Mientras somos jóvenes (While We're Young)
En la primera escena Josh y Cornelia observan un bebé. Sus miradas revelan
asombro e incomprensión. Es como si vieran casi una criatura de otra realidad.
Ya en la última escena, en tanto, la pareja observa también a un niño pequeño,
de nuevo hay asombro e incomprensión. Aunque hayamos visto cambiar a estos
personajes, aunque uno tenga la costumbre de ver que en las historias los
personajes se transforman, es evidente que aquí se enfatiza en que ciertas
actitudes y sensaciones nunca cambian. Tras los años, creemos ser distintos, y
lo somos, pero hay actitudes, emociones que no son distintas, que por más que
creamos siempre serán las mismas. Josh sigue siendo el hombre que estupefacto
ve a un bebé como si cifrara un conocimiento que ya no pudiera comprender, por
ejemplo. Ciertas cuestiones nunca cambian y el énfasis que el director Noah
Baumbach hace con su final va en dicha dirección, comentario irónico en esta
fabulosa comedia llena de ironía. El paso del tiempo es inexorable, lo sabemos.
Adaptarse a los cambios puede significar un trauma, más en unos casos que en
otros, claro está. A Josh y Cornelia les aqueja llegar a una edad ya madura con
una sensación de insatisfacción, con una sensación de que todo tiempo pasado
fue mejor. La cinta del director estadounidense refleja una problemática que
recurrentemente ha sido objeto de historias y películas. Baumbach se centra en
un grupo específico de los EEUU para ver cómo los afecta eso de volverse viejos
a una pareja de acomodados artistas de clase media alta en la actualidad. Mientras somos jóvenes es
un agudo film que revela las generosidades y mezquindades de unas
personas, se trata de un relato que además concluye como los relatos
chejovianos con una irresolución que se parece tanto a nuestro día a día.
Josh (Ben Stiller) y Cornelia (Naomi
Watts) ya llevan un tiempo de casados, todavía no tienen hijos. Aunque en
apariencia su vida esté resuelta, su insatisfacción es palpable. De hecho, Josh
lleva casi 8 años realizando un documental que no parece vaya a terminar en el
futuro próximo. Marina (Maria Dizzia) y Fletcher (Adam Horovitz, amigos que
acaban de ser padres, se alejan de Josh y Cornelia al tener preocupaciones que
ya no son afines con ellos. Todo parece hundirlos en la soledad y el
aburrimiento. Entonces la aparición de Jamie (Adam Driver) y Darby (Amanda
Seyfried), una joven pareja de esposos, cambiará este panorama. Por fin Josh
vuelve a sentir la vitalidad que le huía hacía un tiempo. Nunca es tarde para
intentar nuevas cosas, dicen. Y la cinta por un segmento parece descubrirles a
Cornelia y Josh nuevos mundos, aunque en ellos se vean ridículos. No obstante,
la ridiculez será el menor problema. Jamie, aspirante a documentalista, trabaja
en un nuevo proyecto en el que anhela tener la bendición de Josh, pero
especialmente del suegro de Josh, el reputado Leslie Breitbart (Charles
Grodin), a quien le preparan un homenaje en el Lincoln Center. El largometraje
muta sin dificultad de la aparente historia de segundas oportunidades a un
relato más dolorosamente cómico y matizado que se parece tanto a la realidad. Es una historia sobre
cómo enfrentamos los pequeños enigmas que son los otros, y como nos resignamos
a seguir en un mundo cuyas reglas ya no parecemos comprender. Mientras somos jóvenes trata
sobre la resignación de una pareja que se asombra de una realidad cercana que
ya no es la suya, la de una generación menor que vive con otros modos. Suena a
conformismo, pero no lo es. Es más la sabiduría del viejo que reconoce por la
experiencia sus limitaciones.
Baumbach parte de una observación atenta
de un grupo social muy definido de los EEUU: una clase media alta con intereses
en las artes. La filmografía del director estadounidense se ha centrado
progresivamente en mostrar las fortalezas y debilidades de una clase, como
quien documenta las realidades de su entorno. Su ficción sabe hacer tanto de
radiografía de las relaciones sociales, mientras cuenta relatos personales
llenos de lucidez y emoción. Mientras
somos jóvenes retrata con ironía y ternura a su fauna. El largometraje
es tanto un estudio de costumbres como un modo comprender las realidades
emocionales que viven cada uno de los personajes. En la cinta que nos ocupa los
vaivenes giran alrededor de los cambios de la relación entre Josh y Jamie.
Desde la fascinación inicial, la película se ve puntuada por las
transformaciones por las que pasa una relación de amistad (y amor
implícitamente), lo que incluye la envidia, el odio, el cariño y la hostilidad.
Este sustrato le sirve a Baumbach para que nos acerque su estudio sobre el modo
en que la vida actual se desarrolla en los individuos de esta clase. Ficción
documental es casi como uno puede etiquetar al procedimiento del director sin
utilizar mucho la imaginación, ni ser muy precisos por lo demás. Tomemos por ejemplo
el hipsterismo que acecha al largometraje para entender cómo se conjuga drama
personal y radiografía social. Antes que realizar una crítica fácil, Baumbach
intenta plasmar el fenómeno en toda su amplitud, el director quiere develar
tanto su atractivo como su impostura. La intención es más en comprender un modo
de vida, aunque también sea algo totalmente ajeno a su actuar -acaso la
posición de Josh no sea sino el propio reflejo de la situación del director.
Documentar la vida propia no es solo una premisa para el personaje de Josh,
sino en cierto sentido un punto de partida para la ficción de este autor
estadounidense. Baumbach inicia su exploración de allí para contar una serie de
preocupaciones que si bien están enraizadas en el mundo de hoy, han estado
presentes mucho tiempo ya en el cine, la literatura y el arte.
La brecha entre generaciones es un tema
recurrente y como tal la cita que abre la película, tomada de una obra de
Ibsen, es aleccionadora. Es una cuestión antigua que en el presente largometraje
gana los matices propios del director y se actualiza. Ahora, tracemos un
paralelo entre el dramaturgo noruego y el director estadounidense. Ambos se
preocupan por contar dramas contemporáneos que buscan hacer una radiografía de
la sociedad en que viven. Más satírica y ácido el dramaturgo, Baumbach tiende
más a una sosegada ironía. Es quizás más afín a Chéjov; su film, además, tiene
mucho de cuento chejoviano. Las fuentes de Mientras
somos jóvenes son múltiples, en todo caso. Reconocibles son, por
ejemplo, rasgos de las películas de Woody Allen, más distinguibles en este
largometraje que en otros, como más sutilmente una visión afín al cine de
Bogdanovich, quien hace un breve cameo al final. Baumbach se postula como uno
de los herederos de una tradición cómica que se ha mantenido constante, aunque
delgada, en la cinematografía estadounidense. El tipo de comedia que parte de
una observación de las costumbres y que no se confina al género, sino que puede
mutar al drama íntimo o a la farsa con humor negro. Tras el encantador retrato
optimista de Frances Ha,
Baumbach opta por un tono de comedia liviana, amarga y cruel, que combina tanto
el dolor y la risa con naturalidad, a pesar de que no siempre consiga integrar
del todo los gags visuales que incluye. El director produce un retrato
conmovedor de unos muy humanos personajes. Se trata de toda una muestra de
madurez en lo que despuntaba como un estilo propio ya en Greenberg y Frances Ha.
Aunque la cinta se promocione solamente
como una historia que resalta el conflicto generacional, también la veo
como una versión torcida y alivianada de Crímenes y pecados de Woody Allen. Lo que nos cuenta
es un relato cómico y amargo que desnuda la naturaleza de un conjunto de
personajes en el mundo de hoy. Baumbach sabe mantener un tono leve y lúcido, si
bien ciertos gags y algunos chistes no se conjuguen enteramente con el
tratamiento de la película. Mientras
somos jóvenes es un
satisfactorio film que deja la sensación de captar todo una forma de vivir y un
conflicto que nos ha aquejado por siglos. Regresemos ahora al principio para
preguntarnos si Josh y Cornelia han aprendido algo en el metraje de la cinta,
de si es cierto que el ser más viejo nos hace más sabios. Con lucidez de
ironista la última escena repite la primera, la vida continúa sin regirse por
curva dramática alguna, sin soluciones ni desenlaces. Ese final ligeramente
circular se parece a la irresolución de la vida. Esa vida que también captó
grácil y certeramente Chéjov. Hoy vemos esta meritoria Mientras somos jóvenes, que
cifra en sus imágenes las sombras de unos personajes que aprenden a ser ellos
mismos, o mejor, que se resignan a ello.
P.S: While We're Young plantea un problema de traducción,
ya que el título ambiguamente puede ser leído como Mientras somos jóvenes (While We Are Young) o Mientras éramos jóvenes (While We Were Young). En
español no se puede mantener tal ambigüedad y se tiene que decidir por una sola
cara de la moneda.
Comentarios
Publicar un comentario