Brief Encounter y Carol: Del orden del relato
Brief
Encounter cuenta la
corta relación de dos extraños que se conocen por casualidad en una estación de
tren. Laura (Celia Johnson) y Alec (Trevor Howard) ya están casados con sus
respectivas parejas, pero no pueden evitar enamorarse. Como en muchos
melodramas, las circunstancias no están dadas para que puedan mantener una
relación. Lean narra la historia desde la perspectiva de Celia en largos
flashbacks que, a su vez, son punteados por amargas observaciones desde su
presente. El relato es, pues, la rememoración consciente de un affaire en el que la nostalgia domina los recuerdos de una historia que no terminó de ser.
El director inglés se ciñe a esta perspectiva, motivo por el que antes que
juicios morales, prima una idealización de la relación. Cuando el filme
concluye, cuando volvemos al principio, la historia se cierra como un círculo
perfecto. La añoranza que ha permeado la narración se mezcla con la emoción de
una pareja enamorada y con la observación irónica del director. Lean parte del
guion de Nöel Coward para ilustrar la naturaleza de una breve relación amorosa
como un todo cerrado y bien definido.
Probablemente
a Haynes le atrajo de la película de Lean el modo en que captaba esa naturaleza
amorosa, y por ello da su propia versión con una estructura narrativa similar. Carol
comienza también casi al final, pero no da la apariencia de ser un relato
cerrado. Aunque fiel a la novela de Highsmith, la adaptación no se ciñe al
punto de vista de Therese, quien es la narradora del original. En la película
se combina su punto de vista con otro extradiegético que complementa la
narración. Haynes y la guionista Phyllis Nagi deciden no ceñirse a un
perspectivismo, sino complementarlo y, si bien predomina la perspectiva de
Therese, ampliar el campo de visión. Así, la subjetividad tiene el mismo
espacio que el narrador extradiegético, que cuenta sin ahondar en motivaciones
psicológicas. Ahora, antes de tener a una persona que narra
una historia delimitada (como Celia en Brief Encounter), Carol prefiere abarcar una punto de vista mayor, e incluso por momentos, paradójicamente,
transcurre con paso, en apariencia, menos seguro. Las inflexiones y peripecias
son resultados de un azar que parece indescifrable. Por tanto, el filme se vuelve un
relato abierto que no parece terminar. El director estadounidense reelabora el
melodrama y entrega una historia que es
una rememoración semi-consciente de un romance, con el que paralelamente se
describe también de modo realista a una comunidad. En los últimos años, además, Haynes
ya había hecho una lectura posmoderna de este género en su película Lejos del
paraíso y en la miniserie Mildred Pierce. Carol no es del todo
distinta a estos referentes. No obstante, más que la reinvención de un género,
la distorsión que impone el director consiste en un contraste entre la
narrativa cerrada y completa (clásica) y otra abierta que parece no terminar
((pos) moderna), una que ocupa hoy la narración. De hecho, al final de Carol
parece abrirse paso una nueva historia. Ya no estamos ante un relato circular,
sino uno en espiral, pues el final se erige como un nuevo comienzo.
Cuando
ambas películas terminan, las sensaciones que dejan son opuestas: una de
añoranza por lo perdido, otra de ansiedad por lo que ha de venir. A pesar de
que sus órdenes son casi idénticos, y de que ambas películas plasman de modo tan
palpable la naturaleza de las relaciones amorosas, se trata de relatos que se
encuentran en las antípodas. O tal vez sean una sola historia que refleja dos
facetas de sí, una su cara y la otra el envés. De cualquier manera, los
largometrajes son ejemplos magistrales que utilizan una estructura narrativa
para resaltar la relevancia de la memoria en lo que vivimos como una relación
amorosa, así como el modo en que estas relaciones son afectadas por las
convenciones sociales de donde se viva. La interrupción con que inician ambos
relatos es una metáfora que se completa de maneras divergentes: en Brief
Encounter se cierra cuando volvemos al principio como una narración
redonda, en tanto que en Carol es como si se abriera un nuevo relato. La ficción se vuelve en los dos casos un espacio que imagina lo que
era una privacidad, cada vez menor en nuestra contemporaneidad, y logra
transmitir cómo se vive en ella. Y mientras entre una película y otra se modifica su narración y se rompen con unos presupuestos, se preserva en ambas un orden que representa tanto la continuidad de una tradición, como la búsqueda por plasmar una sola experiencia.
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