y vivimos nuestro día a día. Lolli sabe tomar de distintas fuentes y tradiciones para configurar su propio film. Es posible, entonces, comparar la forma en que Lupe se convierte en nexo de un padre y un hijo de un modo relativamente similar en el que la bicicleta cumplía una función parecida en la genial Ladrón de bicicletas. Quizás, en ese sentido, el alejamiento a la dramaturgia tradicional no consigue que el nexo sea un elemento que logre tener la contudencia en el film de Lolli como lo conseguía en la cinta de De Sica. Esto es un mal menor, no obstante. Más si volvemos a comprender que la noción con la que el realizador se acerca a su historia es una que privilegia al decurso cotidiano sobre la dramaturgia. De cualquier modo, y antes que todas las comparaciones que podamos hacer, debe resaltarse que la película muestra ya rastros de identidad. Por más rasgos que ya nos resulten familiares, lo que vemos en Gente de bien consiste en la absorción de un realizador de elementos de diversas cinematografías que le han servido al realizador para crear un cine propio. Antes que continuar con una tendencia, lo que Lolli consigue es crear su propia forma de enuncación con la que nos acerca a una realidad particular. La noticia más importante de Gente de bien es el surgimiento de una nueva voz.


La película concluye con una poética imagen de Gabriel y Eric recorriendo la calle. El futuro de ambos es incierto y no sabemos cómo han de continuar sus vidas, pero uno puede imaginar que, por lo menos, un hijo ha descubierto a un padre. Es un final abierto que corresponde tanto a los cuentos modernos como al de films como Stromboli de Rosellini. La cinta de Lolli documenta un cambio mínimo en una relación familiar. En Gente de bien, el cine se transforma en un aparato que sondea la superficie de lo cotidiano para dejar registro de nuestros modos de ser, nuestras barreras y la manera en que vamos cambiando. La película devela el peso determinante de las posiciones sociales en el modo en que nos relacionamos. Las barreras sociales son también parte de todo un imaginario y una visión de mundo. Desde el paternalismo algo culpable de las clases privilegiadas a la incomodidad que se impone a las personas para que acepten un lugar como propio, la cinta pone el dedo en la llaga en un aspecto que no ha sido suficientemente retratado. A pesar de pequeños fallos, el largometraje hace más que contar una historia, nos obliga a reconocernos en un cuadro lleno de humor e ironía. Gente de bien no solo es una muy buena película, es sobre todo una película necesaria.




Trailer


*La reseña fue enmedada el 29 de febrero por un error en el nombre del personaje interpretado por Brayan Santamaría.

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