Star Wars VII: El despertar de la fuerza
Después de la conocida fanfarria y los acostumbrados
intertítulos, aparece la primera imagen: la sombra de un destructor oculta una
luna blanca. Para todo espectador que haya visto La guerra de las galaxias la
referencia es clara. Star Wars: El despertar de la fuerza comienza
con una señal inequívoca de cómo ha de prolongar la franquicia. La entretenida
secuela que hoy bate récords (transitorios) de taquilla va a volver
constantemente sobre las películas originales, siempre al borde de la copia.
Una poética del reciclaje es lo que parece practicar su director, J. J. Abrams.
Este nuevo capítulo entrega secuencias de aventuras emocionantes y otras
de acción de blockbuster ya no tan destacables. La película reinicia las
aventuras y deja intencionalmente nudos abiertos para que sean resueltos en las
continuaciones previstas. Star Wars: El despertar de la fuerza está
hecha para satisfacer a los fanáticos. Por
buena parte de su metraje, además, consigue ser una cinta
verdaderamente entretenida. Sin embargo, la excesiva veneración con que vuelve
a revisar la historia de las películas originales, así como una historia que se
desarrolla por cursos predecibles disminuyen la emoción de los primeros
minutos. Mientras la secuela encanta a seguidores de la saga y buena parte de
la audiencia y de la crítica, esta no se atreve a ser una película emocionante
de principio a fin, sino que se limita a ser un puente entre las anteriores
entregas y las que están por venir. O, en otras palabras, se trata de una buena
continuación que no siempre es una aventura emocionante.
La trama de la cinta ha
sido objeto de una celosa campaña para que
prácticamente no se revele situación alguna de la misma (lo que ya pasado casi un mes de exhibición quizás ya no tenga el furor que llegó a tener). Paradójicamente
lo que cuenta es una especie de combinación de situaciones de la trilogía
original (una especie de remix de ellas) a la que se añaden algunos elementos
nuevos. Vale decir, de cualquier manera, que esencialmente la narrativa se
asemeja a la trama de la primera película. Aun con ello la cinta se las arregla
para incluir una que otra sorpresa, lo que es todo un mérito de quienes
produjeron el largometraje. Si en algo se puede destacar la labor de Abrams es
en la de revitalizar a la saga, de darle un aire de novedad a lo que parecía ya
suficientemente conocido. De hecho, por momentos, la secuela mejora a las
originales, pues introduce personajes con conflictos y personalidades que
desafían lo más esquematizado en la saga. Las apariciones de Rey (Daisy Ridley) y Finn (John
Boyega) sobresalen en ese aspecto. No obstante, no se puede decir lo mismo de
todas las nuevas incorporaciones. Ese gran intérprete que es Oscar Isaac queda
reducido a un rol muy secundario como el piloto Poe Dameron, mientras que Adam
Driver como el nuevo villano, Kylo Ren, no me termina por convencer (y no
sé si en ello caigo también en la nostalgia, ya que también crecí con la
saga, aunque con el tiempo mi fanatismo se fue enfriando.) Por lo demás, no
todos los elementos que la película pone sobre la mesa se resuelven. Los huecos
comienzan a surgir y el recurrir a la trama original empieza a parecer un ejercicio
perezoso con el que se concluye la cinta. Aunque entretenido en el mayor tiempo
de la proyección, el largometraje va cayendo en una fatiga lo que reduce la
emoción que producía el ver el inicio de una prometedora aventura.
Entre las justificaciones que los defensores de la cinta
proponen para el evidente reciclaje de esta nueva entrega se encuentra la
noción de mito y su consecuente reiteración de una línea narrativa. En tanto
que es cierto que el propio Lucas mencionaba a los mitos como una de sus
inspiraciones para la saga, me parece un ejercicio de sobre interpretación adjudicarle
ese rol a las películas de La guerra de las galaxias. La repetición en Star
Wars: El despertar de la fuerza no siempre es negativa, en cualquier caso.
Es más, el que sea una suerte de remake no es una critica en sí, debido a que por
momentos esta película es mejor que la original. En lo que sí resulta nociva es
en quitarle el aire de fantasía ligera, tras el que radica su atractivo. Antes
de que se estrenase, además, el propio Abrams afirmó que se había inspirado en el
cine de Terrence Malick para esta entrega. No veo en qué para ser honesto, si
bien sospecho que también esto se encuentra ligado a una ansiedad por justificar
la importancia cultural de la saga, lo que deja de lado sus verdaderas
cualidades. Se trataría, quizás, de la ansiedad de la influencia, que diría
Harold Bloom. Tratar de recurrir al padre (Lucas, Spielberg en el caso de
Abrams) para crear algo nuevo. En una muy positiva reseña, Manohla Dargis
señala que Abrams es como un hijo que quiere complacer a su padre. En
demasía, diría yo. El director estadounidense no logra despegarse de los
referentes originales y, entonces, todas sus novedades se limitan a ser citas
con la que se vuelve una y otra vez a esas primeras cintas. Aquí se puede
acotar la apreciación de Paulina Kael sobre la cinta original: una que para la
crítica apenas interesaba por una nostalgia que se puede asociar al deseo por
volver a la infancia. Para ella el largometraje del 77 no tenía verdadera
sustancia emocional, lo que la limitaba a ser una fatigante aventura. En la
nueva entrega se entrevé esa sustancia emocional, pero al entregarse a un
ejercicio nostálgico y reverente de repetición se queda a mitad de camino. No se puede negar que esta nueva cinta es entretenida, pero pudo ser
mucho más que ello.
Es
imposible obviar el éxito comercial de la secuela, tal como es imposible obviar
la gigante campaña de publicidad que la acompaña. Star Wars: El despertar de
la fuerza es parte de toda una maquinaria que invade el globo y triunfa
gracias al imperio del entretenimiento. Divertida por buenos segmentos, e
inclusive ingeniosa, la cinta de Abrams es una secuela efectiva. Stephanie Zacharek la define perfectamente: una película que en su afán por complacer
renuncia a una sorpresa genuina. El film se limita a ser una buena continuación
y solo por (largas) secuencias una buena película. Se afianza tanto al
esquema del blockbuster que su vida parece obra del reciclaje y de la
nostalgia. En sí mismo esto no es censurable y Abrams es un director con el
suficiente talento como para emocionar y divertir. No obstante, ese reciclaje y
esa nostalgia afectan el desarrollo del largometraje e incluyen piezas viejas
que no siempre funcionan con la efectividad que sí lo hicieron en el pasado.
Ciertamente, tras casi un mes de su estreno, la película cumple con ser un negocio
boyante y una digna continuación para la legión de fieles seguidores de la
saga. Aun así me queda el sinsabor de que sus creadores no se atrevieran, a
pesar de tener todos los medios a disposición, de realizar una película enteramente emocionante.
Comentarios
Publicar un comentario