Mundo Jurásico


Comencemos por la nostalgia. Hace 22 años vi una de las primeras cintas en una sala de cine, Jurassic Park. Entonces se trató de una experiencia asombrosa y fascinante, un cuento en que el caos que se desencadenaba en el parque terminaba convenientemente bien. Con el paso del tiempo mi apreciación sobre la película ha cambiado, aunque ya nunca la volví a ver, pero admito que algo de la fascinación inicial todavía perdura. En contraste, tras salir de Mundo Jurásico (Jurassic World), no me quedó ninguna sensación: una secuela más que lograba entretener, si bien no fuese más que una cáscara adornada y vacía. El film atrae con esa promesa de revivir la emoción primera, como suelen hacer los remakes y las secuelas, para que uno vaya y repita algo que ya no puede volver, la experiencia ya pasada, y deja, en cambio, una sensación de insatisfacción. La cuarta entrega de la serie se limita a formular una trama similar a la de la primera entrega de manera inofensiva y adocenada. El director Colin Trevorrow presenta un espectáculo anestesiado y disminuido en comparación con la cinta original (que no era precisamente un film revolucionario).  Mundo Jurásico le apuesta a lo seguro y demuestra que, después de todo, Jurassic Park se arriesgaba a ser un film de alto presupuesto con interés tanto en mezclar géneros como con la idea, tan común en buena parte de la filmografía de Spielberg, de que los traumáticos incidentes a los que exponía su personajes los llevaba a una suerte de terapia que sanaba sus heridas (emocionales). Spielberg plasmaba preocupaciones personales, con todo lo edulcoradas o simplistas que pudiesen terminar siendo. En Mundo Jurásico encontramos ese mismo armazón, pero con el objetivo llano de que a través de este se despliegue secuencias de acción espectacular. La cinta de hoy vende, por momentos, un producto que sabe adormecer los sentidos, tanto para bien como para mal. Toma la nostalgia que puede provocar la original y repite juiciosamente los trucos entre lo que puede verse como veneración o una muy respetuosa irreverencia. Mundo Jurásico ofrece un show desgastado que sabe enmascarar los recursos prestados y distrae, aunque huela predominantemente a rancio.


La trama puede observarse como una suerte de remake de la cinta original, y no tanto como una secuela. Con el objetivo de atraer a un público crecientemente aburrido el parque Jurassic World encargó a su personal para crear un nuevo dinosaurio híbrido, más aterrador y letal que los que existieron hace millones de años; lo bautizan Indomitus Rex: una mezcla de Tiranosaurio y todo un popurrí de otras especies.  Claire (Bryce Dallas Howard), ejecutiva del parque, confía en que el nuevo animal se transformará en su producto más valioso. Precisamente el mismo fin de semana en que espera el visto bueno del dueño del parque, Simon Masrani (Irrfan Khan), los sobrinos de Claire, Zach (Nick Robinson) y Gray (Ty Simpkins), llegan al parque en lo que se supone tiempo de compartir en familia, obligación que Claire ha descuidado. Tras ver a la nueva creación, Simon le pide a Claire que lleve al ex-marine y consultor, y también adiestrador de dinosaurios, aunque suene risible así es, Owen Grady (Chris Pratt), para que le dé una opinión sobre cómo tratar a esta nueva bestia, en aras de prevenir cualquier impasse. Sin embargo, el pretendido control que los pobres humanos quieren imponer sobre sus creaciones se descarrila, pues, como en la original, la naturaleza se abre camino. Previsiblemente el Indomitus Rex se escapa y provoca un desastre y, precisamente, los sobrinos de Claire se pierden y quedan a merced de la bestia, por lo que la hasta entonces rígida y fría Claire se irá humanizando y le pedirá ayuda a ese cúmulo de virtudes que es Owen que los rescate. Entre tanto, Hoskins (Vincent D'Onofrio), consultor militar, que se relame con la idea de volver a los velocirraptores en armas letales, encuentra en el caos la oportunidad que esperaba para convertir al Indomitus en parte de un nuevo y temible arsenal. Pobre de él y de todos los que nos atrevemos a dar a luz a tales engendros, muchas caerán víctimas, la mayoría convenientemente anónimas, de esta creación, hasta que sea la misma naturaleza, empujada por Owen, la que vuelva al mundo (jurásico) a la calma. Y de ahí hasta la reconciliación de los vagos dramas humanos solo hay un paso.



Mundo Jurásico es casi una imitación constreñida e ineludiblemente paródica de los personajes de la primera: en tanto que Simon es una parodia del Hammond que impulsó el primer parque, Owen es una mezcla de los atractivos del Dr. Alan Grant (Sam Neil) e Ian Malcolm (Jeff Goldblum), mientras que Claire se transforma de la fría ejecutiva en un sustituto de la Dra. Ellie Sattler (Laura Dern) de la entrega inicial. A favor de la secuela debe señarlarse que la economía en personajes le permite concentrarse más rápido en la acción, y que, por lo demás, las interpretaciones de Pratt y Howard exudan un carisma que recuerda vagamente el atractivo que antes generaban las stars de Hollywood. No obstante, y ya por concluir el odioso paragón con la original, la película de hoy es muchísimo más conservadora, mientras que la primera aludía a posiciones relativamente progresistas, esta nueva cinta es convertida en una suerte de oda al tradicionalismo: por ejemplo, a Claire se le censura que dé la espalda a la formación de una familia y los valores que esta encarna por privilegiar su éxito profesional, pero tras los eventos del film su perspectiva cambia, pues, aparentemente, la naturaleza humana es seguir las tradiciones de su familia. No es tanto como que la cinta busque una afirmación de ciertos valores, sino la complacencia de los que tiene un público (objetivo de la mercancía). Mientras que todavía en la original ese factor no acababa con una intención por mostrar una suerte de drama humano que tenía verdadero interés para el director, para Trevorrow, en cambio, se trata de una simple fórmula para producir un entretenimiento adocenado y sin otra motivación que la de romper récords de taquilla, como exitosamente lo ha conseguido.


No soy el primero en anotar el modo en que Mundo Jurásico alude al cine mismo. La dificultad por atraer al público y la necesidad de crear nuevas atracciones pueden leerse como elementos de meta-narración -el cine hablando del cine- de la misma manera como una forma de enunciar una concepción del cine: un mero espectáculo indiferenciable de otros mercados. Al ver el largometraje sentía la aguda impresión de estar viendo la versión oficial de la vida del cine comercial hoy: los dueños extranjeros excéntricos que controlan el negocio, un público al que ya no sorprenden los efectos de antes y necesitan nuevos efectos, y los protagonistas que se transforman en el epítome del glamour y el sex-appeal. Mundo Jurásico nos ofrece un espécimen adiestrado del espectáculo del desastre, lleno de conformismo e indulgencia. No se puede negar que entretiene y distrae, pero no va más allá de eso. Elogiar la cinta por ser meramente un entretenimiento es conceder que carece de otros contenidos y cualidades. Vale hacer otra comparación odiosa y notar que Mad Max: furia en el camino demuestra cómo hacer un cine comercial que, aún siendo una secuela, puede ser verdaderamente vital y estimulante. Nada de eso es Mundo Jurásico. El film de Colin Trevorrow apenas se atiene a moldes preexistentes y con ellos produce secuencias entretenidas sin más. A falta de originalidad, un entretenido remake llama a la añoranza, a eso de que todo tiempo pasado fue mejor, como si pensaramos en el cine como un espacio clausurado. Sinceramente el cine se nutriría más de productores que no pensaran, del modo en que ocurre en la cinta, únicamente en términos mercantiles, que pensaran, más bien, sus largometrajes como artesanías. Mundo Jurásico es un producto que cumple con sus objetivos, ya que ha roto récords de taquilla, los que seguramente serán rotos por secuelas futuras. Antes que ello, es preferible un cine que nos desafíe y nos haga olvidar esa nostalgia por el parque de diversiones, un cine que realmente nos comunique algo, que esté dispuesto a correr el riesgo de emocionarnos y de hablar de nosotros.



Trailer.






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