Hombre irracional (Irrational Man)


A partir de una estimulante premisa, la cinta 45 de Woody Allen revisita temas e historias, que ya había mostrado con lucidez, para mostrarlos con un nuevo matiz. Hombre irracional, quizás, es el film que ejemplifica la producción más reciente del cineasta neoyorkino. Irregular y fascinante, el largometraje da una perspectiva más pesimista, si bien llena de humor, de la naturaleza del crimen y sus repercusiones. Con un disfraz de comedia amigable, Hombre irracional es una fusión de una perversa historia de un crimen con una comedia ligera. La cinta puede verse como muestra ejemplar porque revela las debilidades que vienen aquejando a muchos de los trabajos del director, mientras consigue como nunca antes crear un híbrido indivisible entre comedia y drama. Allen ha confeccionado una cinta con voz propia que puede verse como una relectura aguda de Strangers on a Train, tanto el libro de Highsmith como la adaptación de Hitchcock. Se trata de una asimilación que sufre por sus debilidades narrativas, pero se sostiene por una realización precisa, una fotografía notable y unas interpretaciones verosímiles por parte de sus tres protagonistas. Hombre irracional no es una cinta perfecta. Ni siquiera es una muy buena película. Pero aun como film problemático guarda mayores recompensas que otros largometrajes correctos que meramente buscan saciar una expectativa transitoria.


Abe (Joaquin Phoenix), profesor de filosofía, llega en medio de una profunda depresión al campus del imaginario Braylin College. La fama que lo precede, para bien y para mal, lo convierte de inmediato en una celebridad. Tanto Jill (Emma Stone), una de sus aventajadas estudiantes, como Rita (Parker Posey), profesora de química desencantada con su matrimonio, quedan prendadas del atormentado profesor. La vida de Abe se encuentra sumergida en su desesperación hasta que por casualidad oye una conversación y como en una especie de epifanía se le revela el acto que debe realizar para darle sentido a su existencia y renovar sus ansias de vivir. Entonces la vida le sonríe de nuevo a Abe. De repente, su creatividad renace, su energía bulle y comienza affaires tanto con Rita como con Jill. Pero todos los actos tienen consecuencias. El azar irá revelando que la comedia ligera esconde también una sórdida historia de crímenes. Con un humor cada vez más doloroso, iremos viendo el modo en que el desenlace guarda más de una sorpresa, sorpresa de nuestra propia naturaleza, para los protagonistas de la cinta.


Hombre irracional es una sombría historia contada con absoluta levedad. A ello contribuye la delicada fotografía de Darius Khondji, cuyas imágenes dan la impresión de vivir en un ensueño ligero. Hace ya unos años las películas de Allen ocurren en un universo cada vez más fantástico, o mejor, fabulesco. Muestra de ellos son los diálogos que no son representaciones fieles de la de quienes viven en un campus hoy, o de un verdadero profesor de filosofía (lo que ha dado pie para que los detractores de Allen lo fustiguen con cierta razón a la película). No obstante, lo más aconsejable a la hora de abordar las cintas del director neoyorkino es asumir que ocurren en una realidad con semejanzas a la nuestra, pero en un lugar de una autonomía propia. Con ello se puede apreciar que lo más destacable de Hombre irracional es el modo en que, con una realización sutil, conjuga el drama y la comedia. Desde el principio Allen usa pequeños planos para indicarnos que algo anda mal en este mundo -cuando a Abe le muestran la casa en que vivirá en Braylin uno de los planos es holandés (o aberrante, en otras palabras, una imagen torcida). A través de este procedimiento el director va sembrando una sensación de malestar que se concreta una vez los eventos criminales ocurren. De este modo, además, Allen crea una historia mutante en la que la comedia ligera da lugar al crimen con naturalidad. No ocurre así, sin embargo, con la historia de las relaciones de Abe con Jill y, en particular con Rita. Si a la cinta le cabe una crítica es el esquematismo con que cuenta estos dos affaires, por momentos incluso deshilvanadamente. Al ver Hombre irracional a uno le embarga la sensación de ver una historia no terminada, con fragmentos resueltos a medias o a la carrera. A pesar de que las actuaciones, en especial la de Phoenix, le dan verosimilitud al film, el dejo de ver un relato inconcluso persiste hasta el final del metraje.


El dilema sobre el que gira el largometraje ha dado para interpretaciones de diversa índole. En una reseña negativa, Matt Zoller Seitz señala que la idea de matar a un juez de familia tiene un aire a fantasía vengativa. Más si se tiene en cuenta que el año pasado el escándalo sobre supuesto abuso que cometió el director con una de sus hijastras volvió a estar en primera plana. Zoller asume que la premisa de la cinta se relaciona comentarios en los que Allen se quejó amargamente del actuar del juez de familia que le negó la custodia después de su agria separación de Mia Farrow. Es fácil tejer estos hechos con alusiones de la cinta para entonces interpretarla con acomodo, como si estuviésemos en una versión actualizada de la crítica al estilo Saint-Beuve. Pero en este caso en particular dicha aproximación no nos da mayores luces y más bien nos distrae con morbosa facilidad. Hombre irracional vuelve a reflexionar sobre el crimen y sus repercusiones morales. Ya en Crímenes y pecados y Match Point,  Allen había abordado el tema, con mayor lucidez y un dejo de esperanza -más en la primera de sus cintas que en la segunda. El más reciente film se añade como una visión todavía más sombría e inesperadamente humorística. Es notorio el ensombrecimiento de la visión de Allen cuando ya no encuentra personajes admirables, ni una redención intelectual o creativa que aligere el final. El que la vida personal de Allen haya influido en este cambio, como lo hizo muy probablemente, no nos da un elemento de mayor claridad para juzgarla. En ese sentido, resulta más productivo analizar a la cinta como parte de un corpus que ha ido mutando en la medida en que ha ido transformándose la misma poética del director. El largometraje más reciente da nociones claras de una perspectiva hoy diferente, así buena parte de los argumentos y recursos estilísticos sean los mismos.


Hombre irracional es una interesante fábula sobre el crimen que se ve limitada por las irregularidades y  los defectos que han aquejado recientemente las cintas de Allen. Puede que quepa aquí leer la película como una obra del estilo tardío que proponía Edward Said. Una obra que pasado el umbral de la muerte -en sentido metafórico, evidentemente- intenta crear un lenguaje nuevo. El híbrido de drama y comedia que por fin se conjuga sin fisuras tiene todo los rasgos de un lenguaje distinto al que el director ha manejado en el grueso de su carrera -siendo Blue Jasmine la otra cinta que podía contarse con tales rasgos. Es verdad que no todo es afortunado en Hombre irracional. Uno tiene la sensación de que el affaire entre Rita y Abe no es suficientemente trabajado, al tiempo que hay fragmentos en los que casi uno tiende a pensar que ve la realización de un borrador de guión y no de uno finalizado. Estos defectos no opacan la contundencia de los elementos centrales sobre los que gira la película. Por lo demás, resulta palpable que se trata de un film hecho por artistas con oficio que saben matizar y comunicar sensaciones y sentimientos complejos. A pesar de ser una cinta imperfecta y problemática, Hombre irracional suma otra estimulante pieza a la filmografía extensa de un cineasta de la mayor relevancia.



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