En el corazón del mar
El largometraje abre
en Nantucket. Hasta allí ha ido Melville (Ben Whishaw) para entrevistarse con
el último sobreviviente del misterioso naufragio del Essex, Tom Nickerson
(Brendan Gleeson) –una de las pocas cuestiones verdaderamente misteriosas del
film es el prematuro envejecimiento de Tom, que 30 años antes es interpretado
por Tom Holland—. El viejo Tom, reticente al principio, finalmente accede
a contarle al escritor su historia: El malhadado periplo tiene como
protagonistas al experto, valiente y casi infalible primer oficial Owen Chase
(Chris Hemsworth) y al arrogante capitán George Pollard (Benjamin Walker),
capitán solo por su origen familiar. El conflicto que uno imagina ha de animar
la cinta se diluye, tal como se diluyen las alusiones a una industria que
codiciosamente destruye el ambiente y como se diluyen los padecimientos que sufren
los marinos al tener que sobrevivir en pequeños botes en alta mar. A En el corazón del mar no lo salva
siquiera la irrupción de un furioso y violento cachalote. Anda a la deriva
deshaciendo nudos y atándolos a toda prisa. La película de Howard se estanca en
una presentación rutinaria de aventuras superficiales con un trasfondo bien
intencionado que al final no implica mucho en realidad.
No es precisamente
falta de ambición el problema del largometraje. A partir del guion de Charles
Leavitt, Howard incluye desde observaciones sobre la organización
socio-económica del negocio ballenero a una que otra alusión a la explotación
petrolera de hoy. La película brevemente se transforma en una alegoría de
tintes ecologistas que predica una reconciliación entre el ser humano y el
medio ambiente. Sin embargo, el director no se ha caracterizado por su tendencia
al análisis socio-económico, ni tampoco por su tendencia a la exploración
psicológica –que es a lo que apunta algunos de los conflictos que se presentan—.
Por ello, la cinta funciona mejor cuando es puro espectáculo, por ello una
cinta como Rush –en la que primaba un conflicto
sencillo y daba para una tratamiento más centrado en el espectáculo— dio
mejores frutos. Los múltiples temas y las situaciones complejas apenas se
delinean sin que se los desarrolle, el tratamiento visual que abarca desde
panorámicas y travellings mastodónticos hasta primerísimos planos no se integra
con los dramas chatos sobre los que se centra la cinta. Bien es verdad que
algunas imágenes llegan a tener la apariencia de las ilustraciones con
que acompañaban las ediciones de libros de Julio Verne o de Emilio Salgari.
Meros instantes de ingenio que se hunden en una aventura carente de verdadero
relieve.
Un buen número de
críticos han coincidido en elogiar el tratamiento visual de la cinta. Ignatiy Vishnevetsky encuentra en este la unidad que la narración no logra proveerle al
film. El despliegue audiovisual sería el centro sobre el que gira
todo entonces. No obstante, en la función en que estuve, en 2D, no pude observar tal. Es
más, algunos de los primerísimos planos se veían con desenfoques que no parecían
intencionales. Christopher Gray, quien también dice haber visto la cinta en 2D,
hace observaciones en el mismo sentido: debido al cambio al 2D quizás se producen
esos defectos en las proyecciones. En
el corazón del mar quizás sea
una película que necesita del 3D para ser convenientemente apreciada, pues de otro
modo no se puede visibilizar una de sus presuntas fortalezas. En el entendido
que solo podemos embriagarnos con la majestuosidad de la cinta en 3D, lo que
puedo afirmar es que en 2D la espectacularidad de sus imágenes se reduce a
secuencias de acción, mientras que el resto del film navega en una nada
destacable medianía.
En tanto que es de
subrayarse el notorio esfuerzo de producción por recrear vívidamente una
aventura en el mar, la historia de la película no se sale del curso de lo
rutinario. En el corazón del
mar sucumbe, ya que no se aleja de derroteros conocidos, ya que sus
revelaciones no hacen sino repetir consignas que de tanto reiterarse se han
vuelto prosa vacía. Por escasas secuencias, la audacia visual conmociona. El
efecto dura poco empero, pronto todo parece dar paso a clichés y lugares
comunes. La película de Howard parece coleccionar personajes y peripecias
fácilmente distinguibles a las que no dota de atractivo o emoción. Se concentra
en un espectáculo que aturde, pero que como tantos otros relatos de aventuras
se va desvaneciendo rápidamente, tras el fin de la función.
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