Mr. Turner



Desafiar nuestra mirada. Observar con nuevos ojos lo que nuestras preconcepciones no nos permiten ver, así sea la conocida vida de un hombre de gran talento. Mr. Turner lo logra con creces, aunque en apariencia se trate de otro biopic. La cinta es un penetrante y conmovedor relato que abarca las dos últimas décadas y media de la vida del célebre pintor romántico inglés. El director Mike Leigh revisita esta biografía con el mismo método con que ya ha hecho una incisiva radiografía de la vida contemporánea inglesa. El Turner de Leigh es orgulloso, seguro de sí mismo y sumamente talentoso. También es un hombre que no ha reconocido las hijas que tuvo, uno que de cuando en cuando satisface sus deseos sexuales con su criada, una persona que a veces limita su comunicación a un vasto repertorio de gruñidos. En la cinta vemos a alguien verdaderamente contradictorio y complejo en acción, una imagen acabada de una persona. Mr. Turner nos persuade, además, de ser una versión auténtica, y no una acartonada revisión Histórica. La película avanza con una peculiar inmediatez, al punto que parece ser un presente que tiene como centro la figura frágil y agudamente humana del pintor. El film de Leigh es una pieza soberbia que parte de la vida ordinaria de un artista para con excepcional sensibilidad mostrarlo como una figura palpable de la que se comprende su grandeza y su miseria.


Mr. Turner sigue al pintor ya siendo una figura establecida y, a través de pequeños episodios, nos conduce por el curso de sus días hasta su muerte. Timothy Spall consigue convencernos de la presencia concreta del pintor al que interpreta, ya que no es simplemente lo que se celebra como una actuación notable, sino el modo en que un actor habita a su personaje para volverlo una presencia viva. En sintonía con Spall, el elenco da la impresión de una representación espontánea de todo un mundo cuyos ecos son reconociblemente dickensianos. Leigh conjuga a estas esforzadas actuaciones toda una serie de colaboraciones que ayudan a conformar un retrato vital del protagonista y de su época: un esmerado trabajo en dirección de arte y vestuario, que escapa a la rigidez de otras representaciones y los muestra como objetos de uso diario; la fotografía de Dick Pope, que descubre una realidad de la que podemos adivinar se desprende la pintura de Turner, sin que esto implique los trucos fáciles con que se imitan burdamente el efecto pictórico; y la música de Gary Yershon, que otorga un aire elegíaco y misterioso a la cinta de ecos modernista con los que roza esa noción enunciada por Said del estilo tardío. El conjunto es unificado por la visión de Leigh que sabe combinar convención y relato inclasificable que tiene afinidad con un cine "moderno" en la vena de, digamos, el Rosellini de Viaggio in Italia. Mr. Turner se convierte en una muestra ejemplar que sabe sumar todos los esfuerzos de producción para que partiendo de los conocidos datos biográficos del pintor se revele la vida de un hombre y su tiempo. La segunda incursión del director inglés en cine histórico, tras Topsy-Turvy, no evoca museísticamente un tiempo pasado, sino que entrega un documento vivo que devela la pequeñez y la grandeza de un ser humano.


Ahora, las películas sobre artistas suelen servir como excusa para que los propios cineastas reflejen sus preocupaciones en torno a su oficio. Mr. Turner muestra al artista tanto como artesano que practica un hacer concreto, como explorador de una vida a la que revela con una mirada distinta. Sin que esto signifique una idealización del artista o de su labor, Leigh vuelve a su película en un retrato englobante en el que el hacer artístico es una faceta más de la persona y su realidad, a pesar de que este sea evidentemente admirado por quienes realizan la película. Las actividades diarias de Turner van configurando la imagen del hombre: valiente y pusilánime, magnánimo y mezquino, comprometido con su arte e irresponsable con ciertas obligaciones. Para Leigh es esencial ser fiel a la persona. El largometraje tiene el mérito de que logremos comprender y simpatizar con el pintor, y no por ello santificarlo, ni  con ello minimizar sus vilezas. Es cierto que el mismo director ve en este personaje un reflejo de su propio hacer, pero de modo un más significativo el arte no se vuelve el eje sobre el que todo el filme gira, sino que es un elemento más que se sujeta a un modo consistente con que el director ya ha tejido su propia filmografía: la de dar una versión sensitiva y atenta a la vida diaria de personajes de las más distintas condiciones. La cinta nos hace ver un emotivo paisaje humano y desafía los lugares comunes con que suele representarse el tiempo pasado y la labor del artista. Mr. Turner es un triunfo de uno de los mejores directores en actividad hoy.

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